lunes, 1 de octubre de 2007

Cuento

Una Guía del Eden para el Neoyorquino
Por Lisa Lipkin

Y Dios ordenó al hombre, diciéndole, "De cada árbol de este jardín, puedes comer; pero del árbol de la sabiduría del bien y del mal, no lo harás; porque apenas lo hagas, morirás. Génesis 2: 16-17

Y Dios, siendo un incurable romántico, sabía que la vida no sería divertida sin una luna. Entonces Dios hizo la luna y ésta brilló en el cielo. Pero Dios necesitaba algo para que le aullara, entonces hizo un coyote.

Intentó una variación de ese animal y apareció un perro. Pero el perro necesitaba algo que perseguir…entonces Dios hizo al gato. Éste era travieso y encantador y a Dios le gustó tanto que hizo uno más grande y fue el tigre. Y aun más grande, un león….luego un elefante…y un dinosaurio. Cuando Dios terminó con los animales más grandes hizo a los más pequeños: hormigas, saltamontes, abejas, mosquitos.

Y porque Dios sabía que un día habría un lugar llamado New York…creó cucarachas. Pero a la luna se la veía sola en el cielo, entonces Dios creó las estrellas para que le hicieran compañía. Y éstas brillaban y titilaban al lado de la luna. Eran tan encantadoras que Dios quiso crear algo que fuera especial y que pudiera comprender y apreciar su belleza. Fue entonces que creó al Hombre. Un sujeto buen mozo llamado Adán, cuyos bellos ojos estaban llenos de vida. Pero honestamente, ¿cuánto tiempo podía Adán balancearse en los árboles, alimentar a los monos, pasear a los perros? Se estaba aburriendo. Y se sentía solo. Entonces, una noche, Adán pidió un deseo a las estrellas. Dijo: "Deseo una compañía humana. Alguien con quien pueda compartir este hermoso lugar, alguien con quien broncearme en Miami". Y en ese momento apareció Eva en escena.

Ella era encantadora, estaban hechos el uno para el otro y Adán ya no se sintió solo. Jugaban a las escondidas, al salto de rana y al Scrabble. Corrían por el voluptuoso pasto, bailaban entre las rosas y pensamientos y hundían sus dedos en húmedos charcos de rocío color esmeralda. Y disfrutaban de la mutua compañía y de ese glorioso paraíso llamado Edén. Hasta que un día algo terrible sucedió.

Adán estaba juntando comida para la cena y Eva estaba sentada sobre una roca tarareando una alegre canción, cuando de repente, fue interrumpida por una seductora serpiente de color plateado con una voz parecida a la de Mae West, que se deslizó desde detrás de un árbol diciéndole: "Tessssoro. ¿Qué essstásss cantando?"

"Sólo una simple melodía". Apenas las palabras salieron de la boca de Eva la serpiente se le acercó y le dijo: "En vez de esssso, ¿por qué no vienesss conmigo?".

Y como el flautista de Hammelin cuya música atraía mágicamente, la serpiente sedujo a Eva. La siguió detrás de un alto árbol y se sintió impactada por lo que vio. La serpiente estaba parada al lado de una flamante y brillante computadora Apple de color verde manzana.

"Tessssoro, ¿por qué no pruebasss esta Apple? " La serpiente le alcanzó a Eva un tronco para que se sentara.

Eva nunca había visto antes un teclado y no sabía qué hacer. Con precaución presionó una tecla, luego otra y otra y otra. Más y más rápido… el ritmo se aceleró! En unos poco minutos aprendió a usar el Word perfect 6.2, cómo tipear un mailing, cómo enviar un fax. En resumen, Eva estaba obsesionada.

En los bosques, Adán estaba preocupado por Eva. No podía imaginar adónde había ido. De pronto, él también fue atraído por el llamado de la serpiente que lo arrastró hacia Eva quien seguía concentrada en su computadora.

"¿Qué sucede, Eva? Soy yo, Adán, tu hombre! Estaba muy preocupado. ¿Dónde estabas?"

Pero Eva no estaba de humor para hablar. "Calma, Adán, estoy ocupada. Estoy programando la computadora para poder calcular cuántos animales podemos atrapar dentro del radio más pequeño". Y siguió escribiendo.

Adán no sabía qué hacer. Pero la serpiente sí lo sabía. "Dime, hermosssso Adán, ¿por qué no pruebas esta Mackintosh?!" Y ésta le resultó a Adán tan atrayente como una trozo de fruta madura. Y también Adán se obsesionó.

Desde ese momento lo único que Adán y Eva querían hacer era trabajar con sus computadoras. A la mañana se ponían sus hojas de parra y corrían a través de los bosques hacia sus computadoras……los bosques ya no los divertían. Pasaban todo el día con sus computadoras. El cálido sol brillaba sobre ellos pero ellos no se detenían a sentir sus rayos. El agradable y penetrante aroma de pino y lilas los cubría pero ellos no se tomaban el tiempo para disfrutarlo. A la noche, cuando las estrellas titilaban en el cielo y la luna los envolvía con su brillo, estaban demasiado cansados como para notarlo. Y así, nunca pudieron regresar al Jardín donde habían nacido.

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