Libro Devarim
NUESTROS SOLDADOS
Por Rab: Amram Anidjar
En nuestra Parashá, Moshé Rabenu nos relata las guerras que tuvo Am Israel antes de su entrada a la tierra prometida. Es decir, con las naciones que eran vecinas de Israel, para llegar a entrar a la tierra santa. Además de las guerras que hicieron dentro de Israel para conquistarla. Pero antes de todas las guerras, Moshé nos dio un mensaje que aparentemente no tiene nada que ver con el asunto de las guerras, pero ese mensaje es el secreto del éxito en todas nuestras guerras contra el enemigo. Este secreto, es muy importante que el Tzahal (Ejército Israelí) lo conozca, para que venza constantemente al enemigo.
Moshé le recuerda al pueblo lo que pasó con un pequeño grupo de judíos, que se separó de ellos para luchar contra los enemigos, que posteriormente murieron en su intento. Este recordatorio fue hecho por Moshé para enseñarle al pueblo, cómo es la forma de guerrear, la estrategia que usa el pueblo elegido para luchar contra sus enemigos. A diferencia de los goyim, Am Israel posee un arma secreta que es Dios, cuando salimos a la guerra sin nuestra arma, sin Dios, los chances de ganar son ínfimos, y así fue como terminó Moshé la Parashá, en el último versículo, “Lo Tiraú Ki Hashem Elokejem Hu Haniljam Lajem – No teman porque el Eterno, su Dios, será quien pelee por ustedes” (Deuteronomio 3:22).
Es decir, si Dios sale con Am Israel a pelear, no tenemos por qué temer. Por eso, cuando Bené Israel pelearon contra Amalek, Moshé estaba desde la cima de una montaña. Cuando levantaba las manos hacia el cielo, Am Israel ganaba la contienda. La Guemará explica que no fueron las manos de Moshé las que hicieron el triunfo, sino que fueron los mismos judíos, que estaban luchando, cuando ellos levantaban las manos hacia Dios, entonces Dios los ayudaba, y la fe de ellos aumentaba, al ver que Dios es el único que los salvaba.
A lo largo de todas las guerras de Am Israel, ellos no salieron a luchar sin el Arca Sagrada en sus manos, para mostrarles a los demás que sin la ayuda de la Torá y de Dios, no se podía conquistar ninguna guerra.
Por eso, cuando David salió a pelear contra Goliat, quien era un gigante con una armadura nueva y con una espada sofisticada más grande que David, se paró frente a Goliat con una onda y cinco piedras. Goliat, al ver a David con cinco piedras, le preguntó a David: ¿acaso creíste que yo era un perro, que viniste a luchar con piedras? Le respondió David: Tú vienes a mí con una espada, con una lanza, y con una jabalina, pero yo vengo a ti en Nombre del Eterno de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel (Samuel I 17:45).
David escribió en sus salmos: “Ele Barejeb Vele Basusim Vanajnu Beshem Hashem Elokenu Nazkir – Unos con carrozas, otros con caballos, pero nosotros, el nombre del Eterno nuestro Dios, recordaremos”. ( ).
Este fue el mensaje que transmitió Moshé Rabenu al pueblo de Israel, desde el primer día de su liderato hasta el último. Cuando Moshé fue a Egipto a rescatar al pueblo de Israel de la esclavitud, le preguntaron: ¿acaso nosotros, unos esclavos, podemos luchar contra el imperio egipcio? Moshé les respondió: nosotros no podemos, pero Dios, seguro que sí puede. Así también ocurrió a la orilla del Mar Rojo, cuando Am Israel estaba confundido, frente a ellos el mar, a los lados desierto, atrás de ellos el ejército egipcio persiguiéndolos, fueron a donde Moshé a preguntarle ¿Qué hacían?, entonces Moshé les respondió este mismo mensaje: “Hashem Yilajem Lajem Vaatem Tajarishu – Dios luchará por ustedes, y ustedes vencerán” (Éxodo 14:14).
Desafortunadamente, Am Israel no ha entendido este mensaje. La sensación de poder y fuerza hace que pensemos que nosotros mismos fuimos los que logramos conquistar el objetivo. Con Bar-Kojbá, pasó lo mismo, al principio venció a sus enemigos, pero al final cuando vio tanto poder en sus manos, llegó el momento en que le dijo a Dios que no lo necesitaba más y que sus ayudas no les eran útiles, que no los molestara más. Está demás decirlo, a la guerra siguiente murió. Así también le ocurrió a Sansón, al principio, como era un nazareo y una persona muy santa, lograba conquistar y vencer a sus enemigos, pero al final, cuando empezó a casarse con mujeres de otras naciones, Dios lo abandonó por haberse revelado en su contra y precisamente por causa de Dalila, cayó. Para enseñarnos que por haber abandonado a Dios, Dios lo abandonó a él.
Debemos saber que todas las guerras dependen de Dios, como lo dijo el salmista: “Im Hashem Lo Yishmor Ir Shav Shakad Shomer - Si Dios no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (Tehilim 127:1).
Uno de los cabalistas de Israel dijo que debemos abrir los ojos, darnos cuenta, cuánto nos ayudó Dios en nuestras guerras contra el enemigo, en volver a reencontrarnos en Israel, y estar concientes de eso. En especial, en la guerra de los seis días, estábamos totalmente rodeados por seis países árabes, como una oveja frente a 70 lobos. Elevamos nuestras voces y ojos al cielo, incluso Moshé Dayán, Ministro de la Defensa Israelí para la época, le pidió al Jazón Ish que se comunicara con todos los religiosos para que pidieran a Dios que nos ayude, y gracias al Supremo Hacedor, quien estuvo con nosotros todo el tiempo y lo seguirá estando, ganamos la guerra milagrosamente.
Existen testimonios, de personas que lucharon en esa guerra, que revelan los milagros tan grandes que en ella ocurrieron.
Uno de los milagros más publicados es el de los siete tanques israelíes que avanzaron muy adentro del Líbano, cuando llegaron a la cima de una colina se vieron rodeados en una semi circunferencia de diez tanques libaneses, los cañones los estaban apuntando. En ese momento todos los soldados israelíes empezaron a rezar Shemá Israel, sabían que se había acabado la travesía. Para sorpresa de ellos, de repente vieron a todos los soldados libaneses con las manos arriba, las caras pálidas y temblando del miedo. Los soldados israelíes salieron de sus tanques, sin entender lo que estaba pasando, los apresaron y los tomaron como prisioneros de guerra. En las investigaciones, los sirios revelaron que cuando sus soldados quisieron entrar a los tanques israelíes para apresar a los soldados, vieron dentro de los tanques muchísimas personas que tenían barbas largas y blancas…
Pero el problema empezó después de esa guerra, cuando empezaron a publicar que todos los honores se lo merecían los del Ejercito Israelí, sin agradecerle a Dios por sus acciones milagrosas, pensaron que tenían los mejores pilotos de guerra del mundo, los mejores soldados, los mejores misiles, ¿quién necesitaba a Dios?
Por eso, desde esa guerra empezaron a surgir los problemas, casi perdíamos las guerras. En la guerra de Yom Kipur, paz en el Galil, Sharón dijo que la estrategia era entrar al territorio enemigo hacer una limpieza y salir, se quedaron 10 años, miles de soldados israelíes murieron ahí. La Intifada, vienen los árabes con piedras, palos y botellas con gasolina y no tenemos forma de defendernos. En la guerra del Golfo, nos quedamos sentados de brazos cruzados con los aviones listos y los soldados también, recibiendo 39 skuds, 39 latigazos y no pudimos reaccionar. Hoy en día, la nueva Intifada está acabando con la población israelí, explotan autobuses públicos, camicaces, etc. Tenemos la bomba atómica, pero Dios no lucha con nosotros. Nos quiere enseñar que si pensamos que los judíos luchan solamente con armas, entonces, las armas no nos ayudarán. Pero si llegamos a entender que Dios es el que lucha por nosotros, entonces el triunfo está asegurado.
El milagro de Januká, el milagro de Purim, el milagro de Egipto, el milagro de Jizkiyahu contra el ejército de Sanjerib, fueron guerras en las que casi no hubieron armas, más que una, el arma secreta de Am Israel, la fe en Dios, “Hashem Ish Miljamá – Dios es un luchador” del Am Israel, basta con que le pidamos de todo corazón y le demostremos que no podemos hacer más nada sin su ayuda, entonces veremos el triunfo.
Que sea la voluntad de Dios que cuide a todos los soldados del ejército israelí de todo daño, que siempre venzan al Yetzer Hará, que tomen a esa Arca Sagrada que llevan con ellos a la guerra, la fe en Dios, para que así siempre escuchemos de ellos buenas noticias, triunfos y paz. Amén.
viernes, 13 de julio de 2007
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