lunes, 12 de noviembre de 2007

Parasha Vayetse

LA CONSECUENCIA DE NUESTROS ACTOS
Por: Rab Amram Anidjar

El tratado de del Talmud, nos relata una historia que pasó con el anciano Hilel. Una vez vino un gentil a pedirle que le enseñara toda la Torá sobre una pierna, a lo que le respondió Hilel. Todo aquello que es odiado por tí, no se lo hagas a los demás.

El problema es que a veces una persona no sabe cuánto sufrimiento le está causando al otro, hasta que viene un tercero y le hace la misma cosa.

Por ejemplo, un niño no sabe cuánto sufrimiento le causa a sus padres al desobedecerlo, hasta que él se hace padre y experimenta la misma situación. Entonces será cuando él entienda lo que le hizo a sus padres.

Y así ocurre con un alumno travieso. No sabe el daño que les causa a sus maestros, hasta que él se hace docente y trata de controlar a sus alumnos traviesos.

En nuestra Parashá vemos tres ejemplos en los que la persona no siente la consecuencia de sus actos, hasta que alguien se los hace a él.

El primer ejemplo, es el caso de Yaakov, quien trabajó siete años por Rajel. El día que culminó de trabajar, le dio a Rajel unas señales para identificarla, y así evitar que Labán lo engañará.

El día de la boda, Labán le dijo a su hija Rajel, “rajeleate” de aquí (vete de aquí), porque tu hermana Lea será la novia. Y después serás tú. Rajel, al ver que no había otra opción, optó por revelarle las señales, que le había dado Yaakov, a su hermana Lea para que no se avergonzara. Al día siguiente Yaakov vio que le habían engañado y que le dieron a Lea como esposa en vez de Rajel. Entonces Yaakov le preguntó a Lea, ¿por qué me hiciste tal cosa, y te disfrazaste de Rajel, imitaste su voz, y me mentiste? Le respondió Lea: Tú también hiciste lo mismo con tu padre, te disfrazaste de Esav y tomaste lo que no te correspondía. Yaakov le dijo que lo hizo con buenas intenciones de recibir las bendiciones de su padre. Y Lea también le respondió igual, que sus intenciones eran buenas para que salieran de su vientre las tribus de Israel. (Bereshit Rabá Cap.70).

Al ver Yaakov que no tenía respuesta a ninguno de sus argumentos, no pudo divorciarla. ue entonces cuando llegó a sentir sobre su propia carne lo que había hecho a otros, y entendió mejor la consecuencia de sus actos.

El segundo ejemplo, también ocurrió con Yaakov. Una vez que escuchó a Lea, fue a reclamarle a Labán por sus acciones engañosas, ya que la ley era que la mayor estaba destinado para Esav y la menor para él. A lo que le respondió Labán: Como tú fuiste quien cambió el orden y tú te convertiste en el primogénito, entonces yo pensé en darte a la mayor y por eso te di a Lea. Y también pensé ahora en darle a Esav, la menor, Rajel. Aquí, otra vez, Yaakov entendió la consecuencia de sus actos.

El tercer ejemplo, le ocurrió a Labán. Labán era un gran mentiroso y abusador. A Yaakov le engaño muchas veces e inclusive le cambió su salario. Jamás Labán fue a dormir con su conciencia limpia. Y no solo con Yaakov se comportó de esa manera, sino también con todos los que conocía. Incluso a los vecinos de su pueblo, los engañó en la boda de su hija. Les dijo: Ustedes están invitados a la boda de mi hija con la condición que no le digan a Yaakov que esta es Lea y no Rajel. Los vecinos le aseguraron que no le iban a decir nada a Yaakov, pero Labán no les creyó, y por lo tanto, les exigió un objeto importante como garantía a su secreto. Entonces todos los vecinos fueron a llevarle a Labán ese objeto como garantía y así poder asistir a la boda. Labán al recibir tantas prendas valiosas fue a venderlas todas y con ese dinero pagó la boda de su hija.

Una vez fue Yaakov a donde Labán, contó el ganado y le dijo que todo el ganado que saliera con manchas iban a ser suyos y aquellos que nacieran sin manchas, iban a ser de Labán. En ese momento Labán observó su ganado, vio que la gran mayoría era sin manchas y por lo tanto aceptó el trato. Pero Yaakov puso pieles de vacas con manchas en los bebederos de las vacas y de repente, todas las crías que empezaron a nacer eran manchadas. Fue esta la primera vez que alguien engañaba a Labán y como si fuera poco, Rajel le robó todas sus estatuas de idolatría. Era la primera vez que Labán era robado. Y así fue que Yaakov se fue de casa de su suegro Labán sin siquiera informarle.

Labán siempre estuvo acostumbrado a ser el ladrón, el mentiroso, el que no pide permiso a nadie, pero cuando se invirtieron los papeles, empezóa sentir en su propia carne qué se siente al ser el atropellado.

Así les ocurre a las personas que no saben medir las consecuencias de sus actos. Que no saben el sufrimiento que le causan al otro, hasta que alguien se los hace a ellos.

El cuarto ejemplo ocurrió con Yosef. Cuando Yaakov llamó a todos sus hijos para bendecirlos, llamó a Yosef y le dijo que le dará el honor, la herencia y la bendición que le corresponde al primogénito, en vez de dársela a Reubén. Yosef cuando escuchó esto se alegró. Después Yaakov le pidió a Yosef que les trajera a sus dos hijos, Efraim y Menashé. Yaakov honró más al menor (Efraim) que al mayor (Menashé), colocó la mano derecha sobre Efraim y la izquierda sobre el primogénito. Esto le dolió a Yosef y le dijo a su padre que eso no era lo correcto. Al escuchar estas palabras, Yaakov le miró con extrañeza y le dijo: ¿Por qué cuando le quité el honor a tu hermano mayor Reubén te alegraste, y ahora que le quité el honor a tu hijo primogénito te duele?

La Torá nos enseña a sentir lo que al otro le duele, ponernos en el lugar de los demás, y todo lo que no nos gusta que nos hagan no debemos hacérselo a los demás.

A veces ocurre que cuentan un chiste sobre alguien, y nos reímos por su gracia. Pero si fuéramos nosotros los protagonistas de ese chiste, de seguro que no nos causaría risa.

O a veces ocurre cuando vienen a comprarte algo a tu tienda, que tú cobras el precio completo y anuncias que todo está a mitad de precio. Y te parece que es muy legal. Pero cuando tú eres el que va a comprar otra cosa a la tienda de alguien, dices que es muy carero, un ladrón, que todo lo que no ganó en el mes entero lo quiere ganar ahora contigo, etc.

Generalmente las personas durante la lectura de la Torá, están prestando atención y calladas, pero cuando llega el momento de Hashkabá o Misheberaj, todos empiezan hablar (explicaciones sobre la Parashá) y no escuchan, ya que creen que la Parashá es lo importante, pero el resto no. Sin embargo cuando le llega el turno a alguien del público subir a la Torá quiere que todos escuchen la Hashkabá por su padre o el Misheberaj por un familiar enfermo, para que todos respondan Amén en voz alta. Entonces es cuando sentimos y entendemos lo importante de escuchar todo.

“Que sea la voluntad de Dios que siempre estemos pendientes de lo que el otro necesita, que seamos sensibles para percibir lo que al otro agobia, para ir en su ayuda, y que todo aquello que no nos es placentero, nunca se lo hagamos a los demás. Incluso aquello que todavía no sabemos que es incómodo para el otro, tampoco se lo hagamos. Amén.”

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