EL SOLIA DECIR: “ ¿SI NO SOY PARA MI, QUIEN ES PARA MI? Y SI SOLO SOY PARA MI, ¿QUE SOY YO? Y SI NO AHORA, ¿CUANDO? ”.
Esta enseñanza puede interpretarse dentro del contexto de la indicación de tratar de acercarse a otro para mejorar su nivel de Torá (mishná 12 y siguiente):
SI NO SOY PARA MI – O sea, si no asumo mi rol en esto en forma personal, ¿Cómo obtendré el merito de ser de los alumnos de Aharon HaKohen, el sumo sacerdote?.
¿QUIÉN ES PARA MI? – Se involucre una persona o no, la tarea que de el se requería se llevara a cabo de todos modos, pues el bien destinado a lograrse en el mundo no disminuirá. No obstante, cuando la persona no contribuye personalmente en la tarea que se le encomendó, ella perderá el merito que le estaba destinado.
(Sijot Shabat Parshat Shemini, 5737)
Y SI SOLO SOY PARA MI – Por el otro lado, aunque la persona se aboque como debe ser a la tarea encomendada – en forma personal, sin delegar en otro que hagan su trabajo – si lo hace “solo por si misma”, basándose únicamente en su propio criterio, sin procurar el consejo y la opinión de otros, entonces…
¿QUÉ – NO QUIEN – SOY YO? – O sea, ¿Cuál es mi capacidad para ello?.
(Sijot Shabat Parshat Shemini, 5737)
Y SI NO AHORA, ¿CUÁNDO? – a pesar de que no se trata de la perfección personal, sino del acercarse a las “criaturas” y enseñarles, algo que es voluntario y a simple vista dependiente de la buena voluntad personal, el hombre debe ser consciente de la urgencia involucrada, y no ha de aplazar sus esfuerzos para con los demás.
(Sijot Shabat Parshat Shemini, 5737)
Tomado del libro En la Sendas de Nuestros padres
Comentarios a Pirké Avot, Adaptado de las Obras del
Lubavitcher Rebe, Rabí Menajem M. Schneerson.
Comentario de Irving M. Bunim
Los aforismos de Hilel adoptaban, a menudo, una forma paradójica. ¿Hasta qué punto está un hombre sujeto a su ego? ¿En qué medida debe una persona preocuparse de su propio bienestar, de sí mismo? Desde cierta perspectiva la cuestión parece absurda. Yo soy yo mismo. Sólo yo puedo experimentarme, conocerme verdaderamente. Por ende, si yo no me ocupo de mí, ¿quién lo hará? La esposa más amante no puede compartir mi dolor, experimentar mis ansiedades, o sufrir mi muerte. Allí donde está involucrada la relación de un hombre con D-s, él debe ocuparse de sí mismo. Los conocimientos de mi padre no pueden reemplazar mi obligación de aprender. Es mi deber decir mis propias plegarias y dar mi propia caridad. Si yo no me ocupo de mí, ¿quién podría hacerlo?
Por otra parte, si te preocupas sólo de ti, ¿qué eres? ¿Puedes ser realmente efectivo, resolver tus propios problemas, vencer tus ansiedades? ¿Puedes hacer todo lo que se supone que debes hacer? Más aún, existe el peligro de concentrarnos demasiado en nosotros mismos, hasta el punto de llegar a preocuparnos solamente de nuestra propia salvación y dejar de velar por el bienestar de los demás. ¿Es mi ego, mi propio ser, tan importante como para preocuparme tanto por él? Se ha dicho, acertadamente, que un hombre replegado en sí mismo hace poco bulto. Hilel expresó esta idea hace más de 2.000 años: si sólo me ocupo de mí, ¿qué soy?"
Hilel expresa aquí dos profundos contrastes del pensamiento judío: la insignificancia del individuo, por una parte, y su valor único, por la otra. Y así leemos: "¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?", y luego: "Pues le has hecho poco menor que los ángeles". El segundo contraste es entre el deber del hombre para consigo mismo y para con su semejante. Hilel indica que no debe tomarse ninguno de estos extremos como la regla. Aceptemos, entonces, ambas caras de la moneda y vivamos y trabajemos con ellas.
Sabemos que el yo es importante: el auto-respeto es fundamental y la autosuficiencia y la independencia son esenciales para la dignidad humana Es esta consideración la que, evidentemente, está implícita en la ley bíblica sobre eved nirtzá. El esclavo judío citaba al servicio de su amo durante seis años y luego era liberado. En este lapso, su dueño podía darle una esposa no judía, y la progenie pertenecería al amo. Si al finalizar el periodo de seis años el esclavo declaraba: "Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no saldré libre", se lo sometía a un ritual en cierta medida degradante, prescrito por la Torá. El esclavo era llevado a la puerta y se le perforaba una de sus orejas, y luego debía continuar sirviendo hasta el año del iovel (jubielo). Pero, ¿en qué consistía su crimen que debía ser tratado así? Ciertamente, su declaración de lealtad estaba cubierta por un manto de amor y de sentido de servicio; ¿por qué perforar su oreja? ¿Y por qué el título oprobioso de eved nirtzá, "el sirviente (con el lóbulo de la oreja) perforado?". Sin embargo, quizá algo andaba radicalmente mal en esa persona ya que al ofrecérsele la libertad prefiere la esclavitud. Hay algo de cobardía y de vergüenza en una elección que prefiere la dependencia a la independencia. "Si yo no me ocupo de mi, ¿quién lo hará?"
Hay aún otro punto al que puede hacer referencia este aserto: Hilel podría estar hablando de la necesidad de que uno se corrija a sí mismo y se auto-critique. Hay ciertas cosas que ni siquiera tu mejor amigo te las dirá. Puede que no te corrija por temor a perder tu amistad, Por ende, "si yo no me ocupo de mí, y no trato de mejorar mi conducta, ¿quién lo hará?" Por otro lado, si sólo me ocupo de mí, si también yo caigo presa de la conspiración del silencio y no corrijo a otros, no estoy cumpliendo con mi deber. Nuestra Torá nos dice: "ingenuamente reprenderás a tu hermano". Si es un verdadero amigo, juzgará beneficiosa tu actitud.
Y si no es ahora, ¿cuándo?
La experiencia humana ha confirmado esta verdad una y otra vez. A través de los siglos, los pensadores perceptivos se han hecho eco de este pensamiento. Willíam Congreve escribió: "No dejes para mañana ser sabio; el sol de la mañana puede no salir par ti". Edward Young aconsejó: "Sé sabio hoy, es de locos postergar. la dilación es la ladrona del tiempo".
En un salmo de Moshé encontramos un pensamiento más profundo aún. Examinemos las palabras: "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría". ¿Cuál es la forma usual de contar nuestros días? Normalmente decimos, por ejemplo, que un hombre tiene tantos años de edad. ¿Tiene esto realmente una gran significación? ¿Esto nos dice algo de su vida o de su posible proximidad a la muerte?. En verdad, cada minuto vivido en la tierra fue un minuto que lo conducía a la muerte. Supongamos que estás viajando hacia Atlantic City y te encuentras a unas 100 millas de esta cuidad. Después de viajar diez millas, ves un letrero que dice": Atlantic City - 80 millas".
¿Qué método de cómputo es utilizado en este caso?. Ciertamente, no la cantidad de millas recorridas, sino las que quedan por recorrer para llegar a destino. El procedimiento que Moshé sugiere es éste: "Enséñanos a contar nuestros días". No destaque los días que han pasado, pues ya se han ido. Más bien subraya los días que aún te pertenecen, aquellos que tienes por delante.
De poder ajustar verdaderamente nuestro pensamiento a este punto de vista fundamental, estaremos en condiciones de "adquirir un corazón sabio" podremos programar nuestra vida con sensatez. Supongamos que una persona está llegando al final de sus vacaciones y le quedan sólo diez dólares. Si advierte que el costo del viaje de regreso a su hogar es de siete dólares, seguramente reducirá sus gastos y no derrochará en menudencias el dinero que le queda. De manera similar, cuando un hombre toma conciencia de que su tiempo en esta vida es limitado, debe pensar dos veces antes de desperdiciarlo persiguiendo sombras. "Matar el tiempo" es, en verdad, cometer un asesinato. El dinero que se pierde puede ser recuperado, pero nuestros días, una vez que han transcurrido, no habrán de retornar jamás. Al comprender cuán precioso es el tiempo, debemos esforzarnos por administrar nuestros días con frugalidad y sabiduría. En verdad, todo la que el hombre posee es el "ahora". Hay un poema atribuido a Ibn Ezra:
"El pasado ya no está; el futuro aún no a llegado y el presente dura lo que un parpadeo". ¿Por qué, entonces, preocuparnos?" Sí vivimos sólo el presente, procuremos nuestros logros aquí y ahora. "¿Amas la vida?" Preguntó Benjamín Franklin. "Entonces no desperdicies el tiempo, que es la sustancia de la vida". Y aconsejaba: "No dejes parar mañana lo que puedes hacer hoy".
El Jafetz Jaim compara al ser humano corriente en el manejo de su vida con una persona que está de vacaciones, escribiéndole una tarjeta postal a un amigo. En la parte superior va la fecha, la salutación, la introducción formal y, antes de que comience a escribir lo que realmente quería decir, se da cuenta, súbitamente, de que ¡ya no le queda espacio! Ha llegado al final de la tarjeta. Desesperado, comienza a escribir frenéticamente con letra pequeña, sigue al dorso e incluso trata de hacerlo en el margen.
¿No ofrece el hombre la misma imagen patética cuando maneja su vida? En nuestros primeros años "garabateamos" y desperdiciamos mucho tiempo en trivialidades y actividades carentes de una significación duradera. Súbitamente despertamos a la terrible verdad de que la vida es una tarjeta postal con muy poco tiempo y que ni siquiera hemos comenzado a realizar la tarea para la cual fuimos puestos sobre esta tierra.
La Torá nos dice: "...los hijos de Isajar... entendidos en los tiempos" ¿Cómo se manifestaba su "entendimiento? La tradición nos dice que la tribu de Isajar estableció un arreglo con la tribu de Zevulún, que se dedicaba al comercio y mantenía a los eruditos de Isajar quienes dedicaban todo su tiempo a la Torá. Como verdaderos socios, compartían todas las "ganancias": Isajar recibía apoyo material y Zevulún una participación en la mitzvá de estudiar la Torá. Obsérvese, entonces, que debida a que Isajar invertía todo su tiempo solamente en el estudio de la Torá, las Sagradas Escrituras atestiguan que ellos tenían un "entendimiento" del tiempo: comprendían cuán precioso es, y le daban el mejor uso posible.
La Torá ordena. "Delante de las canas te levantarás" en señal de respeto. Algunos comentaristas le dan a este precepto una notable interpretación: "Levántate antes de convertirte en un anciano"- En otras palabras, no esperes hasta tener una edad avanzada parar retornar a la religión. Elévate, asciende en espiritualidad antes de que sobrevenga gradualmente la vejez. No digas: comenzaré a observar el shabat cuando me retire de los negocios; o comenzaré a concurrir a la sinagoga cuando tenga hijos. "Si no es ahora, ¿cuándo?" ¿Cómo puedes estar seguro de que llegarás a ese período de la vida? Y sí llegas, ¿quién te garantiza que harás esas cosas que estás descuidando ahora? Elévate ahora, antes de que los años te conduzcan hacia la vejez y quedes aferrado a tus hábitos.
Nos hemos referido ya al versículo del Salmista: "Tiempo es de hacer, oh Señor, disipado han Tu Ley". Esto puede ser interesado conforme al siguiente pensamiento: Aquellos que afirman que tienen tiempo para actuar por el Señor porque son jóvenes todavía, y que observarán las mitzvot más adelante, rehusando entretanto santificar el presente y el "ahora", están invalidando la Torá a pesar de sus piadosas expectativas".
Hay una interesante enseñanza en el Talmud: "Aquel que responde con toda su energía amén, bendito sea Su gran Nombre, invalida cualquier decreto punitivo que el Cielo pueda haber formulado contra él". Ahora, "con toda su energía" difícilmente signifique con todo el poder de sus pulmones. Lo que se requiere es que sea dicho con toda sinceridad y la mayor devoción.
Como fuere podemos interpretar, conforme a nuestro pensamiento, que "con toda su energía" significa cuando una persona está en la cúspide de sus facultades mentales y físicas. En tanto el Todopoderoso da la bienvenida a los seres humanos de todas las edades y condiciones, el caso del octogenario que no teniendo ya fuerza ni para pecar busca el consuelo de la religión, es muy distinto al del joven universitario de dieciocho años, o al del recién casado de veinticuatro, el hombre de familia de treinta años o el ocupado ejecutivo de negocios de cuarenta y cinco años de edad. Aquel que resuelve santificar el Nombre del Señor en la flor de su vida puede, en verdad, cambiar todo su destino.
Dice el Salmista: "Bienaventurado el hombre que teme al Señor", Y el Talmud interpreta: Bienaventurado aquel que se arrepiente cuando es un hombre, lo cual significa, como explica RASHI, cuando es joven y en la plenitud de sus fuerzas.
Con este mismo concepto, el difunto Rabí de Lubavich, de bendita memoria, esclareció cierta vez la siguiente declaración del Talmud: "Se debe ser escrupuloso en la observancia de la oración de Minjá (de la tarde) porque fue durante su transcurso que el profeta Eliahu obtuvo respuesta" El sabio explicó: "En la mañana siempre puedes tener tiempo para la oración de Shajarit: puedes levantarte media hora más temprano para recitarla y luego ir a negocio. Para la oración del anochecer siempre puedes hacer tiempo: simplemente, te retiras quince minutos más temprano, dejando espacio para Maariv al final del día. Minjá, empero, es un asunto diferente: su tiempo es por la tarde, durante las horas pico del día, justamente en momentos de intensa actividad. Interrumpir la labor del día con el fin de hacer tiempo para la oración de Minja es, en verdad, una gran mitzvá y un signo de profundo compromiso.
El mismo razonamiento puede aplicarse también a las diferentes edades del hombre. Al comienzo y al final de la vida es relativamente fácil inculcar observaciones religiosas. El bebé difícilmente podría "objetar" la circuncisión, y la concurrencia a la escuela es obligatoria. En forma similar, en la vejez hay pocas cosas que se puedan disputar la atención del individuo. Pero en la "tarde", en el "tiempo de Minjá" de la vida -entre los veinte y los cincuenta años- el hecho de que un hombre "saque tiempo" de los asuntos mundanos y lo invierta en actividades espirituales es, en verdad, meritorio.
La sentencia "si no es ahora, ¿cuándo?" Se aplica también a pedidos específicos de ayuda. Shelomó nos dice: "No digas a tu prójimo Vete y regresa, y mañana te daré." Si un amigo viene a pedir prestado algo, no dilates innecesariamente la dádiva. Con mucha frecuencia, aun sabiendo muy bien que finalmente haremos la donación o prestaremos la herramienta solicitada, diferimos nuestra ayuda para que no resulte demasiado fácil. Algunos de nosotros tememos parecer muy "blandos" a "tontos". Esto, dice la tradición, no es correcto. Hazlo ahora, pues puede no haber un mañana, El tiempo no nos pertenece. No debemos, en consecuencia, darlo por sentado.
El Talmud relata un hecho de trágicas consecuencias por descuidar la demanda total del "ahora". Najum, un gran sabio, cabalgaba con sus asnos cargados de alimentos y otras provisiones, cuando un hombre pobre apareció en el camino y le rogó que le diera algo de comer. El sabio accedió pero pidió al hombre que aguardara hasta que descargara totalmente uno de sus asnos. Mientras lo hacía, el pobre hombre tuvo un colapso y murió. En el curso de nuestras vidas nos enfrentamos continuamente con desafíos y no nos es dado saber cuán vital puede ser el factor tiempo. Tengamos entonces, siempre presente que "si no es ahora, ¿cuándo?".
Se ha formulado una incesante explicación al hecho de que la tradición nunca prescribió una bendición antes de dar caridad, como lo hizo para la realización de la mayoría de las mitzvot. Imaginemos qué pasaría si existiese esta regla. Un hombre pobre golpearía a nuestra puerta y pediría algo de dinero o de alimento. Nosotros; iríamos en busca de un Sidur y recorreríamos sus páginas para encontrar la bendición correspondiente. Si eres muy piadoso, es probable que fueras a lavarte las manos antes de recitarla. Luego podrías caer en la cuenta de que la dijiste en forma inapropiada y tendrías que repetirla. Podría llegar a ocurrir que cuando finalmente te dispusieras a atender al pobre hombre, este ya hubiese muerto de hambre.
No, no hace falta ninguna bendición para practicar la caridad y no hay excusas para dilatarla.
lunes, 12 de noviembre de 2007
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