NO MALDECIRÁS
Por: Rab Amram Anidjar
La mayoría de las personas piensan que las palabras se las lleva el viento, y que todo lo que sacamos de nuestra boca no tiene ninguna trascendencia y no es tan peligroso. Sin embargo, en nuestra Parashá aprendemos que la boca puede ser mal utilizada, como un arma asesina.
En Génesis 35:19, vemos que Rajel Imenu murió (con 27 años) al nacer Binyamín. Pregunta el Midrash , ¿y por qué murió Rajel, tan joven? La respuesta es porque Yaakov la maldijo, al decirle a Labán que aquel que robó las estatuas, morirá. Y en este caso había sido Rajel, incluso que Yaakov desconocía que Rajel fue la que había robado los ídolos de casa de su padre. Pero para las maldiciones no importa si fueron dichas consientemente o inconscientemente, maldición es maldición.
Cuando una persona maldice a otra consientemente, esta transgrediendo una prohibición de la Torá. Además esa persona debe saber que está escrito en el Zohar que existe un ángel encargado de las maldiciones, quien las reúne y va a donde Dios y le pide que estas maldiciones se cumplan, bien sea en el maldecido o en el que las pronunció.
De todas maneras, sea como fuera, estamos mal. Porque si se cumplen las maldiciones en quien fueron dirigidas, la culpa es nuestra, y si no, la maldición puede volver como un boomerang a nosotros, Dios no lo quiera. Porque Dios le dijo a Abraham que todo aquel que lo bendiga será bendecido desde las alturas, y todo aquel que lo maldiga también será maldecido desde los cielos.
Tal y como está escrito en el tratado de Sanedrín 48b del Talmud, sobre el rey David quien maldijo a Yoab. Dijo Rabí Yehudá en nombre de Rab, que todas las maldiciones que fueron pronunciadas en contra de Yoab, se cumplieron en la descendencia de David. (David se había enfurecido con Yoab porque mató a Abner Ben Ner, quien venía en son de paz). La maldición que le echó David a Yoab, es que en su casa serán personas impuras, leprosos, con llagas, asesinados con espada y se verán con falta de pan. En los descendientes de David veremos, que Rejobam estuvo impuro, Uziyahu tuvo lepra, Assá tuvo llagas, Yeshayahu murió asesinado por una espada, y Yejoniá murió por falta de pan. Continuó diciendo después Rabí Yehuda en la Guemará, un refrán que dice: Es mejor ser el maldecido y no el que maldice.
A Yaakov Abinu no se le devolvió la maldición porque fue inconscientemente, pero recayó sobre Rajel su esposa, y por eso murió en el momento del parto de Binyamín. Ya que, como nosotros sabemos en el pectoral del Cohén Gadol se encontraban 12 piedras, una por tribu, y la piedra que correspondía a la tribu de Binyamín se llamaba YashPé, lo que significa Yesh Pé – Hay Boca, refiriéndose a que hay mucha fuerza en la boca y hay que cuidarla.
Está escrito en el libro Pele Yoetz, que la persona se debe cuidar de no ser maldecido por nadie, de no hacer cosas que provoquen a los demás maldecirle, inclusive si es un goy. Porque en el tratado de Babá Kamá 93a del Talmud, viene dicho en nombre de Rabí Itzjak que jamás pensemos que la maldición de una persona común es insignificante, porque vemos que cuando Abimelej maldijo a Sará que fuera ciega al decirle: “Toma a tu marido, ciega”, la que se quedó finalmente ciega no fue ella, sino su hijo Itzjak.
Una vez me preguntó una persona si se puede maldecir a un malvado, o a un goy antisemita, o a un presidente sin escrúpulos. Le respondí que a pesar de que se pudiese encontrar algún permiso halájico a esa maldición, es mejor que se aleje de las maldiciones porque la lengua desafortunadamente no sabe distinguir entre las personas y el día de mañana puedes llegar a maldecir a un amigo, o a algún familiar, Dios no lo permita.
Debemos de educar a nuestros hijos a no decir maldiciones, inclusive como chiste o jugando. A cuidar la lengua, como el refrán que dice: El que cuida su boca y su lengua, se salva de sufrimientos en su alma.
Así vemos también personas que en momentos de aprieto se maldicen a ellos mismos diciendo “Wo por mí se haga”.Verdaderamente hay frases que debemos de sacar de nuestro vocabulario, ya que está escrito en Proverbios “Mavet Vejayim Beyad Halashón – La muerte y la vida están en manos de la lengua”.
Las palabras que uno pronuncia no se las lleva el viento. En el Pirké Avot está escrito, “Da Malemaala Mimja Ozen Shomaat – Y sabrás que arriba existe un oído que te escucha”, y un ángel que recoge todas tus maldiciones y pide que se cumplan bien sea en quien fue maldecido o en el que las pronunció.
Por eso, todos los días, cuando nos pregunten ¿cómo estamos?, no debemos responder: Malísimo, de lo peor, vamos de Guatemala a Guatepeor, etc. No podemos abrirle la boca al mal, porque Dios se pregunta: “¿De qué te quejas?, ¿Por qué te maldices? Voy a mostrarte lo que es malo de verdad”.
Es como un niño que empieza a llorar por nada y el padre, para castigarle, le pega para que llore con causa. El tratado de Berajot dice que tenemos prohibido decir que estamos enfermos, hasta que hayan pasado 3 días, muchas veces por algo insignificante decimos tonterías como, llama a la Jebrá Kadishá (Funeraria), tengo una infección aguda, etc. No podemos abrir la boca para el mal, para que no ocurran esas tonterías que, a veces, soltamos por la boca sin pensarlas.
Por el contrario, debemos abrir la boca para cosas buenas como: no pasa nada, ya te pasará, el país funciona de maravilla, estamos ganando mucho dinero, etc.( Con un Jamza, en contra del mal de ojo).
“Que sea la voluntad de Dios que nos salve de los que maldicen. Y que jamás seamos nosotros mismos los que maldigamos a otros, sino que, por el contrario, que seamos siempre nosotros los que bendigamos a otros, y que en caso de que alguien nos maldiga, que Dios cambie esa maldición en bendición. Que siempre abramos la boca para el bien, para bendecir y que Dios nos cumpla con bien todo. Amén.”
viernes, 23 de noviembre de 2007
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