domingo, 29 de julio de 2007

Parasha Ree

¿POR QUÉ LA TORÁ PIENSA DIFERENTE A NOSOTROS?
Por: Rab Amram Anidjar

Existe un dicho popular que dice: Si quieres saber la opinión de la Torá, pregúntale a la gente: ¿qué opinan?, entonces sabrás qué es lo que opina la Torá, exactamente lo contrario.

El motivo no es porque la Torá está torcida, sino porque las personas ven todo al revés. Los médicos explican que la imagen que capta el ojo humano es una imagen volteada, solamente al final del ojo, en la , la imagen se endereza. Es decir, a primera vista todo lo que vemos está al revés, únicamente después es que se endereza. Así también ocurre con la visión instintiva del hombre, primero se piensa todo al revés y solamente con la sabiduría divina es que se puede lograr que se enderecen esos pensamientos.

En nuestra Parashá encontramos muchos temas, pero casi todos son un ejemplo de lo que estamos desarrollando en estas líneas. Siempre nos daremos cuenta que el pensamiento divino está en lo correcto, una vez realizado un análisis profundo y objetivo.

El primer ejemplo lo vemos en la Torá, en nuestra Parashá, específicamente, cuando Dios nos dice: “He aquí que pongo ante vosotros, hoy, a la bendición y a la maldición”. En la Parashá de Nitzabim continua esto, diciendo: “Observa que he puesto ante ti la vida y lo bueno, la muerte y lo malo, la bendición y la maldición… y escogerás la vida” (Deuteronomio 30:16). Aparentemente todos nos preguntamos ¿Por qué Dios nos está ordenando algo que es lógico, nos está ordenando a escoger la vida, por supuesto que lo haremos sin que nos lo ordene?

Para entender esa orden, primeramente, hay que entender qué es vida, qué es bueno y qué es malo. Hay personas que creen que ir los sábados a la playa es muy bueno, que ir a las fiestas “acid”es vida, que estar libre de preceptos divinos es una bendición, que el Shabat es una maldición, que las mitzvot son la muerte, y que estudiar Torá es aburrido porque se pierde el tiempo en tonterías, Dios nos libre.

Por otro lado, hay personas que piensan de otra forma, piensan según los patrones de la Torá, de Dios, que ser un judío temeroso de Dios es bueno, cuidar las mitzvot es una bendición y que estudiar Torá es vida. Por eso escribió la Torá: “…escogerás la vida”, refiriéndose a lo que Dios considera vida y no lo que otros consideran lo que es vida, porque lo que otros piensan, generalmente, está tergiversado y lo que Dios piensa es la verdad. Basta con que analicemos un poco para que nos demos cuenta de esto.

¿Qué es vivir? Cumplir con la Torá y sus preceptos o ir alocado por la vida, emborrachándose, consumiendo drogas, pasarse toda la vida con las amistades en viajes peligrosos… No puede ser, todo esto lo que provoca es la muerte, la muerte espiritual y a veces llega también a provocar la muerte física, Dios nos libre. ¿Acaso eso es vida? Al contrario, solamente la Torá, es quien nos enseña como vivir adecuadamente. Tomen como ejemplo las leyes que expone Maimónides acerca de cómo se debe comer, que se debe comer, cuándo se debe comer, cómo nos debemos bañar, cómo hacer deportes, y verán ¡qué calidad de vida! Además, el que cumple con todas esas leyes, tiene asegurado que jamás se enfermará. También si tomamos las máximas que nos transmitieron nuestros sabios, acerca de cómo debemos abandonar el odio, la envidia, el orgullo, y alegrarnos con lo que tenemos, veremos que viviremos mucho mejor. Todo esto es sin hablar de la vida en el mundo eterno, que esa vida sí es vida.

El segundo ejemplo lo encontramos también en nuestra Parashá, específicamente cuando se habla del esclavo hebreo. Desde un punto de vista superficial todos se preguntan: ¿acaso un judío puede ser esclavo? No puede ser, es desconcertante. Pero la Torá nos enseña que el que roba deberá ser vendido como esclavo, otra vez desde un punto de vista superficial, no aparenta ser lógico, pero al final, veremos que la Torá tiene razón. ¿Por qué? Analicemos lo que hacen hoy en día, en el mundo moderno y avanzado.

¿Qué castigo merece un ladrón? La cárcel, diez años, cinco años, veinte años, todo depende de lo que robó. Imaginémonos un joven que le arranca a una mujer su cartera, llena de dinero, la cadena de oro, y se escapa, pero al final es atrapado por la policía. Le decretan tres años de cárcel. En esa cárcel, ¿con quién se rodea? Seguramente que no se rodea con gente sana, sino con ladrones, violadores, asesinos. A lo largo de su estadía en la cárcel, este joven es entrenado, por esos delincuentes, cómo robar bancos, cómo escaparse de los policías, qué se le dice al juez… En resumidas cuentas, después de tres años en la cárcel, sale graduado de ladrón profesional de la mejor universidad en la materia de toda la ciudad. Desde el día que sale, empieza a trabajar. Ni hablar del dinero, ni de la cadena de oro, que le robó a esa mujer, esto jamás aparecerá. Si la mujer tiene suerte, que se cuide de que no se vengue, este joven que fue encarcelado, durante tres años, por culpa de ella.

Por otro lado, la línea de pensamiento de la Torá es diferente. Cuando se atrapa al ladrón, quien robo seguramente porque no tenia lo qué comer, si no tiene cómo cancelar lo robado, se le manda directamente a trabajar a la casa de quien él robó. Con sus horas de trabajo va pagando el importe total de lo robado. En ese hogar recibe un trato cálido, tanto es así, que la Guemará dice que el que adquiere un esclavo, es como que hubiera adquirido un patrón. El patrón está obligado a darle honores, comida, y si en la casa hay solo una cama, el esclavo es quien la usa y no el amo. En ese hogar es donde aprende el esclavo a comportarse correctamente, sin dañar a los demás. Después de unos años de trabajo, que jamás excede los seis, el patrón está obligado a darle, a ese esclavo, de sus bienes, un poco de ganado, cosechas de uvas y de granos, para que emprenda su vida de nuevo, con bienestar, para que más nunca vuelva a robar. Entonces, ¿Quién tiene razón, la Torá o la justicia moderna, nuestra forma de pensar o la de Dios?

Un tercer ejemplo, lo encontramos en nuestra Parashá, la Torá habla de las bondades del hombre para el hombre, de la caridad. Analicemos, qué piensan las personas al respecto. Muchos piensan que si dan el diezmo, se vana empobrecer. Si finalmente lo dieron, el pobre le debe agradecer toda su vida. Pero, vamos a analizar qué piensa la Torá de esto. Si finalmente diste, ganaste. Cuando des dinero al pobre, agrádesele por recibirlo de tí.

Pero, ¿por qué la Torá piensa así? Porque el dinero que posee la persona, no le vino por sus propios méritos, sino que Dios fue quien se lo dio. Tal y como lo dice el versículo de Proverbios ( ): “El rico y el pobre se encontraron, Dios es quien los hizo así”. Los comentaristas explicaron que todo el mundo piensa que los ricos son ricos porque son personas sabias, saben cómo hacer los negocios, etc. Y que los pobres, son pobres porque son menos capacitados y estudiados. Pero cuando se encuentran, nos daremos cuenta que el pobre es más sabio que el rico, quien no sabe ni siquiera diferenciar entre la izquierda y la derecha. Entonces, es cuando entendemos que todo depende de Dios, Él es quien lo hizo. La riqueza no viene por la sabiduría, ni la pobreza por la ignorancia, estas son cuentas divinas. Es por esto, que Dios nos ordenó a dar diez por ciento de nuestro capital a los pobres. Si se lo damos, entonces nos bendecirá, como lo dice en nuestra Parashá (Deuteronomio 15:10), ¿por qué? ¿Acaso que por eso Dios te bendecirá? Dios sí te bendecirá porque está observando que estás ayudando a los demás, y por eso te multiplica tus ganancias. Entonces no podemos ver como que estamos perdiendo, sino que debemos ver que estamos ganando. Entonces, ¿Quién tiene que agradecer a quién?, ¿Qué le diste al pobre? Dinero, comida, pero ¿Qué recibiste de Dios, a cambio de eso? Bendiciones, protección de la muerte, entonces, recibiste vida. Incluso en el mundo venidero, si diste cien dólares, recibirás cosas que, ni siquiera con un millón de dólares, podrás comprarlas. ¿Quién recibió más que quién? ¿Quién debe agradecer a quién?

Por eso, cuando le preguntó Naomí a su nuera Ruth, quien era una mujer pobre que iba a recolectar las sobras de los campos, ¿Quién es ese buen hombre que te permitió agarrar espigas de su campo? Ruth le respondió: El hombre, a quien le hice el favor de recolectar de su cosecha y no de otra, se llama Boaz. Esa respuesta no es un descaro, sino que es la realidad, porque el rico siempre recibe más de lo que da. Entonces, ¿quién tiene razón, la Torá o nosotros?

Siempre, desde un punto de vista superficial, las palabras de Dios son ilógicas, como los hijos que piensan que sus padres siempre se equivocan, solamente cuando crecen se dan cuenta cuánta razón tenían sus padres. Así ocurre con la Torá.

Que sea la voluntad de Dios que nos abra nuestro entendimiento y captemos sus enseñanzas tan sabias y verdaderas, su visión correcta de las cosas, para que así podamos siempre escoger el camino de la vida y del bien. Amén.

Parasha Ekev

HONRADOS POR DIOS
Por: Rab Amram Anidjar

En esta Parashá, Rashí empieza explicando la importancia de las mitzvot sencillas, su cumpliendo debe ser igual de estricto que las mitzvot más difíciles e importantes.

Aparentemente, no se entiende esta clasificación de las mitzvot, ya que nadie sabe, ¿cuál es más sencilla y cuál es más importante? Es por eso que en el Pirké Avot está escrito, que debemos cuidarnos en cumplir todas las mitzvot, tanto las sencillas como las importantes, ya que no sabemos la recompensa que hay atrás de estas.

¿Cuál es la prueba que no se puede jerarquizar las mitzvot? En toda la Torá no se escribió acerca de las recompensas de cada mitzvá, menos dos, enviar la madre para tomar a sus polluelos, y la mitzvá de honrar a los padres, ambas tienen la misma recompensa, vida larga.

Analicemos, las diferencias existentes entre estas dos mitzvot. Mandar a la madre para tomar a sus polluelos es una mitzvá muy fácil, sin embargo honrar a los padres es muy difícil, porque la mitzvá contiene mucho contenido y detalles. La primera se hace en un instante y la segunda toda la vida. Una es entendible y la otra no. Entonces, si es así, ¿Cómo es posible que tengan el mismo pago? Precisamente por eso, Dios nos quiso enseñar que no podemos evaluar a las mitzvot según los datos que nosotros poseemos, necesitamos de otros datos, para saber cual es una mitra sencilla y cual es importante.

En función de esto, se le pregunta a Rashí: ¿Cómo es posible que él nos catalogue a las mitzvot, como las difíciles y las sencillas? La respuesta es que Rashí nos quiso decir que dentro de las mitzvot, hay detalles mínimos, los cuales debemos de cumplirlos sin despreciarlos. Es decir, las mitzvot no son más o menos importantes, eso nadie lo sabe. Pero el consejo de Rashí es que sepamos respetar y valorar los detalles pequeños para que cumplamos a plenitud con las mitzvot. Por ejemplo, en la mitzvá de tefilín, hay muchos detalles, hay muchas leyes que detallan con exactitud todos los requisitos necesarios para tener un tefilín. Todas estas leyes, aunque nos parezcan innecesarias, o sin importancia, vienen nuestros sabios y nos advierten que nuestra observancia a esas leyes debe ser más respetuosa y sin despreciarlas. Otro ejemplo, puede ser con los Tzitzit, no basta con que tengamos una tela con cuatro esquinas, debemos saber cómo hacer los nudos, qué material, etc. o con la mitzvá de Tefilá (rezar) vemos que no es venir rezar y se acabó, sino que hay sus leyes de cómo rezar, un orden, cundo rezar, qué rezar, etc. Todos esos detalles son importantísimos, como la esencia de rezar.

Hay quienes cumplen las mitzvot, de forma general, comen Kasher, escuchan el shofar, rezan, pero hay quienes cumplen las mitzvot con todos los detalles que la rodean.

Si por ejemplo, dos personas van a una circuncisión, una vez que el rabino nombró al niño, van a la comida, uno de ellos se lava las manos, dice berajá, come su pan, dice unas palabras de Torá en la mesa, separa entre pescado y carne, hace Mayim Ajaronim, dice Birkat Hamazón y se va. El otro, llegó, comió unas galletas, buñuelos, echó unos chistes, hablo de la política del país, y se fue. Al salir un tercero los encontró a ambos y les preguntó, ¿Cómo les había ido? Ambos respondieron que muy bien. ¿Acaso que ambos se merecen la misma recompensa de esa comida de mitzvá (Seudá Mitzvá)?

Dos personas vana rezar en la mañana, uno reza con cuidado, pronunciando todo perfectamente, sin hablar, sin interrumpir, y el otro reza desconcentrado en lo que está diciendo, se salta estrofas y palabras del rezo, habla con el vecino, etc. Ambos, al culminar el rezo, dirán que rezaron, pero la diferencia es que uno rezó cuidando todos los detalles que rodean esa mitzvá y el otro los ignoró.

Por eso en nuestra Parashá está escrito: “Vehayá Ekev Tishmeún, Vaasitem, Ushamartem – Y, por consiguiente, si escucharán estos preceptos, y los cumplirán, y los guardarán” (Deuteronomio 7:12) hablando en plural. Después continua diciendo “…Venatán Lejá, Veahabejá Uberajejá – Y te dará, te amará y te bendecirá…” (Deuteronomio 7), en singular. ¿A qué se debe ese cambio en la redacción? Explican nuestros sabios que en el momento de hacer mitzvot todas las personas están juntas, bajo la misma obligación, pero en el momento del pago, de la recompensa de estas mitzvot, se hace a cada judío por separado. Es por eso que a veces está escrito en plural y a veces en singular. A cada uno le llega su pago en función del empeño invertido, de lo que se esforzó en cumplir una mitzvá. A medida que nos cuidamos más en las mitzvot, cumpliéndolas con todos sus detalles, lo mejor posible, estamos valorándolas, y por ende estamos causando que los aplausos que nos merecemos, crezcan.

Por ejemplo, si dos personas están pasando de la azotea de un edifico, de 22 pisos de alto, a otra azotea de un edificio que está enfrente. La diferencia es que uno lo hace con una tabla de 50 cm. de ancho y el otro en un cable de 1 cm. de ancho. ¿Quién se merece más aplausos? Uno fue casi corriendo, de un extremo al otro, sin concentrarse. Pero el otro, sudó, se concentró, se esforzó en no caer, encima del peligro, y también lo logró. Seguramente que el segundo es quien se merece más aplausos, ya que su esfuerzo fue mayor que el primero. Así también ocurre con todas las mitzvot. Hay personas que hacen las mitzvot muy a la ligera, sin esmerarse, lo que es positivo, ya por lo menos las hacen. Pero los aplausos se los merecen aquellos que se concentran en cada mitzvá, se esmeran en hacerlas bien, de principio a fin, en todos sus detalles.

Es una lástima que no pensemos, si ya estamos haciendo la mitzvá, hagámosla con ganas. De todas formas, la vamos a hacer, entonces adornémosla con todos esos detalles que exige la ley, para que nos llevemos los aplausos de Dios, además de la mitzvá. Asemejemos las mitzvot con pinturas, a medida que hayan más detalles bonitos, más cara será la pintura. Si alguien nos pide dibujar una casa, no es lo mismo hacer una casa y ya. Que si hacemos una casa con un cielo celeste encima de ella, un sol, con césped, un árbol con un pajarito, un gato en la entrada de la casa. Seguro que hay diferencia.

Por esto, debemos de tratar de esforzarnos en hacer las mitzvot perfectamente, para que Dios nos aplauda, nos alabe y nos influencie positivamente. Amén.

Parasha Vaetjanan

AMARÁS AL ETERNO
por: Rab Amran Anidjar

En nuestra Parashá aparece uno de los versículos más famosos de la Torá. “Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad, Veahabtá Et Hashem Elokeja… – Escucha Oh Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno. Y Amarás al Eterno tu Dios…”.

Este versículo nos acompaña toda la vida, desde el Brit Milá, hasta que la persona se va de este mundo. El primero que lo pronuncia es el padre del recién nacido, en voz alta antes de proceder con la circuncisión. Cuando crece, lo primero que se les enseña, tanto a los niños como a las niñas, es este versículo. Durante todos los días de nuestra vida lo decimos un par de veces, una en la mañana y otra en la noche, además de la que decimos antes de irnos a dormir. En los tefilín de la cabeza y del brazo, que nos ponemos todos los días, también viene escrito dentro de ellos toda la Shemá. Cuando nos casamos, que construimos nuestro hogar, lo primero que hacemos es poner, en todos los marcos de puerta de la casa, una Mezuzá, en la que también está escrita la Shemá. En los últimos instantes de vida (mejorado los 120 años para todos), estamos pronunciando nuevamente este versículo, para entregar nuestra alma al Creador. “Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad”.

¿Qué es lo que tiene este versículo de especial? Es sabido que hay varios tipos de amor. Amor al hombre, a sí mismo, a la esposa, a los hijos, a los padres, a los amigos, a su país de nacimiento, a la patria, al dinero, etc.

A lo largo de la vida, la persona se enfrenta a la pregunta: ¿Qué es más importante, este amor o el otro? La respuesta depende de la decisión de la persona. A veces, la persona se encuentra en situaciones en las que le dicen que escoja entre la vida o el dinero. Otro ejemplo, puede ser cuando la madre le pide a su hijo pasar las fiestas, juntos y la esposa se niega. Como estos, existen otros ejemplos más en los que la persona debe de decidir, qué amor es más importante.

El pueblo judío tiene otro amor que es el amor a Dios, “Veahabtá Et Hashem Elokeja - Y Amarás al Eterno tu Dios…”. Este tipo de amor, como lo escribe el Pele Yoetz, es el más elevado que pueda existir en el mundo.

A lo largo de las generaciones, Am Israel se ha enfrentado a situaciones en las que lo ponen a prueba, para chequear, si el amor a Dios verdaderamente está en la cúspide de la pirámide, o no.

¿Cuántas veces en el pasado los goyim nos pusieron frente estatuas de idolatría para prosternarnos ante ellas o ante cruces? Incluso nos han preguntado: ¿Qué es más importante tu vida o tu Dios? Todos conocemos cuántos judíos valientes han pasado la prueba, frente a los malvados santificaron el nombre de Dios en la Tierra, demostrando así que el amor a Dios está por encima de todas las cosas.

En el tratado de Guitín (53b) del Talmud, se relata la historia de Janá y sus siete hijos. El rey tomó a los siete hijos de Janá, le dijo al primero que renegara de Dios y este le respondió que la Torá ordenó, en el primer mandamiento, creer en Dios, por lo tanto hizo caso omiso de la orden del rey y este lo mató. Le dijo al segundo que debería creer en dos dioses, porque si no lo mataría; le respondió con el segundo mandamiento, No tendrás otros dioses. Entonces lo mató. Al tercero le dijo que continuara creyendo en Dios, pero que sacrificara un animal a su dios, el niño le respondió que aquel que ofrezca sacrificios a otros dioses será excomulgado, por eso no lo hizo y también lo mató. Le dijo al tercero que siga creyendo en Dios, pero que se prosternara ante su estatua, le respondió que está prohibido prosternarse a otro dios, lo mató. Al quinto hijo le dijo, que por lo menos, aceptara que Dios tiene las mismas fuerzas que sus dioses, le respondió: “Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad – Escucha Oh Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno”, solo hay uno poderoso, por eso lo mató. Al sexto le dijo, que por lo menos, creyera que sus dioses son un puente para unirlo con Dios, este le respondió que no hay otro que no sea Dios, lo mató. Al séptimo le dijo que aceptara que Dios es el verdadero, pero que por lo menos, dejó de estar junto a Am Israel y ahora el pueblo elegido eran los goyim, el niño menor también se negó a aceptarlo, ya que está escrito que Dios diariamente renueva su pacto. El rey le pidió a este niño que por favor no lo avergonzara delante de sus ministros, ya había matado a sus seis hermanos y todavía no había conseguido que ninguno aceptara sus planes, para eso le propuso que le lanzaría su anillo al piso para que se viera como que se prosterna ante la estatua, también para eso se negó. Entonces Janá, antes de que mataran a su séptimo hijo, le pidió a su hijo que cuando llegue frente a Dios que le dijera: “Abraham Abinu demostró su amor a Dios, a través de una prueba muy difícil, sacrificar a su único hijo, pero este finalmente no fue matado. Sin embargo, ella junto a sus hijos tuvieron que ponerse a prueba y sí fueron matados, demostrando así que el amor de todos ellos hacia Dios era mucho mayor que el de los demás.

Desde entonces hasta hoy en día, nos hemos preguntado si el amor a Dios que sentimos está por encima de todo o no.

El Ben Ish Jai escribió en su libro, una historia que dice así: había una vez, un judío muy pobre que vivía de la caridad. Este judío, recibió una oferta de un cura, que le dijo que si se convertía al cristianismo le daría un sueldo muy bueno, con el que podría vivir cómodo, sin ningún tipo de apuro. El judío le preguntó: ¿En qué consistía ser cristiano? El cura le explicó que lo único que tenía que hacer era, no comer carne en semana santa. El judío le preguntó: ¿Entonces cómo me hago cristiano? El cura le dijo que le echaría encima de su cabeza agua bendita, decía unas palabras y así se hacia cristiano. El judío aceptó, el cura le echo su agua bendita y le dijo: No eres judío, eres cristiano. No eres judío, eres cristiano… El cura para chequear al judío, que tanta plata había recibido de la Iglesia, fue a su casa en semana santa a ver si estaba cumpliendo con el trato. Cuando entró de sorpresa a la casa, vio que el judío estaba comiendo un trozo de carne muy gustoso. En ese momento el cura se molestó, le empezó a insultar y a gritar, pero el judío no entendía por qué le gritaba, y le explicó al cura que eso no era carne. El cura le preguntó ¿Cómo que no es carne, si lo estoy viendo? El judío le dijo que antes de sentarse a comer le echó agua bendita a la carne y le dijo: Tú no eres carne, eres pescado. No eres carne, eres pescado…

Hoy en día, gracias a Dios, no existe la amenaza, que nos obliguen a renegar de nuestra religión para continuar viviendo. Pero, sí existen otras situaciones, en las que el amor a Dios queda en cuestión. Por ejemplo, con el dinero, nos preguntamos: ¿Qué preferimos, rezar en las mañanas Shajrit o abrir más temprano la tienda? ¿Rezar Minjá o cerrar más tarde la tienda? ¿Cerrar el negocio en Shabat o trabajar un día más a la semana? ¿Cuidarnos de robar, mentir, no pagar a tiempo o ganar dinero a como de lugar? ¿Comprar tefilín, mezuzot, libros de Torá o guardar el dinero en el banco?

También con las pasiones y deseos estamos a prueba, si preferimos eso o el amor a Dios. Por ejemplo, si a alguien le gusta la comida china, pero no es Kasher, ¿a quién queremos más a los chinos o a Dios? Si a alguien le gusta ir a la playa los sábados, pero Dios lo prohibió, ¿Qué es más importante, mi disfrute o la voluntad de Dios? Si a una mujer le gusta vestirse a la moda, sin recato, pero Dios le prohibió a ella ir descotada, ¿Qué es más importante la comodidad de ella o la orden de Dios?

Las relaciones prohibidas son otra amenaza, que nos pone a prueba nuestro amor a Dios. Cuando la persona tiene la tentación de ir con su esposa en periodos de impureza o mantener relaciones extramatrimoniales, debe pensar ¿a quién ama más, a Dios, amor eterno, o a…, amor temporal? Todo esto es sin hablar de los que se casan con goyá, o judías con goyim, que desprecian a Dios por el goy o repugnan a esa cadena milenaria judía por una goyá, cosas por la que nuestros antepasados dieron sus vidas, en el pasado.

El rey Salomón en el Cantar de los Cantares describió el amor del pueblo judío por Dios, lo asemejó al amor de un hombre por su mujer, al igual que la mujer haría lo que fuera por el bienestar de su marido o el marido por el bienestar de su esposa, así también haríamos nosotros lo que fuera por el amor que sentimos por Dios. Cuando la esposa le dice al marido que está un poquito gordo, que haga dieta, si el marido la ama, seguramente lo hará. Al igual que si el marido le insinúa a su esposa que está un poquito “circular”, con amor, la mujer estaría dispuesta a hacerlo por él. También cuando la mujer llama a su marido a las cuatro de la mañana, que necesita hablar con él algo muy importante, si el marido la ama, saldrá disparado como un misil para ayudar a su esposa. Así es también con nosotros, cuando Dios nos pide que no comamos ciertos productos, si verdaderamente lo amamos, no comeremos ese producto y si, en verdad, amamos a Dios el despertar en las mañanas para ir a rezar es mucho más fácil. Cuando amamos otras cosas, dejamos a Dios de segundo o tercer nivel.

Que sea la voluntad de Dios que el amor que le tengamos, siempre esté por encima de todas las demás cosas, para que pronto se revele, a los ojos de los demás pueblos, el amor que siente Él por su pueblo escogido y bendito. Amén.

viernes, 13 de julio de 2007

Parasha Devarim

Libro Devarim
NUESTROS SOLDADOS
Por Rab: Amram Anidjar


En nuestra Parashá, Moshé Rabenu nos relata las guerras que tuvo Am Israel antes de su entrada a la tierra prometida. Es decir, con las naciones que eran vecinas de Israel, para llegar a entrar a la tierra santa. Además de las guerras que hicieron dentro de Israel para conquistarla. Pero antes de todas las guerras, Moshé nos dio un mensaje que aparentemente no tiene nada que ver con el asunto de las guerras, pero ese mensaje es el secreto del éxito en todas nuestras guerras contra el enemigo. Este secreto, es muy importante que el Tzahal (Ejército Israelí) lo conozca, para que venza constantemente al enemigo.

Moshé le recuerda al pueblo lo que pasó con un pequeño grupo de judíos, que se separó de ellos para luchar contra los enemigos, que posteriormente murieron en su intento. Este recordatorio fue hecho por Moshé para enseñarle al pueblo, cómo es la forma de guerrear, la estrategia que usa el pueblo elegido para luchar contra sus enemigos. A diferencia de los goyim, Am Israel posee un arma secreta que es Dios, cuando salimos a la guerra sin nuestra arma, sin Dios, los chances de ganar son ínfimos, y así fue como terminó Moshé la Parashá, en el último versículo, “Lo Tiraú Ki Hashem Elokejem Hu Haniljam Lajem – No teman porque el Eterno, su Dios, será quien pelee por ustedes” (Deuteronomio 3:22).

Es decir, si Dios sale con Am Israel a pelear, no tenemos por qué temer. Por eso, cuando Bené Israel pelearon contra Amalek, Moshé estaba desde la cima de una montaña. Cuando levantaba las manos hacia el cielo, Am Israel ganaba la contienda. La Guemará explica que no fueron las manos de Moshé las que hicieron el triunfo, sino que fueron los mismos judíos, que estaban luchando, cuando ellos levantaban las manos hacia Dios, entonces Dios los ayudaba, y la fe de ellos aumentaba, al ver que Dios es el único que los salvaba.

A lo largo de todas las guerras de Am Israel, ellos no salieron a luchar sin el Arca Sagrada en sus manos, para mostrarles a los demás que sin la ayuda de la Torá y de Dios, no se podía conquistar ninguna guerra.

Por eso, cuando David salió a pelear contra Goliat, quien era un gigante con una armadura nueva y con una espada sofisticada más grande que David, se paró frente a Goliat con una onda y cinco piedras. Goliat, al ver a David con cinco piedras, le preguntó a David: ¿acaso creíste que yo era un perro, que viniste a luchar con piedras? Le respondió David: Tú vienes a mí con una espada, con una lanza, y con una jabalina, pero yo vengo a ti en Nombre del Eterno de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel (Samuel I 17:45).

David escribió en sus salmos: “Ele Barejeb Vele Basusim Vanajnu Beshem Hashem Elokenu Nazkir – Unos con carrozas, otros con caballos, pero nosotros, el nombre del Eterno nuestro Dios, recordaremos”. ( ).

Este fue el mensaje que transmitió Moshé Rabenu al pueblo de Israel, desde el primer día de su liderato hasta el último. Cuando Moshé fue a Egipto a rescatar al pueblo de Israel de la esclavitud, le preguntaron: ¿acaso nosotros, unos esclavos, podemos luchar contra el imperio egipcio? Moshé les respondió: nosotros no podemos, pero Dios, seguro que sí puede. Así también ocurrió a la orilla del Mar Rojo, cuando Am Israel estaba confundido, frente a ellos el mar, a los lados desierto, atrás de ellos el ejército egipcio persiguiéndolos, fueron a donde Moshé a preguntarle ¿Qué hacían?, entonces Moshé les respondió este mismo mensaje: “Hashem Yilajem Lajem Vaatem Tajarishu – Dios luchará por ustedes, y ustedes vencerán” (Éxodo 14:14).

Desafortunadamente, Am Israel no ha entendido este mensaje. La sensación de poder y fuerza hace que pensemos que nosotros mismos fuimos los que logramos conquistar el objetivo. Con Bar-Kojbá, pasó lo mismo, al principio venció a sus enemigos, pero al final cuando vio tanto poder en sus manos, llegó el momento en que le dijo a Dios que no lo necesitaba más y que sus ayudas no les eran útiles, que no los molestara más. Está demás decirlo, a la guerra siguiente murió. Así también le ocurrió a Sansón, al principio, como era un nazareo y una persona muy santa, lograba conquistar y vencer a sus enemigos, pero al final, cuando empezó a casarse con mujeres de otras naciones, Dios lo abandonó por haberse revelado en su contra y precisamente por causa de Dalila, cayó. Para enseñarnos que por haber abandonado a Dios, Dios lo abandonó a él.

Debemos saber que todas las guerras dependen de Dios, como lo dijo el salmista: “Im Hashem Lo Yishmor Ir Shav Shakad Shomer - Si Dios no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (Tehilim 127:1).

Uno de los cabalistas de Israel dijo que debemos abrir los ojos, darnos cuenta, cuánto nos ayudó Dios en nuestras guerras contra el enemigo, en volver a reencontrarnos en Israel, y estar concientes de eso. En especial, en la guerra de los seis días, estábamos totalmente rodeados por seis países árabes, como una oveja frente a 70 lobos. Elevamos nuestras voces y ojos al cielo, incluso Moshé Dayán, Ministro de la Defensa Israelí para la época, le pidió al Jazón Ish que se comunicara con todos los religiosos para que pidieran a Dios que nos ayude, y gracias al Supremo Hacedor, quien estuvo con nosotros todo el tiempo y lo seguirá estando, ganamos la guerra milagrosamente.

Existen testimonios, de personas que lucharon en esa guerra, que revelan los milagros tan grandes que en ella ocurrieron.

Uno de los milagros más publicados es el de los siete tanques israelíes que avanzaron muy adentro del Líbano, cuando llegaron a la cima de una colina se vieron rodeados en una semi circunferencia de diez tanques libaneses, los cañones los estaban apuntando. En ese momento todos los soldados israelíes empezaron a rezar Shemá Israel, sabían que se había acabado la travesía. Para sorpresa de ellos, de repente vieron a todos los soldados libaneses con las manos arriba, las caras pálidas y temblando del miedo. Los soldados israelíes salieron de sus tanques, sin entender lo que estaba pasando, los apresaron y los tomaron como prisioneros de guerra. En las investigaciones, los sirios revelaron que cuando sus soldados quisieron entrar a los tanques israelíes para apresar a los soldados, vieron dentro de los tanques muchísimas personas que tenían barbas largas y blancas…

Pero el problema empezó después de esa guerra, cuando empezaron a publicar que todos los honores se lo merecían los del Ejercito Israelí, sin agradecerle a Dios por sus acciones milagrosas, pensaron que tenían los mejores pilotos de guerra del mundo, los mejores soldados, los mejores misiles, ¿quién necesitaba a Dios?

Por eso, desde esa guerra empezaron a surgir los problemas, casi perdíamos las guerras. En la guerra de Yom Kipur, paz en el Galil, Sharón dijo que la estrategia era entrar al territorio enemigo hacer una limpieza y salir, se quedaron 10 años, miles de soldados israelíes murieron ahí. La Intifada, vienen los árabes con piedras, palos y botellas con gasolina y no tenemos forma de defendernos. En la guerra del Golfo, nos quedamos sentados de brazos cruzados con los aviones listos y los soldados también, recibiendo 39 skuds, 39 latigazos y no pudimos reaccionar. Hoy en día, la nueva Intifada está acabando con la población israelí, explotan autobuses públicos, camicaces, etc. Tenemos la bomba atómica, pero Dios no lucha con nosotros. Nos quiere enseñar que si pensamos que los judíos luchan solamente con armas, entonces, las armas no nos ayudarán. Pero si llegamos a entender que Dios es el que lucha por nosotros, entonces el triunfo está asegurado.

El milagro de Januká, el milagro de Purim, el milagro de Egipto, el milagro de Jizkiyahu contra el ejército de Sanjerib, fueron guerras en las que casi no hubieron armas, más que una, el arma secreta de Am Israel, la fe en Dios, “Hashem Ish Miljamá – Dios es un luchador” del Am Israel, basta con que le pidamos de todo corazón y le demostremos que no podemos hacer más nada sin su ayuda, entonces veremos el triunfo.

Que sea la voluntad de Dios que cuide a todos los soldados del ejército israelí de todo daño, que siempre venzan al Yetzer Hará, que tomen a esa Arca Sagrada que llevan con ellos a la guerra, la fe en Dios, para que así siempre escuchemos de ellos buenas noticias, triunfos y paz. Amén.

Parasha Mase

AYUDANDO A LOS DEMÁS
Por Rab: Amram Anidjar

Esta es la última Parashá del libro de Bamidbar y si buscamos un mensaje en común de todas las parashiot, encontraremos un mensaje especial que nos ayudará a todos nosotros. Está escrito: “Ein Tzadik… Asher Lo Yejetá – No hay una persona justa… que no haya pecado”. El pecado de una persona justa es mucho más grave que el de una persona simple, porque los que lo observan dirán: Si ese peca, entonces ¿qué esperan de mí?

A lo largo de todas las parashiot del libro de Bamidbar, vimos cómo el Yetzer Hará se esforzó para tumbar a los grandes, a los líderes, a los personajes ejemplares, de una manera imponente, ya que una vez hecho esto, el trabajo con el resto del pueblo es mucho más fácil lo vence sin mayores problemas, incluso hasta se caen solos, se desvanecen automáticamente.

Vimos por ejemplo, en la Parashá de Bamidbar, el pecado de los hijos de Aharón, Nadab y Abihú, quienes fueron consumidos por un fuego por no haber ofrendado correctamente los sacrificios a Dios (Números 3:4). En la Parashá de Behaalotejá, vimos cómo Miriam fue castigada con la lepra por haber hablado mal de su hermano Moshé. Incluso Aharón incurrió en un grave error al no haber reconvenido a Miriam. En esa misma Parashá vimos que, según el Midrash, los 70 sabios de la corte empezaron a desear la carne de res, de una manera exigente y junto a ellos arrastraron al resto del pueblo a quejarse y a rebelarse contra Moshé (Números 11:4).

En la Parashá Shlaj Lejá vimos cómo diez de los doce príncipes de las tribus, personas importantes, hablaron mal de la tierra de Israel, provocando que el pueblo despreciara a la tierra santa (Números 1:1).

En la Parashá de Koraj vimos que Koraj, uno de los Levy más importantes del santuario, que cargaba el Arca Sagrada, se rebeló contra Moshé arrastrando consigo a 250 líderes, provocando así sus muertes.

En la Parashá Jukat vimos que Moshé no santificó el nombre de Dios ante lo ojos de Israel, al no haberle hablado a la roca, como lo había ordenado Dios, y por el contrario la golpeó, provocando esto la prohibición de entrar a la tierra prometida (Números 20:11).

En la Parashá de Balak y Pinjás vimos que Zimrí Ben Salúh, presidente de la tribu de Shimón, ante los ojos de todo Israel, tomó como mujer a Kosbí Bat Tzur, princesa de Midián, provocando que 24000 jóvenes, la mayoría de su propia tribu, fueran en busca de mujeres de Midián para juntarse con ellas, lo que desafortunadamente causó que también hicieran idolatría (Números 25:6:14).

En la Parashá de Matot vimos cómo los rabinos más importantes de esa época (encargados de miles de personas), regresaron de la guerra contra Midián y Moab, con las moabitas que hicieron pecar a los jóvenes, pues las metieron como prisioneras dentro del campamento de Israel, en vez de haberlas matado en su ciudad. Entonces, Moshé les reconvino por la tontería tan grande que hicieron. (Números 31:14).

Hasta ahora hemos visto cómo el Yetzer Hará trabajó fuertemente para vencer a los grandes, convencerlos para pecar, para que los demás cayeran por sí mismos. Es como un pastor que se encarga de dirigir a las primeras ovejas hacia una dirección y ya todas las demás continúan su camino hacia esa dirección. Por eso dijeron nuestros sabios: Todo aquel que es mayor que su compañero, mayor es su instinto del mal. El Yetzer Hará prefiere trabajar con uno y no con cien a la vez.

En nuestra Haftará, el profeta Yirmiyáhu quería resumir el por qué se destruyó el Templo de Jerusalem, diciendo: “Los sacerdotes no preguntaron ¿dónde está el Eterno?, los que manejan la ley no me conocieron, y los gobernantes cometieron transgresiones contra Mí, los profetas también profetizaron por Baal y anduvieron detrás de cosas que no dan provecho”. Es decir, Yirmiyáhu hizo hincapié, en cómo los grandes pecan y el resto del pueblo cae.

Por eso, cuando el rey David tomó a Bat Sheva, la esposa de Uriá, aunque estaba divorciada de éste, el profeta Natán le dijo a David, después de que ésta lloró y se arrepintió de sus actos: “Hashem Heebir Jatatjá – Dios perdonó tu pecado” ( ). El profeta Natán también le dijo que tenía otra cosa por resolver, ya que ese pecado causó que se profanara el nombre de Dios en público y provocó que los malvados aprendieran de él y pensaran que si el justo rey David lo hizo, entonces ellos con más razón podían hacerlo.

Así vemos cuánto se debe cuidar la persona de no causar que los demás pequen, pues todos somos ejemplos de todos y todos aprenden de nosotros cuando pecamos. Lo queramos o no, somos ejemplos de otros, el Yetzer Hará lo sabe y por eso se esfuerza en vencernos para que demos malos ejemplos a los demás. Como al Yetzer Hará le cuesta convencer a todo el Kahal de una sinagoga a hablar, entonces convence al rabino o al Jazán para que hablen en medio del rezo, para que así todos los demás lo hagan.

Él no puede convencer a 50 hombres a mirar algo prohibido; convence a una mujer para que vaya caminando por la calle vestida sin recato, y entonces diez, cincuenta y hasta cien hombres caen. Debemos cuidarnos siempre de no ser la primera ovejita del rebaño, que guía a las demás al abismo. No podemos ser el vagón del tren que guía al resto de los vagones a un accidente trágico. Bien sea que seamos lideres pequeños o grandes, o mujeres, debemos cuidarnos de no hacer pecar a los demás por el ejemplo de nuestras acciones.

Para terminar, les voy a contar la historia de Sol, la justa, quien vivía en Marruecos. Al rey de ese país se le antojó juntarse con esta judía, Sol, y ella se negó a ir con él de manera rotunda. El rey, al escuchar esto, le decretó la muerte y además que su cuerpo fuera arrastrado por las calles de la ciudad donde vivía, para que todos temieran al rey. Al decretar esto, le preguntaron a Sol, cuál era su último deseo Sol pidió una cajita de imperdibles. Cuando se la dieron, empezó a pegar su vestido a su piel, con los imperdibles, para que no la vieran sin recato cuando el caballo la arrastrara por la ciudad. De aquí vemos cuán importante era para ella no hacer pecar a los demás. Ese día, los esclavos del rey la amarraron a la cola de un caballo, la arrastraron por todas las calles y posteriormente la asesinaron.

Es muy importante cuidarnos de no hacer pecar a los demás. El Yetzer Hará, convence a los jóvenes a pecar, a través de un amigo que organice una reunión en su casa para que el resto de los amigos vayan y pequen allá. O a veces un padre, es convencido por el Yetzer Hará, para ir a la playa en Shabat y entonces toda la familia peca por él. Tenemos prohibido ser los emprendedores de ese tipo de cosas, porque todos esos pecados son debitados a ellos y a nosotros. En vez de ser la cabeza del mal, seamos la del bien. Debemos ayudar a los demás a encaminarse en la verdad, a acercarse a Dios, y entonces sus créditos nos serán también acreditados a nosotros.

“Que sea la voluntad de Dios, que nos salve de ser líderes negativos de las personas, y nos ayude a ser líderes positivos de todos. Amén”.

Parasha Matot

EL BUEN NOMBRE
Por el Rab: Amram Anidjar

En el Pirké Abot está escrito que existen tres coronas: la de la Torá, la de los Reyes, y la del Cohén. Pero además, hay otra corona que está por encima de todas las anteriores, que es la corona del buen nombre. Es muy importante que los demás hablen bien de nosotros y que nuestros actos sean bien interpretados.

Por eso, en nuestra Parashá, Moshé Rabenu le dijo a los de la tribu de Gad y Reubén, quienes querían vivir fuera de Israel, al borde del río Jordán: “Vehiyitem Nekiyim MeHashem UmiIsrael – Y permaneceréis limpios ante Dios y ante Israel” ( ). Es decir, les dijo que su solicitud, de ubicarse fuera de Israel, no sea mal interpretada como un desprecio a la tierra prometida, o como temor a la guerra. Porque además de importarnos la opinión de Dios sobre nosotros, nos debe importar la opinión de los demás hacia nosotros. No podemos decir: Es suficiente que Dios sepa que mis intenciones son buenas, que yo no peco. Sino que debemos procurar que a los demás también les quede claro, cuáles son nuestras intenciones.

Ese mensaje que les dió Moshé a los de las tribus de Gad y Reubén, fue un mensaje para todas las generaciones. Pero ellos, no supieron desarrollarlo y llevarlo a cabo. Durante los primero siete años, desde que entraron a Israel, estuvieron peleando por conquistar las tierras. Posteriormente, estuvieron repartiendo las tierras durante otros siete años. Es decir, transcurrieron catorce años de compañerismo y unión entre las tribus. Una vez culminado este proceso, las tribus de Gad y Reubén, volvieron a sus territorios respectivos. Pero, irguieron una estatua de agradecimiento a Dios por todos los milagros realizados en las guerras. Las demás tribus cuando escucharon que Gad y Reubén hicieron una estatua, pensaron que era idolatría y quisieron matarlos; incluso se prepararon otra vez para ir a luchar contra ellos pero por el mérito de Pinjás, que sirvió de mediador entre ambas partes, se evitó una pérdida muy grande dentro de Am Israel. Todo esto ocurrió porque Gad y Reubén no se explicaron; decían que no les importaba lo que dijeran los demás, que lo principal era que Dios supiera que la estatua era por agradecimiento a sus milagros. De esta anécdota, debemos aprender que es igual de importante estar limpios ante Dios y ante las personas, tal y como lo dijo Moshé en nuestra Parashá.

Es muy propio de Moshé haber dado ese consejo ya que él siempre se preocupaba de su imagen ante Dios y ante los demás. Veamos varios ejemplos de su comportamiento.

1) Mientras se construía el santuario en el desierto, Moshé escuchó que dos personas estaban comentando entre ellas: “¡Qué gordo está Moshé! - ¡Qué se puede esperar de él, se hizo rico con los donativos que le hicimos para la construcción del santuario!. En ese momento Moshé decidió escribir una relación muy detallada, donde explicaba cuánto había recibido, cómo lo gastó, etc. Moshé no se conformaba con que Dios supiera que no había sustraído nada, sino que le importaba que la gente tuviera eso tambien muy claro.

2) Cuando Miriam habló mal de Moshé, se contrajo la lepra. Moshé rezó por ella para que se curara. Su rezo constaba de las siguientes palabras: El Na Refá Na La – Dios, por favor, Cúrala, por favor. Este rezo fue muy corto, ya que temía que si rezaba mucho tiempo, con gran concentración y devoción, para que se recuperara su hermana, la gente iba a decir: “Cuando su hermana se enferma reza mucho, pero cuando nosotros nos enfermamos, reza poco”. Es por eso que se cuidó del qué dirán los demás, y rezó brevemente.

3) Cuando Moshé se encargaba de dar ciertos veredictos en los diferentes juicios, se cuidaba también del qué dirán. Acudía a la ayuda divina para que diera el veredicto. Cuando las hijas de Tzelofjad fueron a donde Moshé, pidiéndole que les diera la parte que les correspondía en la Tierra de Israel, le dijeron previamente que su padre, Tzelofjad, era de los que no se rebeló en la revolución de Koraj, sino que era de su partido. En ese momento Moshé temió dictar el veredicto de, que en verdad, sí les correspondía recibir una tierra en Israel porque la gente podría interpretar que su veredicto fue a favor de la actitud de Tzelofjad, para agradecerle su fidelidad al régimen. Por lo tanto, optó porque Dios fuera el que dijera el veredicto, a oídos de todo el pueblo, y no que él lo pronunciara, a pesar que ya sabía cual era la ley.

Cuando vinieron a donde Moshé a acusar a un hombre que había maldecido a Dios y le dijeron quién era, Moshé dijo: No sé cuál es su castigo, que Dios lo determine. Ese hombre era el hijo del egipcio que Moshé había matado. Moshé lo mató porque la noche anterior, ese mismo egipcio, se había acostado con Shulamit Bat Dibrí, dejándola embarazada, y al día siguiente había ido a matar a su esposo, a Datán, para quedarse con ella. El hijo de esa unión fue el hombre que maldijo a Dios. Por eso Moshé se abstuvo de determinar su castigo y le pidió a Dios que fuera Él quien sentenciara, para que no dijeran que Moshé odiaba a toda esa familia.

4) También encontramos en nuestra Parashá, cuánto se preocupó Moshé por su buen nombre. Cuando Dios le dijo que organizara la guerra contra Midián, y que una vez terminada esa guerra, se llevaría su alma, Moshé, diligentemente, organizó a las personas para que salieran a pelear contra Midián, ya que temía que dijeran de él: Ahora que sabe que Dios se lo va a llevar, entonces se va a demorar en empezar la guerra, de tal forma que vivirá más tiempo. Pero, verdaderamente, fue al revés. Moshé agilizó los preparativos de la guerra, para que nadie pensara mal de él.

Siempre, cada uno de nosotros, debe preocuparse porque no se mal interpreten nuestros actos. Generalmente, las personas violan el concepto de dar el beneficio de la duda a los demás, y a veces contravienen la prohibición de hablar mal de los demás. Por ende, debemos ser nosotros mismos los que nos preocupemos de estar limpios ante todos.

Por ejemplo, una vez me ocurrió, que antes de empezar un shiur fui a la cocina a beber agua y al salir me llevé conmigo otro vaso con agua. En mitad del shiur, me sentí y bebí. De repente oí que una persona le dijo a otra: Mira, al rabino se le olvidó decir la bendición, la berajá. Desde ese día, siempre, informo a la gente que ya dije berajá en la cocina.

Este es un pequeño ejemplo; ahora, cada uno debe buscar sus ejemplos personales. Debemos cuidarnos siempre, porque las personas pueden aprender de nosotros leyes incorrectas, porque pueden pensar que nosotros dijimos, que nosotros hicimos, o que nuestra intención era…

En la época del Templo, había una familia de Cohanim, que se llamaban Beit Garmú, quienes se encargaban de preparar el pan que se ofrecía en el Templo, el pan de las caras. Pero en su mesa nunca comieron un buen pan, sino que comían panes de inferior calidad, para que los demás no pensaran que se estaban aprovechando de la masa con que preparaban el pan de las caras, del Templo.

Paralelamente, había otra familia, llamada Beit Abtinas, quienes se encargaban de la preparación de los inciensos, de los perfumes del Templo. Nunca salieron perfumados, e incluso sus novias no se perfumaban en el día de la boda, para que no dijeran que se estaban aprovechando de los perfumes del Templo.

Maimónides establece en las leyes de Shekalim (2:10), que la persona que entraba al cuarto donde estaba el dinero del Templo, tenía que hacerlo con ropas especiales, sin bolsillos, para que no se dijera que había robado el dinero. Además, tenía que estar hablando todo el tiempo para que no se dijera que se había metido una moneda de oro en la boca. Vemos así cuánto se preocupaban nuestros sabios por mantener el buen nombre.

Así también nos dice la halajá: Una persona que fue avergonzada en público, puede no reaccionar. Pero si la avergonzaron con mentiras que ensucian su nombre, tiene la obligación de limpiar su reputación, ya que la corona del buen nombre está por encima de las demás cosas.

Por eso, debemos preocuparnos porque no ensucien nuestro nombre, y porque no aprendan cosas incorrectas de nosotros.

Para culminar, les relataré una anécdota que le pasó al Rabino Moshé Fainstein en Estados Unidos. Una vez, el rabino estaba sentado en casa de uno de los hombres más importantes de la ciudad, desayunando y a ese desayuno asistían muchas otras personas importantes. De repente, todos observaron que el rabino tomó un pote de leche de la compañía X y lo pusó de lado, para servirse de otro pote de leche de la compañía Z. Todos se empezaron a mirar, los unos a los otros, preguntándose: ¿Por qué el rabino no habría tomado de esa leche? Una vez culminada la reunión, se dijeron que a lo mejor el rabino había descubierto algo no tan Kasher en la compañía fabricante de esa leche y por lo tanto no quiso beber de ella. Empezáron a correr el rumor que el Rabino Moshé Fainstein no tomaba de la leche X. Cuando la gente se enteró de esto, los potes de leche X, en todos los supermercados, se pudrieron, ya que nadie más los compró. Los dueños de la compañía preguntaron: ¿Qué pasó con nuestra leche? Le respondieron que el rabino Fainstein había dicho que esa leche era Terefá, no kasher. Fueron indignados a donde el rabino y le preguntaron por qué había dicho tal cosa El Rabino, fue a su cocina, abrió su nevera y les mostró que en su casa sí se bebía esa leche. Ante la confusión, le preguntaron qué había pasado Reflexionando, haciendo investigaciones, el rabino se dió cuenta de que todo se remontaba a aquel desayuno en el que no bebió de la leche X, sino de la Z y les dijo: Lo que pasó, ese día es que cuando me disponía a tomar de su leche, levanté el pote y ví que estaba vació; por lo tanto, tuve que regresarlo a su sitio y servirme de la otra leche, que aun no se había acabado.

Las personas no saben pensar bien, correctamente, sino que siempre piensan lo peor. Por eso debemos cuidarnos mucho, esforzarnos para que nuestros actos transparentes se sigan viendo trasparentes y claros, no solo ante Dios sino que también ante las personas.

“Que sea la voluntad de Dios que siempre hallemos gracia ante Sus ojos, que estemos limpios ante las personas y que nuestros actos continúen siendo transparentes como lo han sido hasta hoy. Amén”.