Primeros conceptos
por: Rabino Daniel ben Itzjak
Si consideramos y analizamos el fluir energético del tiempo a partir del primer mes del calendario hebreo, el mes de nisán, podremos determinar claramente que existe un ascenso espiritual marcado y notable con el paso y el correr de los días, las semanas y los meses.
Durante el primer mes - nisán – el pueblo de Israel fue rescatado de Egipto y de las garras más atroces de la esclavitud física y espiritual. Los sabios místicos enseñan que el pueblo de Israel descendió al nivel espiritual más bajo posible - nivel límite entre la existencia espiritual y el exterminio - razón por la cual El Eterno lo rescató a toda velocidad.
Durante el segundo mes - iyar - trabajamos duramente "en pleno desierto" para lograr que el regalo de luz que recibiéramos al salir de Egipto se transformara en parte integral de nuestra persona. Cuando la luz y la elevación espiritual son recibidas "desde afuera", entonces no podemos afirmar que ellas esencialmente nos pertenezcan.
Y por fin llegamos al tercer mes - siván - y gracias a nuestro esmerado y aplicado trabajo espiritual - comprendido en el precepto de La cuenta del omer - alcanzamos la base del Monte de Sinaí y recibimos la Gran Sabiduría - La Torá - que nuestro Maestro, Moisés, logró bajar de las Alturas celestiales.
Tres meses ascendentes: de Egipto al Monte de Sinaí. Tiempo de ascenso y de energía netamente positiva.
Línea temporal que determina la distancia entre la más oscura esclavitud y la luz de la Gran Sabiduría.
Sin embargo, aquel que alcanzó en su vida alguna cima o logro realmente importante y esencial conoce la diferencia abismal que existe entre el acto de llegar y el acto de permanecer en el máximo nivel. Se podría afirmar con toda certeza que se trata de dos sabidurías distintas, dos artes separados: alcanzar el objetivo, la cima, el propósito y, además, lograr permanecer y perdurar en las alturas.
No nos engañemos: no es fácil llegar a la cima, aunque mucho más difícil y complejo es mantener el nivel de excelencia.
Y el mismo relato bíblico no deja lugar a dudas. Israel sale de Egipto, atraviesa el desierto, llega hasta el Monte de Sinaí y recibe la Torá.
Perfecto, ideal, una historia con final feliz.
No obstante, precisamente el tiempo de máxima elevación se transforma de un momento a otro en la caída más violenta, en la pérdida más feroz, en el descenso espiritual más intenso posible.
En su punto de máximo nivel Israel construye el becerro de oro.
En el lenguaje maravilloso de los sabios: la novia traiciona al Novio estando aún bajo el palio nupcial.
Y cualquier persona despierta sentirá que un interrogante lo acosa y lo carcome por dentro: ¿El mismo pueblo que salió de Egipto es el que en pocos días construyó un becerro para idolatrar? ¿La misma gente que vi con sus propios ojos cómo las diez plagas golpeaban en Egipto y cómo el mar se abría, llegó a tramar semejante traición a Moisés y al Creador? Increíble, incomprensible. Inclusive doloroso. ¿Puede acaso un pueblo tener tan corta memoria?
Recurriremos a los maestros más sabios para buscar responder a a estos complejos interrogantes, aunque antes, para ayudar al lector, presentaremos una breve introducción. De este modo intentaremos dilucidar la esencia del cuarto mes, tamuz, el cual no sólo continúa al período ascendente marcado por los primeros tres meses – nisán, iyar y siván – sino que también inicia el tiempo de la caída y el descenso.
El sentido del Mal
Los cabalistas nos enseñan que al principio de los días, o mejor dicho durante el sexto día de la creación, había un hombre, una mujer... y una serpiente. Un hombre y una mujer – Adán y Eva – con un objetivo y una tarea divina que cumplir – “trabajar y cuidar el Gan Eden” - y una criatura, también divina, encargada de tentar al hombre a desviarse del camino correcto, y a interferir y arruinar los planes divinos y humanos de perfección.
Citamos a continuación los pasajes bíblicos del segundo y tercer capítulo del libro de Génesis relevantes para nuestro estudio:
“Y El Eterno, Dios, formó al hombre de polvo de la tierra y le exhaló en sus fosas nasales el alma de vida; y el hombre se transformó en un ser vivo.
El Eterno Dios plantó un jardín en el Edén, hacia el este, y allí colocó al hombre que había formado. Y El Eterno Dios hizo que brotaran de la tierra todos los árboles que eran agradables a la vista y buenos como alimento; y el Árbol de la Vida, en medio del jardín, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal...
El Eterno Dios tomó al hombre y lo colocó en el Jardín del Edén, para que lo trabajara y lo cuidara. Y El Eterno Dios le ordenó al hombre, diciendo: “De todo árbol del jardín podrás comer, pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, no comerás; pues el día que de él comas, ciertamente morirás”.
El Eterno dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una compañera que le corresponda... El Eterno Dios, con el costado que había tomado del hombre, construyó una mujer y la llevó ante el hombre... Ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, y no tenían vergüenza.
La serpiente era más astuta que cualquier otra bestia del campo que El Eterno Dios había hecho. Ella le dijo a la mujer: ¿Acaso Dios dijo “No comeréis de ningún árbol del jardín?”...La serpiente le dijo a la mujer: “Ciertamente que no moriréis, pues Dios sabe que el día que de él comáis, vuestros ojos se abrirán, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”.
Y la mujer... tomó de su fruto y comió; y también le di a su marido junto a ella, y él comió”.
Y si bien el análisis completo de estos pasajes podría ocupar cientos o miles de páginas, en este caso focalizaremos nuestra atención precisamente en el rol de la serpiente.
En el libro Nefesh Hajaim, el gran cabalista Rabí Jaim de Volozyn relaciona a la serpiente con la presencia del Mal en el mundo. Sin embargo, lo que más sorprende de su mensaje es el énfasis que el sabio pone al destacar que la serpiente no sólo tienta a la mujer sino que lo hace “desde afuera”, “en segunda persona”, es decir, le dice: “tú puedes comer del árbol y nada malo te sucederá”. Está bien, es evidente que así sucede, mas ¿qué tiene esto de extraño? ¿La primera o segunda persona gramatical es acaso lo que modifica la influencia del Mal y su capacidad dañina? No obstante, si lo analizamos con detenimiento, descubriremos que esta situación, en la que la serpiente – el Mal – habla al hombre “desde afuera”, es única en la historia de la humanidad. Intentaremos aclararlo.
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Tal lo expresado, al hombre se le prohibe comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Mas antes de intentar dilucidar el sentido de esta prohibición, los invito a reflexionar superficialmente en el mandato divino: no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Perfecto, lo aceptamos, mas ¿por qué? ¿Qué sentido oculto encierra esta prohibición? O mejor dicho, y tal como lo cita Maimónides en su Guía de Perplejos, ¿acaso el Creador no quería que el hombre comiese de este Árbol para que no llegara a distinguir entre el Bien y el Mal? ¿Qué más valioso que esto? ¿Acaso no es precisamente esta capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo lo que diferencia al hombre de las bestias?
Mas cuando logramos internarnos en el mundo de las palabras bíblicas originales, en el idioma hebreo, y nos aproximamos a sus raíces idiomáticas, entonces todo lentamente se aclara y se ordena.
La expresión bíblica que refiere al Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal es “etz hadaat tov verá”. Es un árbol, etz, que otorga un conocimiento, daat, relacionado al Bien, tov, y al Mal, ra. Y para saber a qué tipo de conocimiento se alude, basta con entender la palabra hebrea daat, la cual en todos los casos en que aparece en la Biblia indica unión, apego y fusión. Por ejemplo, el pasaje bíblico lo utiliza para indicar que Adán conoció – iadá - a su mujer Eva y ella concibió y dio a luz. Es decir, el hombre se unió a su mujer, o tal como lo expresa el versículo: “la conoció”. Y cuando ahora regresamos al Árbol del Paraíso, ya podemos aproximarnos mínimamente a su sentido: era el Árbol que fusionaba y entremezclaba al Bien y al Mal. Y una vez que el hombre come del mismo, entonces “internaliza” a través de este acto la confusión y, desde ese instante el Bien y el Mal no solo se confunden entre si sino que le hablan al hombre desde su interior, en primera persona. El hombre cree que la voz que le habla es su propia voz, mas en realidad, es el mal instinto que lo seduce desde lo más profundo de su ser.
Comprendido. Sin embargo, y debido a la importancia del tema, me gustaría describir la situación existencial del hombre antes de pecar, tal como lo explica el genial sabio cordobés, Maimónides. Adán, antes de probar el fruto prohibido y provocar la confusión antes detallada, distinguía en su mundo cuatro aspectos diferentes: lo verdadero, lo falso, lo bueno y lo malo. Y esto, todo el tiempo que el Mal se encontraba afuera de su persona. Como es lógico, él se guiaba por lo correcto y se alejaba de lo falso, y su camino era elegido de acuerdo con la verdad. Mas al caer, al “acceder” al conocimiento que El Eterno le indico no probar, su vida ya no se rige por lo verdadero y lo falso, o lo correcto o incorrecto sino por lo bueno y malo. El hombre que basa su vida en lo que le parece bueno o malo, en lo que la agrada o le provoca rechazo, es un digno representante del hombre, mas en su estado decadente posterior al pecado. El Bien y Mal, entremezclados y confusos, desplazan y oscurecen a la Verdad y la Mentira.
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Y la siguiente pregunta es obvia, y diría que casi obligatoria para el lector que nos ha seguido atento hasta aquí: ¿Para qué Dios crea el Mal? ¿Por qué la serpiente es colocada junto a Adán y a Eva en el Paraíso? ¿Por qué es tan necesario que además acompañe al hombre en su paso por la vida?
El gran cabalista, Rabí Jaim Moshé Luzzatto, lo explica con absoluta claridad en varias de sus obras clásicas - Derej Hashem, Daat Tevunot – y para no confundir al lector intentaremos resumir sus conceptos en pocas líneas.
El hombre fue creado y puesto en este mundo para ser beneficiado, ya que la esencia divina es el Bien absoluto. Por lo tanto, se le otorga el libre albedrío y se lo coloca en un escenario en el cual la persona puede ser recompensado por sus actos. Sin embargo, si el hombre no tuviese ningún obstáculo, si ninguna fuerza se le opusiese, entonces más que una recompensa recibiría un obsequio, lo cual, y tal como lo expresan los sabios místicos, sería como comer del “pan de la vergüenza”. ¿Por qué? Pues tal regalo avergonzaría profundamente a la persona tal como el necesitado se avergüenza de observar a los ojos de su benefactor. Además, todo aquello que recibimos por obsequio nos llega desde afuera, del mundo exterior, y jamás llegamos realmente a convertirlo en parte de nuestro ser. Un regalo siempre lleva el nombre de aquel que nos lo obsequió mientras que, lo que ganamos y obtenernos con nuestro propio esfuerzo, nos pertenece de modo esencial. Por estas razones, explica el cabalista, el Mal viene a cumplir un papel vital: permitir el trabajo del hombre que, al superarlo, recibe una recompensa divina como producto de su propio esfuerzo, y como resultado de la correcta utilización de su libre albedrío.
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El Maharal de Praga, ese gigante espiritual, explica en varios pasajes de su magnífica obra que el Mal Instinto - representante de las fuerzas espirituales negativas - ataca al hombre precisamente cuando éste supera la mediocridad y sobresale. Todo el tiempo que el individuo se mantiene dentro de los niveles más comunes, más mediocres, entonces el Mal Instinto simplemente no se preocupa de él y lo deja hacer y actuar libremente. El pastor continúa distraído todo el tiempo que las ovejas no se escapan del rebaño. Mas cuando la persona crece, se supera y comienza a trabajar en aras de minimizar la presencia del Mal en el mundo, entonces el Mal Instinto lo ataca con toda su fuerza.
Esta es la razón - explica el Maharal - por la cual Israel en su punto de máxima elevación espiritual se inclina a la construcción del becerro de oro.
La profunda explicación del sabio de Praga también nos sirve para entender por qué tantos hombres al llegar a cimas importantes en sus vidas, se corrompen y desvían.
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El cuarto mes, tamuz - el mes que sigue inmediatamente al mes de siván - se presenta como un tiempo de riesgo espiritual y de caída. El pueblo de Israel ha alcanzado su cima espiritual, y Moisés, el gran líder, ha ascendido a los cielos y ha recibido la Torá directamente del Creador del Mundo. Sin embargo, es precisamente en este momento cuando el Mal ataca al pueblo, quien casi sin notarlo construye un becerro de oro y le otorga poderes idolátricos inexistentes. El tiempo de ascenso ha llegado a su fin, y el mes de tamuz y su energía ejercen ahora su influencia de descenso, de bajada, de confusión y de peligro.
Con el objeto de ser más conscientes de la complicación energética del mes de tamuz y, de este modo, minimizar su influencia dañina, intentaremos aclarar precisamente los aspectos relacionados con la inclinación a la idolatría.
Una puerta muy estrecha
En nuestra tarea de investigar y dilucidar la energía particular de cada mes nos acostumbramos a ingresar por puertas determinadas: la puerta de la historia, la puerta de las letras, etc. Sin embargo, en esta oportunidad, más que una puerta encontramos algo así como una rendija, un pasaje limitado y estrecho que apenas nos permite vislumbrar a la distancia algo de la profundidad esencial del mes de tamuz.
Ante todo ¿qué significa el nombre tamuz? ¿Cuál es su origen y su sentido? Para aclararlo presentamos un texto cerrado y sellado del profeta Ezequiel, en el cual aparece por primera y única vez en toda la Biblia la palabra tamuz. Nos referimos al octavo capítulo de su libro maravilloso.
“Sucedió en el año sexto, en el mes sexto, el cinco del mes. Yo estaba sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados ante mí, y la mano de El Eterno cayó allí sobre mí. Vi, y he aquí que había una semejanza como el aspecto de un fuego del aspecto de sus lomos, y hacia abajo, había fuego; de sus lomos hacia arriba había el aspecto de un resplandor como el color del Jashmal. Entonces extendió la forma de una mano y me tomó por un rulo de mi cabeza; y un viento me transportó entre la tierra y los cielos y me trajo a Jerusalén en visiones divinas, a la entrada de la puerta interna que da hacia el norte, donde estaba el asiento de la provocativa Imagen de la Provocación. Y he aquí, la gloria del Dios de Israel estaba allí, como el aspecto que había visto en el valle.
Él me dijo: “Hijo del Hombre, alza ahora tus ojos en dirección al norte”. Entonces alcé mis ojos en dirección al norte, y he aquí que, al norte de la puerta del altar, esta Imagen de la Provocación estaba en la entrada. Entonces Él me dijo: “Hijo del Hombre, ¿ves lo que hacen? Grandes aberraciones el pueblo de la Casa de Israel está cometiendo aquí, haciendo que Yo Me aleje de Mi Santuario. Y ahora volverás a ver grandes aberraciones”.
Entonces me trajo a la entrada del patio. Vi que había un solo agujero en la pared. Entonces Él me dijo: “Hijo del Hombre, horada ahora a través de la pared”. Entonces yo horadé a través de la pared, y he aquí que había una entrada. Entonces Él me dijo: “¡Entra y ve las malvadas aberraciones que cometen aquí!”.
Entonces entré y vi, y he aquí, todo tipo de imágenes, reptiles y animales repugnantes y todos los ídolos de la Casa de Israel, estaban ilustrados en la pared, en derredor. Y setenta hombres de los ancianos de la Casa de Israel, con Iaazania hijo de Shafan parado entre ellos, estaban parados ante ellos, cada hombre con su incensario en su mano, con una espesa nube de incienso elevándose.
Entonces Él me dijo: “¿Has visto, oh, Hijo del Hombre, lo que hacen los ancianos de la Casa de Israel en la oscuridad, cada hombre en sus habitaciones llenas de imágenes? Pues dicen: ‘El Eterno no nos ve’ y ‘El Eterno ha abandonado la tierra’” Y Él me dijo: “Ahora verás nuevamente las grandes aberraciones que cometen”.
Entonces El me trajo a la entrada del Templo de El Eterno que está al norte, y he aquí que había mujeres sentadas, llorando por Tamuz...”
Y si bien el profeta Ezequiel nos informa acerca de algo o alguien llamado tamuz por quien lloran las mujeres, no podemos menos que aceptar que continúan siendo muchos más los interrogantes que las explicaciones recibidas.
Por su parte, el sabio español Maimónides, en una de las obras filosóficas más importantes de todas las épocas - la Guía de Perplejos - completa y aclara de un modo formidable la explicación acerca del enigma de tamuz, ubicándolo además dentro de un marco y un contexto histórico definidos.
"Sabido es que nuestro padre Abraham fue educado en la religión de lo sabeos, los cuales creen que no hay más Dios que los astros... Cuando en el curso del presente capítulo te haya dado a conocer sus libros, que traducidos al árabe, tengo entre mis manos, así como sus antiguos anales, y te revele su doctrina y relatos, reconocerás que proclaman de modo explícito a los astros como divinidad, y al Sol, el dios supremo; asimismo que los siete planetas son dioses, pero las dos luminarias, los mayores... En sus libros y anales encontrarás la historia de Abraham, nuestro padre, que cuentan al tenor siguiente: Abraham, educado en Kutha, con todos enfrentado por sostener que hay un Ente distinto del Sol... fue perseguido con diversas alegaciones, aduciéndosele, entre otras pruebas, que es clara y patente la acción del Sol sobre el universo, a lo que Abraham les replicó que es exactamente como la madera en manos del maderero. Otros argumentos se mencionan contra ellos, y, como final del relato, consignan que el rey redujo a prisión a nuestro padre Abraham, el cual, aun en la cárcel, continuó durante mucho tiempo argumentando contra ellos. Finalmente el monarca, temeroso de que Abraham menoscabara su gobierno y apartara a la gente de sus creencias religiosas, le desterró a Siria después de confiscarle sus bienes...
En el citado libro se refiere, a propósito de un personaje entre los profetas de la idolatría, a Tamuz, que invitó a cierto rey a adorar a los siete planetas y los doce signos del Zodíaco. Este rey le hizo morir de manera cruel, y se cuenta que la noche de su muerte todos los ídolos de las diversas regiones de la tierra se congregaron en el templo de Babilonia junto a la gran estatua de oro que representa al Sol. Esta estatua, pendiente entre el cielo y la tierra, fue a colocarse en medio del templo, y todas las demás se situaron en derredor. Comenzó a pronunciar la oración fúnebre de Tamuz y a relatar lo que le había acontecido; todos los ídolos lloraron y gimieron durante la noche entera, y en la alborada emprendieron vuelo y regresaron a sus templos en las diferentes comarcas de la tierra. De ahí procede la inveterada costumbre de gemir y llorar sobre Tamuz el primer día del mes de su nombre: son las mujeres quienes le lloran y recitan elogio fúnebre. Reflexiona atentamente sobre todo eso y comprenderás que tales fueron las ideas de los hombres de entonces, pues la leyenda de Tamuz es de gran antigüedad entre los sabeos."
Hasta aquí el texto de la Guía de Perplejos. Y ahora resumamos y saquemos conclusiones:
· El mismo Abraham, padre de la nación hebrea, fue educado dentro del ambiente de idolatría de Tamuz. Maimónides nos enseña que Abraham no crece libre de influencias sino que, por el contrario, éstas fueron las teorías que aprendió de niño y éste el aire de idolatría que respiró durante los primeros años de su vida. Por consiguiente, todo su posterior trabajo ideológico, teológico y espiritual puede ser comprendido como un modo de enfrentarse y rechazar la educación recibida, y como su esfuerzo individual por alcanzar un monoteísmo puro.
· El profeta Tamuz ocupaba el lugar principal dentro de la ideología idólatra de la época, ya que el día de su muerte todos los ídolos se reunieron a llorarlo. Es decir, todas las demás idolatrías o imágenes particulares experimentan su ausencia, le rinden honores y se inclinan ante el “maestro” principal.
· El mes de tamuz lleva el nombre de aquel profeta. Tal "coincidencia" sugiere que debido a que en este mes su influencia energética es muy poderosa, es a su vez el tiempo en que particularmente se lo recuerda y se lo añora. Debido a esta razón, también es el momento en el que los idólatras lo recuerdan con llantos y gemidos.
En pocas palabras, Maimónides nos enseña que el mes de tamuz es el tiempo de máxima influencia de idolatría, lo cual es evidente al considerar el nombre del mes.
Tamuz: mes de influencia energética negativa que inclina y desvía al hombre al terreno de pensamientos y actos de idolatría.
Comencemos entonces a considerar estos conceptos.
La idolatría bíblica
Cuando el hombre contemporáneo lee la Biblia normalmente se sorprende de la cantidad de advertencias acerca de desviaciones idolátricas. Citemos al menos algunos ejemplos al respecto:
· “No reconocerás a los dioses de los otros en Mi presencia. No te harás imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en la cielos ni abajo en la tierra ni en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni los adorarás, pues Yo soy El Eterno, tu Dios, un Dios celoso...” (Exodo 20: 3-5).
· “Pues mi ángel irá ante ti y te traerá al amorreo, al jeteo, al perizeo, al cananeo, al jiveo y al iebuseo, y yo los aniquilaré. No os postréis ante sus dioses, ni los adoréis, ni actuéis de acuerdo con sus prácticas; más bien, los destruiréis y haréis polvo sus pilares. Adoraréis a El Eterno, vuestro Dios, y El bendecirá vuestro pan y vuestra agua, y quitará la enfermedad de entre vosotros” (Exodo 23: 23-25).
· “No os haréis ídolos, y no erigiréis para vosotros estatuas ni columnas, y en vuestra tierra no emplazaréis un entarimado de piedras, para postraros, pues Yo soy El Eterno, vuestro Dios. (Levítico 26:1).
· “Pero seréis muy precavidos de vuestras almas, pues no visteis ninguna semejanza el día que El Eterno os habló en Joreb, en medio del fuego, para que no actuéis de forma corrupta y os hagáis imágenes talladas, semejanza de ninguna forma; ni forma de hombre ni forma de mujer; ni forma de ningún animal sobre la tierra; ni forma de ninguna ave que vuela por e firmamento; ni forma de nada que repte por el suelo, ni forma de ningún pez que está en el agua bajo la tierra; para que no elevéis los ojos hacia el cielo y veáis el sol y la luna y las estrellas, toda la legión del firmamento, y os descarriéis y os inclinéis ante ellos y los adoréis...” (Deuteronomio 4:15-19).
· “Ocurrirá que cuando El Eterno, tu Dios, te traiga a la Tierra que El Eterno juró a tus antepasados...ten cuidado de no olvidar a El Eterno, Quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. A El Eterno, tu Dios temerás, a El servirás, y en Su Nombre jurarás. No iréis tras dioses de otros, los dioses de los pueblos que os rodean. Pues un Dios celoso es El Eterno, vuestro Dios, entre vosotros, para que la ira de El Eterno, vuestro Dios, no se encienda con vosotros y El os destruya de la faz de la tierra” (Deuteronomio 6:10-15).
· “Si se presentare en medio tuyo un profeta o un soñador de sueños, y te anunciare una señal o una maravilla, y se produjera la señal o la maravilla de la cual te hablo, diciendo: “Vayamos tras los dioses de los otros que no conocisteis y los adoraremos”, no obedezcáis las palabras de ese profeta o de ese soñador de sueños...será condenado a muerte, pues hablaron perversiones en contra de El Eterno...para hacer que os descarriéis del sendero por el que El Eterno, vuestro Dios, os ha ordenado que vayáis...” (Deuteronomio 13:2-6).
· “Si tu hermano, el hijo de tu madre, o tu hijo o tu hija, o la mujer de tu regazo, o tu amigo que es como tu misma alma, te incitare secretamente, diciendo: “Vamos a adorar los dioses de otros que no conociste, ni tú ni tus antepasados...tu ojo no le tendrá lástima, ni le tendrás compasión ni le ocultarás. Sino que ciertamente lo matarás...pues buscó hacerte descarriar de cerca de El Eterno, tu Dios...(Deuteronomio 13:7-11).
Y ante la notable y reiterada repetición de estos pasajes, no resulta extraño que el hombre moderno se pregunte acerca del valor actual de tales mandatos: ¿acaso estas advertencias realmente se refieren a nosotros - tal el caso obvio del mandamiento que indica no matar o no robar - o simplemente reflejan el pensamiento de culturas antiguas, retrasadas y primitivas? Y una vez planteado el interrogante inicial, el hombre moderno agudiza su visión y su crítica: ¿cómo puede un hombre inteligente y culto inclinarse y postrarse ante un ídolo, producto y obra de sus propias manos? ¿acaso el desarrollo tecnológico y los avances científicos y culturales pueden convivir bajo un mismo techo con el pensamiento idolátrico?
Influenciado por vientos de apertura y progreso el hombre contemporáneo decide inmediatamente que se trata de pasajes y advertencias vacías y carentes por completo de importancia para él.
Mas cualquiera sea el modo, el estilo y la forma exacta de su formulación y su respuesta, lo que surge como absolutamente evidente es que la idolatría bíblica nos resulta incomprensible. Más aún: todos de algún modo u otro la asociamos con características primitivas, lejanas por completo a nuestro modo de pensar y de vivir.
Mas este pensamiento tiene sus peligros y sus riesgos inevitables, ya que si consideramos las advertencias bíblicas acerca de prácticas idolátricas como simples vestigios y resabios de otras épocas, no hacemos más que poner en duda la validez y la relevancia actual no solo de palabras y de letras sino de largos y reiterados capítulos de la Biblia.
¡Nada más lejano al pensamiento místico de Israel, el cual adjudica y otorga sentido y significado a cada palabra y a cada letra del texto bíblico!
La negación histórica
A modo de consuelo, digamos que encontramos textos de sabiduría que demuestran que generaciones muy anteriores a la nuestra comenzaron a perder el sentido de las advertencias bíblicas. Ellos tampoco asociaban a su vida las prácticas o los pensamientos idolátricos prohibidos.
Un sugerente relato del Talmud nos servirá sin duda para terminar de aclarar estos conceptos.
En el Talmud de Babilonia (Tratado de Sanhedrín) encontramos que en cierta ocasión, cuando Rab Ashi terminó de dictar una clase y se aprestaba a despedirse de sus alumnos, decidió anunciarles el tema de estudio que tratarían al día siguiente. Les dijo: "Mañana nos ocuparemos de nuestros antepasados que debido a sus transgresiones y desviaciones no tendrán un lugar en el mundo venidero. Específicamente hablaremos del rey Menashe, quien se desvió del camino correcto, entregándose y volcándose por completo a prácticas de idolatría".
Mas los sabios del Talmud detallan que Rab Ashi se refirió a Menashe en términos despectivos, comunicando a sus alumnos irónicamente que mañana "hablaremos de nuestros amigos", en alusión al rey Menashe y su gente.
El relato talmúdico continua diciendo que aquella noche el rey se le apareció en sueños y le preguntó a Rab Ashi: "¿Acaso nosotros somos tus amigos o amigos de tu padre para que nos llames despectivamente de este modo?" Además, Menashe le formuló en el sueño una pregunta elemental sobre cierto aspecto legal de la Torá, pregunta que Rab Ashi no supo responder. Al notar que su interlocutor desconocía la respuesta, el rey agregó en su presencia onírica: "¿Ni siquiera ésta sabes y te permites llamarme "tu amigo?”"
Rab Ashi - todo esto aún dentro del sueño - le preguntó entonces al rey Menashe: "¿Y si ustedes sabían tanta Torá y eran tan sabios, cómo pudieron entonces volcarse de lleno a actos y a prácticas de idolatría?"
El rey Menashe respondió: "Si tú hubieses vivido en mi generación te hubieses recogido el borde de tus ropas para poder correr libremente a cometer actos de idolatría".
Significa: no como nosotros que al menos lo hacíamos lentamente y de modo ordenado: vos hubieses corrido desesperadamente entregado a servir y a adorar cultos extraños.
El relato talmúdico termina diciendo que al día siguiente, cuando Rab Ashi llegó a la casa de estudio, corrigió y aclaro su expresión del día anterior aclarando que ese día estudiarían acerca de "grandes hombres".
Reflexionemos. El relato talmúdico nos enseña el tremendo poder que en épocas anteriores ejercía la influencia energética que inclinaba al hombre a cometer actos de idolatría de un modo claro, evidente y revelado. No eran los más pequeños e insignificantes personajes sino "grandes hombres". Ellos peleaban contra esta energía e intentaban combatirla, aunque en ningún caso la negaban.
Sin embargo, quien considera que en la actualidad esta influencia simplemente no existe es, sin duda, porque se encuentra tan profundamente inmerso en ella que ya no logra percibirla.
Los sabios nos enseñan que en cada generación la influencia negativa de idolatría asume formas y ropajes diferentes y renovados. Vemos que en épocas anteriores la misma llevaba al hombre a servir prácticamente a dioses extraños a través de ritos, altares y sacrificios extravagantes. En nuestra época asume modos y estilos más ocultos y complejos. Y si deseamos descubrir y aclarar la esencia energética del mes de tamuz, y si además queremos que tal aprendizaje nos resulte útil y aplicable, estamos obligados a intentar dilucidar el modo particular en que tal influencia se presenta en nuestra generación y en el tiempo que nos toca vivir y transitar.
Tal lo dicho, el nombre del mes se relaciona con el máximo profeta de idolatría: tamuz, lo cual indica que la influencia de este mes conduce a desviarse del camino correcto. No debe sorprender entonces que de acuerdo con la cronología bíblica, en este mes el pueblo de Israel comienza su inclinación más profunda hacia la idolatría. Nos referimos al pecado del becerro de oro, el cual en ningún caso puede ser calificado como "un pecado más" ya que los sabios místicos enseñan que no existe desgracia en el mundo que no esté relacionada esencialmente con aquella desviación inicial. En pocas palabras, todo castigo que recibimos y padecemos, de algún modo oculto y velado viene a pagar aquella cuenta pendiente.
En este mes, por lo tanto, especialmente debemos tomar conciencia plena del concepto de idolatría, para intentar erradicar su influencia de nuestra persona y de nuestra vida.
Comencemos la tarea.
El mes de tamuz y la historia
· El becerro de oro
Tal lo expresado, al llegar al pie del Monte de Sinaí el pueblo de Israel alcanzó un nivel espiritual excepcional. Su realidad se transformó por completo y su creencia y su fe alcanzaron un nivel de evidencia, como un hecho indiscutible e innegable. Tal lo enseña el pasaje bíblico, el pueblo no solo “escuchó la voz de Dios” sino que “la vio”. El descenso del Creador sobre el monte no fue una leyenda que recibieron de sus abuelos o que estudiaron de libros de historia. Muy por el contrario, los hombres que salieron de Egipto vieron, percibieron, oyeron y sintieron la experiencia más poderosa que un hombre puede vivenciar: el Cielo descendiendo sobre la tierra.
"Al tercer día, cuando era de mañana, hubo truenos y relámpagos y una pesada nube sobre la montaña, y el sonido del shofar era muy poderoso, y todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció. Moisés llevó al pueblo del campamento hacia Dios, y se pararon al pie de la montaña. Todo el Monte de Sinaí estaba humeante, porque El Eterno había descendido sobre él en el fuego; su humo subía como el humo de un horno y toda la montaña se estremeció sobremanera. El sonido del shofar se hizo más y más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con una voz. El Eterno descendió sobre el Monte de Sinaí en la cima de la montaña..."
Exodo 19
No obstante, los sabios cuentan que tras cuarenta días, y bajo la poderosa influencia energética del mes de tamuz, el Satán logró engañarlos y mostrarles como una imagen turbia del entierro de Moisés que en ese momento se llevaba a cabo en las alturas, lo cual les permitió "entender" que el gran maestro ya no bajaría del monte ni volvería a conducir al pueblo en dirección a la Tierra Prometida. Una imagen turbia y confusa en las alturas es aceptada sin tapujos por un pueblo que lentamente caía en la trampa del Mal.
"El pueblo vio que Moisés se había demorado en bajar de la montaña y se reunió en torno a Aharón y le dijo: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros, pues no sabemos qué es lo que le ha ocurrido a este hombre Moisés que nos trajo de la tierra de Egipto.
Aharón les dijo: Quitad los anillos de oro que hay en las orejas de vuestras mujeres, hijos e hijas, y traédmelos.
Todo el pueblo se quitó los anillos de oro que tenían en las orejas, y se los llevó a Aharón. El los tomó de sus manos y los unió en una tela, y formó un becerro fundido. Dijeron: Este es tu dios, Israel, que te hizo ascender de la tierra de Egipto.
Aharón vio y construyó un altar frente a él. Aharón exclamó: ¡Fiesta para El Eterno mañana!
Exodo 32
Ahora bien: si la visión del Monte de Sinaí fue tan clara, si la realidad alcanzó un nivel tan obvio, ¿cómo pudo suceder tal desviación hacia la idolatría? ¿Cómo pudo devenir tal fuerza maligna que inclusive logró arrastrar consigo al mismo Aharón, hermano mayor de Moisés? Aharón, el profeta, el Gran Sacerdote, envuelto en hechos que sin duda merecen una mínima explicación.
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De los textos del profeta Ezequiel y de Maimónides surge con absoluta claridad que Tamuz era un profeta, el máximo profeta de idolatría de todas las épocas. Y sin entrar por completo en el análisis del tema, diremos que el profeta, en la Biblia, es un hombre elegido para transformarse en boca del Creador, para transmitir a los hombres la palabra divina. El profeta cumple el rol de comunicador.
Un claro ejemplo lo constituye el mismo Aharón, quien es considerado profeta al transformarse en la boca de Moisés ante el Faraón.
Mas los sabios místicos nos enseñan que todo lo creado tiene su opuesto y no solo el bien y el mal, la verdad y la mentira. Toda criatura - por más pequeña e insignificante que sea - tiene su punto opuesto, su negación. Por consiguiente, tal como existe el profeta verdadero que traduce fielmente la palabra de El Eterno, encontramos también la boca que desvía y descarría, la boca que enturbia y que confunde.
Profeta verdadero, profeta falso.
No resulta entonces sorprendente que la influencia energética de idolatría que reina en el mes de tamuz - la que simboliza la boca del falso profeta - se enfrente precisamente con Aharón, representante máximo del mensaje claro y transparente de Moisés.
Dos bocas que se enfrentan, y una rendija de sabiduría que nos muestra un estrecho camino de entrada a la esencia energética del mes.
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· Los espías
Durante el mes de tamuz también acontece la segunda gran transgresión del pueblo de Israel: los espías enviados por Moisés regresan y simplemente transmiten al pueblo un informe tergiversado.
"El Eterno habló a Moisés diciendo: "Envía para ti a hombres, y que espíen la Tierra de Canaán que Yo doy a los Hijos de Israel; un hombre por su tribu paterna enviarás, cada uno un líder entre ellos." Moisés los envió desde el Desierto de Parán ante la orden de El Eterno; eran hombres distinguidos, cabezas de los Hijos de Israel... Moisés los envió para que espiaran la Tierra de Canaán y les dijo: "Ascended aquí en el sur, y escalad la montaña. Ved la tierra, ¿cómo es?, y la gente que allí habita ¿es fuerte o débil? ¿Es poca o mucha? Y ¿cómo es la tierra en la que habitan? ¿es buena o mala? ¿y cómo son las ciudades en las que habitan? ¿Son abiertas o están fortificadas? ¿Y cómo es la tierra, es fértil o estéril? ¿Tiene árboles o no? Os fortificaréis y tomaréis los frutos de la Tierra"...
Al cabo de cuarenta días regresaron de espiar la Tierra... Ellos les informaron: "Llegamos a la Tierra a la que nos enviaste y, en verdad, en ella fluye leche y miel... Pero la gente que habita en la tierra es poderosa, las ciudades están muy fortificadas y, además, allí vimos a los descendientes del gigante"... dijeron: "No podemos ascender a ese pueblo, pues es demasiado fuerte para nosotros."
Trajeron a los Hijos de Israel un mal informe de la Tierra que habían espiado, diciendo: "La Tierra por la que pasamos para espiarla, devora a sus habitantes. Todas las personas que allí vimos eran enormes..."
Otra vez la transgresión se relaciona con un informe maligno, con un desvío en la transmisión de los mensajes.
La boca no traduce fielmente, la boca nuevamente confunde, enturbia, desvía.
Demos un paso más.
Mucho más que dos letras
Tal lo dicho en la introducción de esta obra, es esencial tener siempre presente que una de las bases principales del pensamiento místico y filosófico de la Sabiduría de Moisés sostiene que el mundo fue creado a partir de las veintidós letras del abecedario hebreo. Primero existieron las letras a modo de unidades energéticas, y a partir de éstas devino posteriormente el mundo físico y material.
¿Significa acaso que la Sabiduría del Sinaí —la Torá— es anterior aún al propio mundo?
El mensaje de los sabios es muy preciso: el universo, en todos sus aspectos y niveles, es la expresión y el resultado “material” de tal Sabiduría. Nosotros, seres pensantes aunque limitados, no podemos ni siquiera imaginar lo que era la Sabiduría divina antes de la creación. Como lo sugieren los sabios en el Midrash, la misma se encontraba escrita en fuego negro sobre fuego blanco. Pero tampoco podemos concebir y aprehender la profundidad de este mensaje ya que, con anterioridad a la creación, el fuego, tal como nosotros lo conocemos, aún no existía.
Lo que sí debemos entender es que la palabra inefable del Creador tomó forma física. El cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos se transformaron en las vestimentas del mandato inicial de gestación, sin el cual la creación no hubiese podido comenzar ni continuar su existencia.
Posteriormente, el fuego negro y blanco de Sabiduría pura se vistió de tinta y de pergamino, se ocultó entre sus palabras y sus letras, y descendió de las alturas del Monte Sinaí protegido por las manos nobles de Moisés.
La Sabiduría divina, base misma de la creación, permanece implantada en el Libro, y se revela a esos pocos seres que gracias a un arduo esfuerzo y a una dura dedicación al estudio logran observar más allá del camuflaje material.
El Talmud relata que cuando los antiguos romanos capturaron al gran sabio Rabí Janina ben Teradión por haber cometido el «delito» de enseñar la Sabiduría de Moisés a sus alumnos, lo condenaron a muerte. Lo envolvieron en un rollo de la Torá y le prendieron fuego. Cuando su agonía alcanzó la intensidad más alta, sus alumnos le preguntaron: «Maestro, ¿qué ve?». Y él respondió: «Los pergaminos se consumen, y las letras se remontan en dirección al cielo».
El gran sabio veía lo que sus alumnos no eran capaces de ver. Las llamas podían quemar los pergaminos y la tinta, mas las letras divinas, las primeras, las iniciales, son eternas ya que el pergamino y la tinta no son su esencia sino simplemente su morada.
Los ejecutores romanos podían regocijarse, igual que los bárbaros se regocijaron siglo tras siglo mientras daban rienda suelta a su odio hacia el símbolo que ha sido tantas veces despreciado: la Sabiduría del Sinaí. Pero ellos no fueron capaces de destruirla, así como tampoco hubieran sido capaces de anular la ley de la gravedad.
Las letras son eternas porque reflejan la voluntad del Creador.
Primero el verbo, luego la materia; primero el Creador dijo, habló, y justo después el mundo fue y se gestó (ver Introducción).
Al estudiar la energía de las letras y su poder de creación, encontramos que por medio de la palabra divina o, más precisamente, por medio de las Diez Locuciones o Dichos Iniciales, el mundo alcanzó su modo físico. El Creador dijo que haya luz y fue la luz; el Creador dijo que las aguas se dividan y la tierra seca apareció. Diez locuciones, diez dichos, diez mandatos divinos de creación.
De igual modo encontramos en el Talmud que con la letra iud fue creado el mundo venidero, el anhelado, el añorado, el mundo espiritual, y con la letra hei, en contraposición, fue creado este mundo, el mundo físico, material y concreto.
Dos letras que sirven de base para dos tiempos fundamentales en la vida del hombre: el presente, nuestro mundo, y el futuro, el mundo por venir.
Como una muestra muy breve de la intención de este pasaje talmúdico, digamos que de acuerdo con las leyes de la gramática hebrea, la iud es la letra que transforma un verbo de tiempo pasado o presente en tiempo futuro. Cuando al verbo que hasta ahora aludía a un tiempo pasado o presente le anteponemos la letra iud al comienzo, entonces la acción pasa a referirse al tiempo futuro.
La esencia de la iud, por consiguiente, encierra la energía de proyectar en un futuro el pasado y el presente. No sorprende, entonces, que los sabios indiquen en su lenguaje en clave que precisamente con la letra iud fue creado el mundo venidero, el mundo futuro.
La letra hei, por su parte, además de coincidir con el mes de nisán, sirvió energéticamente para crear este mundo, la realidad que nos rodea, la misma que nos circunscribe y nos limita.
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Tras esta introducción que intenta refrescar nuestra memoria, diremos que para lograr alcanzar la esencia particular del mes de tamuz, los sabios enseñan que resulta indispensable aproximarnos a dos letras del abecedario hebreo: la letra ain y la letra pei.
El significado del nombre de la letra ain es ojo, y el significado del nombre de la letra pei es boca.
¿Mera coincidencia? Confío plenamente que el lector de El Calendario Cabalístico ya reconoce el valor fundamental de tales "casualidades" idiomáticas.
Citamos a continuación un texto del sabio Rabino Itzjak Guinzburg, el cual analiza precisamente las dos letras en cuestión. Y si bien el texto que presentamos en muchos casos utiliza un lenguaje cabalístico, nos servirá al menos para captar la insondable profundidad de las letras en general, y de las dos letras, la ain y la pei, en particular.
“La boca, la letra pei, sigue al ojo, la letra ain. Las cinco bondades y los cinco poderes de los ojos izquierdo y derecho referidos en la letra ain, son de hecho las manifestaciones duales de la sefirá (el término sefirot es un concepto cabalístico que alude a los modos de influencia de la divinidad sobre el mundo) de daat (alude a una de las energías mentales principales), - conocimiento -, como es enseñado en la Cábala. Daat es el poder de unión y comunicación. La Providencia es el poder de daat como se revela a través de los ojos, mientras que el poder de daat como es revelado por la boca, el habla, es la forma más explícita de contacto y comunicación entre los individuos. Como está expresado en el versículo: "Y Adán conoció a su esposa Eva". "Conoció", el poder de daat, se relaciona con la unión física del marido y su esposa, por eso la forma idiomática "hablar" es usada por nuestros sabios al referirse a esa unión. Y así se nos enseña en el Zohar: "[el poder de] daat está oculto en la boca".
Daat como expresión de contacto en el ámbito de los ojos, es el secreto de la Torá escrita. Al leerla en el servicio de la sinagoga, el lector debe ver cada letra del Rollo de la Torá; algunas veces, se usa un "dedo de plata" para señalar y dirigir nuestra vista hacia cada palabra. La expresión del contacto en el ámbito de la boca es el secreto de la Torá Oral.
"No hay otro bien que la Torá". La pei es la decimoséptima letra del abecedario, el valor numérico de la palabra hebrea tov, "bien" o "bueno". Las primeras palabras dichas por la "Boca" de Dios: "Y hágase la Luz", espontáneamente produjeron la luz como la conocemos, y a continuación fueron vistas por Sus "Ojos" como que "es bueno". La palabra "bueno", es la treinta y tres de la Torá, la suma de los valores ordinales de las dos letras ain y pei (33 = 16 más 17), lo que alude a la unión de los dos niveles de daat, contacto (el de los ojos, la Torá escrita, y el de la boca, la Torá Oral).
Se dice del pueblo de Israel: "Tú eres mi testigo, dice Dios" y "El testimonio de Dios está en tu interior". Con los ojos cerrados testificamos dos veces por día: "Escucha, Oh Israel, El Eterno es nuestro Dios, El Eterno es uno". La ain de la primera palabra, Shema, "escucha", y la dalet de la última, ejad, "uno", son escritas de mayor tamaño, y juntas forman la palabra ed, "testigo". El alma de cada integrante del pueblo de Israel es un "ojo" - testigo de la unidad esencial de Dios. En este mundo debemos cerrar nuestros ojos físicos, para revelar el ojo interior de Israel que contempla la Unidad Divina. Al proclamar verbalmente nuestro testimonio, unificamos los dos niveles de contacto, el del ojo y el de la boca.
El expresar sabiduría proviene del ojo interior del corazón y se dirige a la boca, como está dicho: "el corazón del sabio le comunica a su boca". Las palabras de sabiduría, cuando se expresan sincera y humildemente por la boca, encuentran favor y gracia a los ojos de Dios y el hombre, como está dicho: "las palabras de la boca del sabio encuentran favor". En el Sefer Ietzirá se nos enseña que la "ofrenda" para la boca santa es gracia. En el bien, ("No hay otro 'bien' que la Torá") están inherentes dos propiedades esenciales: verdad y gracia. Aunque cada dimensión de la Torá expresa una amalgama de ambas propiedades, sin embargo, en particular la verdad (la "figura masculina", definida en principio por las sefirot de tiferet y iesod en Cábala) es la conciencia primordial de la Torá escrita, mientras que gracia (la "figura femenina" maljut) es la de la Torá Oral. De esta manera, el poder de la pei, la boca, es expresar la gracia de la Torá Oral”.
Y si bien aprendemos - o al menos captamos - que el significado esencial de las letras pei y ain alude a enseñanzas cabalísticas muy profundas, en las próximas páginas intentaremos rescatar aquellos aspectos místicos de las letras que se relacionan directamente con la raíz de la idolatría y del mes de tamuz.
Las letras y el punto de máxima caída
Si bien la energía negativa de desviación comienza a influir en el mundo a partir del mes de tamuz, su punto máximo es alcanzado en el mes siguiente, el mes de av. Como uno de los tantos ejemplos diremos que los dos templos de Jerusalén fueron destruidos el 9 del mes de av. También los espías que recorrieron la Tierra de Israel durante todo el mes de tamuz, regresaron junto a Moisés el 9 del mes de av.
Lo caída energética que comienza en el mes de tamuz se completa en el mes de av.
Los sabios indican que precisamente en este día - el 9 del mes de av - en el punto de máxima caída, en el fondo energético del calendario, debemos dedicarnos a la lectura del libro bíblico de Lamentaciones. Citamos a continuación algunos pasajes de los cinco capítulos de este conmovedor texto bíblico:
· “¡Cómo ha quedado solitaria la ciudad que estaba llena de gente! ¡Cómo se ha tornado viuda” Ella, que era grande entre las naciones y princesa entre las provincias, ¡cómo se ha vuelto tributaria! Llora amargamente de noche, y sus lágrimas cubres sus mejillas. No tiene a nadie que la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos se comportaron traicioneramente con ella. Se convirtieron en sus enemigos. Judá ha sido en cautiverio con gran aflicción y dura servidumbre. Habita entre los paganos y no halla descanso, alcanzada por todos sus perseguidores” (Capítulo 1).
· “¡Cómo cubrió El Eterno con una nube la hija de Sión en Su ira! Ha arrojado del cielo a la tierra la belleza de Israel, y no se acordó del escabel de Sus pies en el día de Su ira. Tragó El Eterno sin piedad todas las moradas de Jacob. Derribó en Su indignación las fortalezas de la hija de Judá... (Capítulo 2).
· “Yo soy el hombre que ha visto la aflicción por la vara de Su ira...Busquemos y probemos nuestros caminos, y volvamos a El Eterno. Elevemos nuestro corazón con nuestras manos a Dios en el cielo. Hemos pecado y nos hemos rebelado...Pletórico de ira nos perseguiste. Mataste sin compasión. Te cubriste con una nube, para que no pudiera llegarte ninguna plegaria. Nos pusiste como heces y basura en medio de los pueblos” (Capítulo 3).
· ¡Cómo se ha oscurecido el oro! ¡Cómo se ha alterado el oro más fino! Las piedras santificadas son esparcidas en la esquina de cada calle. Los preciados hijos de Sión, comparables al oro fino, son ahora menospreciados como si fuesen tiestos de barro, obra de manos de alfarero...Las manos de las mujeres plenas de compasión, han cocido a sus propios hijos. Estos fueron su alimento durante la destrucción de la hija de mi pueblo” (Capítulo 4).
· “Recuerda, oh Eterno, lo que nos ha sobrevenido. Contempla nuestro oprobio. Nuestra herencia es poseída por extranjeros, nuestras casas por extraños. Nos hemos vuelto huérfanos. No tenemos padre, y nuestras madres son como viudas. Los ancianos ya no se reúnen en el portón, los mancebos ya no hacen oír su música. Ha cesado la alegría de nuestro corazón. Nuestra danza se tornó en luto. Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Hay de nosotros, por haber pecado! Desfallece nuestro corazón, y nuestros ojos ven las cosas turbias. Sobre la montaña de Sión, que está desolada, andan los zorros...Vuelve a nosotros, oh Eterno, y nosotros volveremos. Renueva nuestros días como antaño. ¡No puedes rechazarnos enteramente y airarte al extremo con nosotros! (Capítulo 5).
Tal obra, además de referirse en su contenido a Jerusalén desolada y destruida y al pueblo sometido al máximo sufrimiento, también a través de ciertos detalles aparentemente insignificantes nos permite llegar al núcleo mismo de su mensaje.
Pequeños detalles, diminutos, aparentemente insignificantes, colmados de señales y de huellas de sabiduría.
Me permito solicitarles vuestra máxima atención.
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Si leemos el libro de Lamentaciones con detenimiento notaremos que todos sus capítulos, a excepción del último, están ordenados respetando el orden del abecedario hebreo. Significa: los versículos comienzan con letras que mantienen el orden estricto del abecedario.
Mas a partir del segundo capítulo encontramos una modificación en el orden del mismo: la letra pei aparece escrita antes que la letra ain (Ver Tablas de letras en la Introducción de esta obra).
Los sabios del Talmud (Tratado de Sanhedrín), atentos y sensibles a todo cambio o modificación, indican que en realidad tal inversión en el orden de las letras pei y ain no es casual sino que, por el contrario, encierra un mensaje muy profundo, y lo ejemplifican precisamente citando el caso de los espías enviados por Moisés: ellos dijeron con sus bocas - pei - lo que sus ojos - ain - no vieron.
En pocas palabras, la raíz del exilio, la caída y la destrucción está simbolizada por la modificación del orden correcto entre la letra pei y la letra ain, lo cual indica la posibilidad humana de hablar lo que nuestros ojos no vieron.
Qué sugerente y qué significativo resulta entonces reflexionar acerca de la enseñanza de los sabios que indica que precisamente entre estas dos fechas históricas – el 17 de tamuz y el 9 de av – existen veintidós días, el mismo número que conforma el abecedario hebreo.
Los cuatro sabios
Tal vez uno de los pasajes más famosos y maravillosos del Talmud nos sirva para acercarnos un paso más a los conceptos citados. Más precisamente, nos referimos al relato talmúdico acerca de los cuatro sabios que ingresaron al huerto – pardés (Talmud, Tratado de Jaguigá 14b). Presentamos a continuación una traducción resumida de aquel texto, la cual ya incluye algunas explicaciones para facilitar la comprensión del lector:
Enseñaron los sabios: “Cuatro entraron al pardés, y éstos son: Ben Azay, Ben Zoma, Ajer, y Rabí Akiva.... Ben Azay observó y murió... Ben Zoma, observó y fue afectado... Ajer corrompió su percepción de la divinidad, y Rabí Akiva salió en paz.”
Evidentemente el texto se refiere a cuatro sabios que intentaron investigar los niveles místicos más profundos – el pardés – razón por la cual el estudio de este pasaje es un pilar de los textos cabalísticos.
Y quien de un modo dramático toma el centro de la escena, y convoca la máxima atención, es la figura de Elisha Ben Abuia, el cual a partir de su desviación herética pasa a ser llamado por el Talmud con un nombre sugerente: Ajer. El sabio deja de ser quien fue y se transforma en “otro”: Ajer.
El mismo Talmud relata lo sucedido a Ajer en “las alturas”. Es fundamental destacar que nada de lo dicho aquí debe ser tomado al pie de la letra ya que, sin duda, el texto de sabiduría sugiere niveles de comprensión que nos superan por completo. De todos modos, el sentido llano del pasaje talmúdico podemos resumirlo del siguiente modo:
Cuando Ajer ingresó al pardés, vio a uno de los ángeles principales, a quien se había dado el permiso para sentarse y anotar los méritos de Israel. Entonces Ajer recordó que había aprendido que, entre otras cosas, en las alturas no existía el concepto de sentarse, lo cual lo confundió. Por consiguiente, al ver que de todos modos un ángel estaba sentado en contra de las leyes y decretos celestiales, concluyó que “tal vez existían dos poderes en los Cielos”: el de Dios, y el del Angel que estaba sentado. Y a pesar de que en los Cielos intentaron demostrar a Ajer – castigando al ángel con sesenta golpes de fuego – que en realidad existía un solo y único dominio y poder, el divino, el sabio no modificó sus pensamientos acerca de la dualidad en las alturas. El daño en su aprehensión de la divinidad ya había afectado lo más profundo de su ser.
Maimónides, en su Guía de Perplejos (Primera parte, capítulo 32), se refiere a este texto hermético:
“Lo propio acaece en cuanto a las percepciones intelectuales, puesto que, si te detienes en lo obscuro y no te engañas a ti mismo creyendo demostrado lo indemostrable, en orden a materias que no lo han sido; si no te apresuras a rechazar y declarar categóricamente falsas cualesquiera aseveraciones cuyas contrarias no se hayan demostrado; si, en una palabra, no te empeñas en penetrar lo que te es imposible, habrás llegado a la perfección humana y conseguido el rango de Rabí Akiva, que “entró en paz y salió en paz”... Ahora bien, si te lanzas a la aprehensión de cosas que exceden tu capacidad o te precipitas a declarar falsas aquellas aseveraciones que no hayan sido demostradas o que son imposibles, siquiera sea remotamente, te clasificas con Elisha, Ajer, y además de no lograr la perfección, te quedarás en el ínfimo grado de la imperfección, y te ocurrirá que sobrevalorarás las fantasías, te sentirás arrastrado al vicio, a la depravación y el mal, secuela de los prejuicios del intelecto y extinción de su luz”.
Y si entendemos que los ojos simbolizan el estudio profundo y la investigación, el análisis pausado y la inclinación contemplativa, bien podemos afirmar que en este caso “la boca” prevaleció a los ojos y Ajer, simplemente, no los tuvo en cuenta.
Tal vez esta sea la interpretación de Maimónides al afirmar: “si no te apresuras a rechazar y declarar categóricamente falsas cualesquiera aseveraciones cuyas contrarias no se hayan demostrado”, y también “te precipitas a declarar falsas aquellas aseveraciones que no hayan sido demostradas o que son imposibles, siquiera sea remotamente”. O en nuestro lenguaje, si no antepones tu boca a tus ojos o, la letra pei a la letra aín.
Profundicemos
Si bien la tergiversación en el orden de las letras que simbolizan la boca y los ojos puede parecer un detalle insignificante, los sabios místicos nos enseñan que esta combinación inversa es absolutamente destructiva.
En la simbología mística, los ojos representan la fuente de información y contacto con la realidad, mientras que la boca expresa la traducción de tal relación en ideas y palabras.
No sorprende entonces que la palabra bíblica para denominar a una fuente de agua sea idéntica al nombre de la letra: ain. ¿A que se debe tal estricta relación lingüística? Muy sencillo: tanto la letra como la fuente de agua representan el origen y el punto inicial de un fluir y una dinámica determinados.
Cuando el ojo ocupa el lugar correcto, entonces la boca refleja de modo transparente la realidad.
Cuando la boca funciona de modo independiente, desconectada de los ojos, entonces la transparencia se transforma en confusión y la realidad en simple imaginación.
La boca ya no traduce la información que le brinda el ojo, sino que sirve pleitesía a los deseos del hombre.
La boca ya no busca reflejar estrictamente la realidad; ahora habla deseos, pronuncia voluntades.
Mucho más grave aún: una vez que la boca habla disfrazada de fuente, cuando llega el turno del ojo éste ve lo que la boca ha dicho, que a su vez es lo que el deseo le ha dictado.
El ojo ahora cree observar una realidad que no es más que la expresión de sus deseos.
En lugar que la boca marche detrás de los ojos, éstos aprehenden la realidad descripta falsamente por la boca.
La boca ya no expresa lo observado sino que, por el contrario, se observa lo expresado por la boca.
Los sabios místicos revelan que esta desarticulación entre la boca y los ojos representa la raíz de toda caída y destrucción.
El orden correcto de los ladrillos y las piedras energéticas posibilita una construcción estable de los cimientos y las bases. Mas cuando el orden se modifica y se corrompe, el futuro edificio está condenado a tambalearse y caer destruido en mil pedazos.
El desorden de letras y el hombre contemporáneo
Si bien hasta ahora hemos analizado el tema a un nivel abstracto y teórico, sin duda que todos nosotros reconocemos en nuestro mundo interior esta dinámica destructiva y corrosiva.
La boca habla y determina; los ojos más tarde observan lo dicho.
El hombre contemporáneo vive atrapado en un universo gigantesco de palabras. Mas exactamente en una cárcel con rejas de palabras: palabras de radio, palabras de televisión, palabras de periódico, palabras de revista, palabra digital, palabra celular, palabra de internet, palabra...
Sobra aclarar que en su enorme mayoría se trata de palabras pronunciadas por bocas que preceden a los ojos.
Palabras que violan el orden natural, palabras que son semillas de futuras destrucciones.
¿A qué se debe este fenómeno enfermizo?
Los hombres contemporáneos pueden ser calificados en alguna de estas dos categorías: aquellos que viven desconectados del tiempo o aquellos que repiten sin cesar que el tiempo no les alcanza para nada.
En ambos casos - ya sea debido a la desconexión o a la carencia - el hombre contemporáneo no dedica el tiempo mínimo y elemental que se requiere para observar la realidad, analizarla, reflexionar al respecto y sacar conclusiones. Por el contrario, apurado, atolondrado y aturdido, habla y parlotea sin descanso. Y una vez que ha hablado y dicho todo sobre todo, entonces le llega el turno a su ojo fugaz que - nuevamente carente de tiempo o desconectado del mismo - coincide plenamente con todo lo dicho.
Sus ojos ciegos aprehenden una realidad inventada por su boca de cotorra.
En el campo urbano, social y cultural, las palabras de radio, diarios y televisión se prestan "desinteresadamente" a reemplazar la boca del hombre contemporáneo, ocupada en hablar de sus cosas privadas. Y muy curiosamente, los ojitos agotados del hombre moderno terminan viendo y captando la realidad tal como la Gran Boca la ha pronunciado y explicado.
¿Puede un hombre cuerdo imaginar combinación más dañina y perversa que esta?
Comenzando a cerrar el círculo
En otra parte de El Calendario Cabalístico escribimos que en la mayoría de los casos seguimos leyendo y analizando la Biblia tal como la aprendimos y la estudiamos en el colegio. Aunque sin desprendernos de esta perspectiva, nos será imposible explicar y entender cómo un pueblo que había visto y oído a la divinidad descender entre nubes, fuego y relámpagos sobre el Sinaí, tras cuarenta días construye un becerro de oro y le proclama fidelidad absoluta. Tal como tampoco nos resultará muy sencillo comprender cómo los representantes más notables de cada tribu espiaron la tierra de Israel y transmitieron al pueblo ansioso y esperanzado un informe tergiversado y engañoso.
Nuestros sabios místicos lo explican afirmando que ellos realmente "vieron", y que en ningún caso se trata de gente mentirosa o embustera.
Sólo que ellos "vieron" lo que ya había hablado su mente y su corazón. “Vieron” sus deseos, vieron sus miedos y temores, vieron sus deseos que exigían comodidad y refugio.
El pueblo de Israel "realmente" observó en los cielos el entierro de Moisés, porque sus mentes ya se habían dicho a sí mismas que seguramente el gran maestro no regresaría.
Los diez espías "realmente" vieron que hombres gigantes e invencibles habitaban la tierra prometida debido a que sus corazones ya habían sido capturados por la cobardía y por la duda.
La letra del mes
Los libros místicos relacionan al mes de tamuz con la energía particular de la octava letra del abecedario hebreo, la jet. Y para entender al menos algo de esta enseñanza, resulta fundamental primamente aclarar algunos conceptos.
Es sabido por todos, inclusive por aquellos que no se introdujeron en el mundo de la mística, que la semilla encierra al futuro árbol. O dicho en términos conceptuales, la semilla representa el nivel “en potencia” del futuro árbol “en acto”. Dos niveles, dos estados relacionados de modo esencial. No obstante, esta misma idea tan simple puede tomar dimensiones mucho mayores cuando la llevamos a un plano un tanto más abstracto.
En el lenguaje de los sabios, el principio o el inicio de toda cosa o fenómeno, encierra todo lo que sucederá con el correr de las horas, los días o los años.
El Talmud señala que la primera vez que una idea es expresada en la Biblia, éste es el sitio del cual se puede aprender de modo más claro y puro acerca de la misma. Más profundo aún, y aplicando estas ideas a nuestro tema en particular, la primera vez que una letra aparece en la Torá, de esta primera aparición y de su contexto puede entenderse la esencia de la letra.
¿Cuál es la primera oportunidad en la que aparece la letra jet? Muy sencillo: en el segundo versículo del libro del Génesis, como inicio de la palabra oscuridad: joshej.
Y tras haber leído nuestro análisis de la energía de tamuz, no sorprende que letra del mes sea la jet, ya que durante el mismo la visión se enturbia, el ascenso se detiene, y la luz que junto al Sinaí parecía eterna, lentamente comienza a tornarse en oscuridad.
Volvamos a tamuz
Tal lo dicho, los textos de sabiduría describen a tamuz como a un profeta de idolatría. Y no solamente como un simple profeta sino como el más grande de todos, razón por la cual los ídolos de los cuatro rincones del planeta se reunieron a llorarlo.
Los sabios místicos enseñan que la imagen de tamuz como el Gran Profeta de la idolatría, alude al punto máximo de palabras desconectadas de toda visión.
La Gran Boca que marcha delante de los pequeños ojos.
Sólo una boca desconectada por completo de los ojos puede llegar a construir una realidad y a crear un mundo sin base, imaginario por completo, un escenario en el que todo puede suceder.
El mundo imaginario del idólatra en el que un turbio entierro sucede en los cielos, un mundo en el que a un becerro de oro recién hecho con aretes de mujeres se le adjudican poderes trascendentes, y a hombres simples, de carne y hueso, se los aprehende como gigantes invencibles.
El trabajo espiritual del mes
1. El valor de la caída
Uno de los sabios pensadores más brillantes de la historia de Israel, Rabeinu Tzadok Hakohen, se ocupa en varias partes de su obra del revalorizar precisamente la caída y el descenso de la persona. Este gigante espiritual nos revela que el camino natural de la persona es ascender, alcanzar un determinado punto, una cima individual, para después descender nuevamente y comenzar la tarea de ascenso buscando y aspirando nuevos logros. ¿Acaso esto significa que necesariamente la persona deberá caer en su camino ascendente? Y la respuesta del cabalista es positiva, y mucho más aún: el ascenso posterior es directamente proporcional a la profundidad de la caída precedente.
En nuestro modo superficial de entender la realidad, categorizamos al ascenso como positivo y al descenso y a la caída como negativo. Lo bueno – el ascenso – se detiene y se interrumpe, para dar lugar a lo malo y decadente – el descenso y la caída. No obstante, y tal como lo enseña el sabio, el ascenso y la caída pueden entenderse también de un modo más profundo como dos elementos necesarios de un proceso de crecimiento y desarrollo espiritual.
Un jasid se quejó al rabí de Lublín de que era atormentado por un deseo pecaminoso y sentía abatido por ello. El rabí le dijo: “Guárdate ante todo del abatimiento, porque es peor y más pernicioso que el pecado. Cuando la inclinación al mal despierta deseos en el hombre, lo que le interesa no es sumirlo en el pecado, sino sumirlo en el abatimiento por el camino del pecado”.
Lo escribimos al comienzo de este libro: el Mal constituye un elemento esencial en la historia de la humanidad, y es el elemento divino que permite al hombre trabajar y superarse. Es cierto, el Mal provoca la caída del hombre, más el descenso posibilita a la persona profundizar en el acto de vivir, alcanzar mayores niveles de comprensión, y fortificar sus persona para los tiempos venideros.
Preguntaron a Rabí Shmelke: “Por qué se considera tan glorioso el sacrificio de Isaac? Por ese entonces nuestro Padre Abraham había alcanzado un alto rango de santidad, por lo uqe no es de extrañar que hiciera inmediatamente lo que Dios le pidió”.
El contestó: “Cuando un hombre es sometido a prueba, todos los rangos y toda la santidad le son quitados. Despojado de todo lo que alcanzó, se enfrenta cara a cara con Aquel que lo está probando”.
Debemos cambiar nuestra concepción acerca del Mal hasta poder afirmar sin titubeos que el Mal es un bien que no entendemos.
A un nivel superficial no lo entendemos, mas cuando profundizamos, cuando estudiamos, cuando reflexionamos, rápidamente descubrimos que una vida sin grietas ni quebrantos sería un paso monótono por el tiempo, una vida sin trabajo, sin superación, una vida regalada y carente de sentido.
Toda vez que Rabí Itzjak llegaba al pasaje de la Hagadá de Pesaj donde se habla de los cuatro hijos y allí leía acerca del cuarto, ése que “no sabe cómo preguntar”, decía: “Aquel que no sabe cómo preguntar, soy yo mismo, Levi Itzjak de Berditchev. No sé cómo preguntarte, Señor del mundo, y aun si lo supiera, no soportaría hacerlo. ¿Cómo osaría yo preguntarte por qué todo sucede como sucede, por qué somos expulsados de un exilio a otro, por qué se permite a nuestros enemigos atormentarnos? Pero en la Hagadá, al padre de “aquel que no sabe preguntar” le es dicho: “A ti te corresponde revelárselo”. Y, Señor del mundo, ¿no soy yo tu hijo? No te ruego que me reveles el secreto de tus caminos: ¡no podría soportarlo! Pero muéstrame una cosa, muéstramela más clara y más profundamente: muéstrame qué significa para mí esto que sucede en este mismo momento, qué exige de mí, qué es lo que tú, Señor del mundo, me está diciendo por ese medio. Ah, lo que quiero saber no es por qué sufro, sino solamente si sufro por tu causa”.
En el mes de tamuz comienza la caída de Israel tras alcanzar su punto máximo a los pies del Monte Sinaí. Y es un tiempo en el que soplan energías de tropiezo y de caída. ¿Acaso esto es peligroso? Claro, muy peligroso, para quien aún no ha comprendido el valor fundamental de la caída y su importancia para el próximo ascenso.
2. Elegir lo verdadero
Dijimos más arriba que, tal como lo explica el genial sabio cordobés, Maimónides, Adán, antes de probar el fruto prohibido y antes de provocar la confusión antes detallada, distinguía en su mundo cuatro aspectos diferentes: lo verdadero, lo falso, lo bueno y lo malo. Y esto, todo el tiempo que el Mal se encontraba afuera de su persona. Como es lógico, él se guiaba por lo correcto y lo falso, y su camino era elegido de acuerdo con la verdad. Mas al caer, al “acceder” al conocimiento que El Eterno le indico no probar, su vida ya no se rige por lo verdadero y lo falso, o lo correcto o incorrecto sino por lo bueno y malo. El hombre que basa su vida en lo que le parece bueno o malo, en lo que la agrada o le da rechazo, es un digno representante del hombre, mas en su estado decadente posterior al pecado. El Bien y Mal, entremezclados y confusos desplazan y oscurecen a la Verdad y la Mentira.
Pensemos y reconozcamos con toda franqueza: ¿cuantos de los caminos que elegimos son escogidos por nosotros por tratarse de caminos verdaderos? ¿O es que acaso sólo vamos detrás de lo que nos gusta y nos causa placer?
Un hombre acudió a Rabí Levi Itzjak y se quejó: “Rabí, ¿qué he de hacer con la mentira que constantemente se infiltra en mi corazón?” Se detuvo y luego gritó muy alto: ¡Oh, y ni siquiera lo que acabo de decir fue dicho sinceramente! ¡Jamás encontraré la verdad! De desesperación, el hombre se arrojó al suelo.
¡Con cuánto fervor busca este hombre la verdad!, dijo el rabí. Con mano suave lo levantó del suelo y dijo: “Está escrito en el libro de los Salmos: “La verdad brotará de la tierra”.
Existe un texto talmúdico, al final del Tratado de Sotá, en el que los sabios se refieren a la características de los años finales de la historia y del mundo. Allí se determina, entre otras cosas, que en los tiempos anteriores a la venida del Mesías “la verdad va a faltar”. Es decir, serán tiempos en los que el hombre no tomará en cuenta a la verdad y, por el contrario, marchará detrás de los deseos de su corazón.
En el mes de tamuz Israel realizó mal la cuenta de los días que Moisés debía permanecer sobre el Monte, y es el mes en el que al pueblo le pareció ver algo así como el entierro del líder en los cielos. Mas, si realmente aquella generación hubiese buscado la verdad con todo su corazón, no con tanta celeridad hubiesen reemplazado al mismo Moisés por un becerro de oro, construido por sus propias manos, desprovisto por completo de todo elemento de santidad trascendental. ¿Un pueblo que se guiará por la verdad podría haber exclamando ante este ídolo “éste es quien nos sacó de Egipto?
Un discípulo preguntó al rabí de Lublín: “Rabí, tú nos enseñaste que si un hombre conoce su propio valor y echa cuentas honradas con su propia alma, a él puede aplicársele el dicho popular: “Sacar las cuentas es pagar la mitad de la deuda”. ¿Cómo debemos entenderlo?
“Cuando se envía mercadería a través de la frontera”, dijo el rabí, “se le aplica el sello del rey y esto la certifica. De modo que cuando un hombre hecha cuentas honradas con su alma, la verdad, que es el sello de Dios, se aplica sobre él, y queda certificado”.
De modo equivocado solemos pensar relacionar al bien con el placer, y al placer con el bien. No obstante, todo el tiempo que lo correcto no es tomado en cuenta, cada elección que no considera también a la verdad, se condena a sí misma a durar muy poco tiempo. La idea del bien cambia y se modifica con el tiempo, y lo que antes nos provocaba placer, hoy nos genera rechazo. Mas la verdad es eterna, la firmeza de la misma se mantiene por siempre. Y tal vez debamos alguna vez permitirnos pensar que quizá el saber que hacemos lo correcto, por elección, conscientemente, es lo que a la larga provoca en nosotros el máximo placer. El único que, por basarse en la verdad inmutable, tampoco se modifica con el paso de los días y los años.
Aprovechemos la energía de este mes para revisar nuestros actos y para decidir si queremos basarlos y apoyarlos en parámetros y pilares verdaderos o en nuestras vanas y cambiantes ideas del bien, del mal y del tan inestable placer.
3. Anticipar los ojos a la boca
Aprendimos que la caída más dañina comienza en el momento en el que la persona modifica el orden de sus ojos y su boca. En lugar de hablar lo que ve, primero habla, y después observa. Y dijimos también que lo más grave de esto es que al final los ojos terminan “viendo” lo que su boca dijo. Los invito a reflexionar acerca de cuánto de los que normalmente opinamos con un tono de máxima seguridad se basa en hechos comprobados y estudiados a fondo.
Para explicarlo citaré un ejemplo maravilloso.
La Biblia nos relata que cuando el pueblo de Israel, tras cruzar el desierto, se aprestaba a entrar a la Tierra Prometida, el rey de Moab, Balak, sobremanera se asustó y decidió tramar un plan para evitar que Israel llegara a su tierra. Entonces, mandó a llamar al máximo “profeta” de aquéllos días, Bilaam, para que observara a Israel desde lejos y lo maldijera. El Talmud, en el Tratado de Berajot, enseña que el gran poder de Bilaam consistía en que sabía calcular exactamente el instante en el que Dios se enoja, y entonces en este preciso momento también él maldecía y vilipendiaba. Y si bien al fin y al cabo el plan de estos dos malvados fracasó, y las maldiciones fueron trocadas en bendiciones, el Talmud de todos modos se interesa por un punto particular de esta historia: ¿cómo el malvado Bilaam podía lograr maldecir en sólo un instante? Y la respuesta de los sabios es que el mínimo tiempo de un instante le era suficiente para pronunciar el término hebreo “kalem”: ¡que sean exterminado!
Para entender esta maldición, diremos que Maimónides escribe que la palabra rey, melej, está compuesta por tres letras: mem, lamed y jaf, y que este orden no es casual. La primera letra, la mem, marca el nivel del moaj, del cerebro y de la mente de la persona, que es la que debe conducir al individuo; la segunda letra, la lamed, es la que refiere al nivel del lev, el corazón, el cual debe seguir a la mente, y por último, la letra jaf marca el nivel del hígado, el kaved, el cual es asociado con la sangre y domina al aspecto físico y corporal de la persona. En resumen: rey, melej, es quien anticipa la mente a sus sentimientos, y éstos a su cuerpo.
La maldición kalem, la cual pretendía dañar al pueblo de Israel, reúne la mismas letras que rey, melej, aunque en el orden inverso. ¡Pobre de la persona cuyo cuerpo determina el camino, el sentimiento lo sigue, y sólo después permite a su mente tomar parte en la decisión! ¿Puede acaso imaginarse una persona mayor maldición que esta? En el plano más practico posible, imaginen a una persona eligiendo comprar un automóvil porque al manejarlo lo disfruta, su color le atrae y le sienta bien. Luego, claro, una vez que sus actos y su deseo lo han impulsado a gastar miles de dólares, explicará a sus amigos que se trata de un excelente motor, y que es sumamente sabido que el mismo da muy buenos resultados. Los actos, los sentimientos, y recién después la cabeza en funcionamiento. Dejo a la imaginación del lector la aplicación del mismo ejemplo a la elección de una pareja...
Cuando la boca habla sin que los ojos hayan revisado los hechos, la persona funciona de modo inverso y, esto garantiza su futura derrota.
Una vez, en la mesa, Rabí Uri dijo las palabras del salmo con gran fervor: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de Tu Ley” (119:18). Luego las explicó de esta manera:
“Sabemos que Dios, antes de crear el sol y las estrellas, creó durante el primer día una gran luz para que el hombre pudiera mirar de un extremo al otro del mundo sin que ninguna cortina se interpusiera entre su mirada y lo que era visto. Pero después Dios ocultó esa luz. Por eso David suplica ante el Creador: “Abre mis ojos”. Porque no es realmente el ojo, con su blanco y su pupila, lo que produce la visión; el ojo tiene visión porque e poder de Dios se la da. Pero una cortina impide que el ojo vea lo que está lejos en la misma forma que ve lo que está cerca. David suplicaba que esta cortina fuera eliminada, para que pudiera admirar la maravilla de todo lo que existe. Porque, dice, “de Tu Ley”, o sea de acuerdo con la Torá, veo que no debe haber separación alguna”.
Y si alguna vez, precipitadamente, anticipamos la boca a los ojos, y creamos una realidad propia, basada en nuestra fantasía, como el idólatra, debemos al menos estar dispuestos a rectificar nuestras ideas cuando la realidad nos demuestra la contrario. ¡Cuántas veces por orgullo nos aferramos a conceptos o a ideas que expresamos y no estamos dispuestos a modificarlos en ningún caso! ¡Cuántas veces clamamos a los cielos porque sentimos que en nuestro mundo la presencia divina aparenta estar ausente! Mas es completamente cierto: Dios habita en el mundo creado por El y no en el que nosotros inventamos o imaginamos. Es cierto, el mundo que es producto de nuestras fantasías no es habitado por Dios, y, por consiguiente, no podemos quejarnos ante El o pedirle explicaciones de lo que en el sucede.
Uno de los seguidores de Rabí Moshé era muy pobre. Se quejó al rabí de que su estrechez le impedía aprender y orar.
“En este día y en este tiempo”, dijo Rabí Moshé, “la mayor devoción, mayor que el estudio y la oración, consiste en aceptar el mundo exactamente tal como es”.
También a Ajer intentaron demostrarle en los cielos su error y su equivocación, mas él ya había sacado sus propias conclusiones, a las cuales se aferró hasta llegar al final, al escalón más bajo, a lo más profundo de su caída.
Aprovechemos la energía de tamuz para reordenar nuestra estructura interna, para dar prioridad a nuestros ojos y para que las palabras que salgan de nuestra boca sean fieles a un sistema que nos permita ser reyes... de nuestra persona y nuestra vida.
Costumbres y leyes relacionadas con Tamuz
· Tal lo dicho, el 17 de tamuz ocurrieron muchas tribulaciones al pueblo de Israel: las primeras tablas de la Ley fueron quebradas, se anuló el sacrificio de tamid, el cual era ofrecido antes de la destrucción del Templo, las murallas de Jerusalén fueron penetradas por los enemigos, la Torá fue quemada y se erigió un ídolo en santuario del Templo.
El recuerdo de estos acontecimientos dolorosos y su preservación en el corazón de cada persona sirve como punto de partida para la realización de la introspección personal, el retorno a Dios con arrepentimiento sincero y el mejoramiento de las acciones, todo ello con el propósito de que estas tribulaciones no vuelvan a ocurrir. Debido a esta razón, el 17 de tamuz es declarado como un día de ayuno comunitario.
Es importante destacar lo que Maimónides escribió al respecto:
“Hay días en los que todos ayunan – a causa de las tribulaciones que les ocurrieron – a fin de conmover los corazones y de abrir las puertas del arrepentimiento. Esto constituirá una remembranza de nuestras malas acciones, así como de las acciones de nuestros padres que son como nuestras acciones ahora, al punto tal que ello provocó – tanto a ellos como a nosotros – dichas tribulaciones”.
· Las tres semanas que van desde el 17 de tamuz hasta el 9 de av, son denominadas bein hametzarim debido al versículo del libro de Lamentaciones que describe así la destrucción del Templo: “Todos sus perseguidores la alcanzaron entre los estrechos – bein hametzarim” (1:3).
· En cada Shabat, durante el período de bein hametzarim, después de la lectura de la Torá en la sinagoga se lee tres secciones de los profetas que hablan acerca de la retribución y los castigos que acontecerán debido a los pecados del pueblo.
· Desde el 17 de tamuz hasta el día después al 9 de av, no se celebrar matrimonios. En algunas comunidades sefardíes no se celebran matrimonio únicamente a partir del comienzo del mes de Av y hasta después del 9 de av. No obstante, está permitido comprometerse durante todo el período de bein hametzarim.
· Está prohibido cortarse el cabello y rasurarse durante las tres semanas de bein hametzarim. Empero, a los sefardíes les está prohibido hacerlo únicamente a partir de la semana en la que tiene lugar el 9 de av.
martes, 22 de julio de 2008
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