LA CIUDAD PERFECTA
por: Rab Amram Anidjar
En nuestra Parashá aparece la obligación de nombrar jueces y policías en todas nuestras ciudades y portones. Sabido es la explicación del Alshij Hakadosh que dice que esta frase viene también a enseñarnos la importancia de colocar policías y jueces en nuestra pequeña ciudad, llamada “el cuerpo”, que está compuesta de varios portones. Como el ojo, los oídos, etc. Antes que todo, debemos poner en esta ciudad, un juez, llamado el cerebro, y muchos vigilantes en todos nuestros portones. Como los parpados de los ojos, el lóbulo de la oreja, los labios y los dientes de la boca, etc. Estos policías deben ser fieles a las sentencias del juez (cerebro), en el momento que el decida prohibir la entrada de algo a la ciudad hay que cerrar los portones. Si decide que algo no se puede escuchar hay que cerrar inmediatamente el oído, si decide que algo no se puede ver, inmediatamente hay que bajar las persianas, los parpados, así también con respecto a cerrar los portones de la boca. Como la boca está compuesta de dos caminos, uno para entrar y otro para salir, Dios tuvo que colocar dos vigilantes. Uno que cuide los alimentos que entran a ella, los dientes, y otro que cuide las palabras que salen de ella, los labios.
El juez es el más importante de toda esta escena, ya que sin él, los policías no saben lo que hacer. En nuestra Parashá veremos escritas varias leyes relacionadas con los jueces, que coinciden con las leyes de nuestro cerebro, nuestro juez.
El juez tiene prohibido aceptar sobornos. En caso de que el juez no sepa cómo sentenciar debe ir a Jerusalem (donde estaban los grandes sabios de la Torá) para asesorarse. Incluso que no entienda los motivos de la sentencia dada por los sabios de Jerusalem, así deberá sentenciar él.
Nuestro juez, el cerebro, primero debe saber todas las leyes de la Torá, porque si no, entones ¿cómo va a juzgar?, ¿de dónde va saber lo que es bueno, lo que es malo, lo permitido y lo prohibido? Igualmente, tiene que saber cuidarse muy bien, porque el Yetzer Hará sabe cómo sobornar. Él paga en efectivo, si lo escuchas te garantiza un disfrute inmediato. Provocando que el cerebro no funcione bien y que las decisiones no sean correctas.
Si por ejemplo, alguien viene a contarnos cosas malas de los demás. El cerebro sabe que está prohibido escuchar esas palabras, pero el Yetzer Hará lo soborna, diciéndole que está obligado a saber esta información, que todo el mundo ya lo sabe, que es un enemigo, etc., de tal forma que el cerebro permite a los oídos escuchar y es entonces cuando se comete el pecado. Así también ocurre con la boca, el Yetzer Hará convence al cerebro que la comida X es muy deliciosa, incluso que no sea Kasher. Así es con los ojos, y con el resto de los miembros del cuerpo. Por eso, la Torá le dijo al juez, al cerebro, que no se deje sobornar bajo ningún concepto.
Hay cosas que nuestro cerebro desconoce, el Yetzer Hará nos pregunta cosas que no sabemos cómo responderle, ¿esto es permitido o prohibido?, ¿es Kasher o no?, ¿esto se considera hablar mal del prójimo o no? Por eso, la Torá nos dice que cuando no sepamos qué hacer, vayamos a preguntar a los sabios, para que nos guíen y ayuden a pensar correctamente y en caso de que no estén, debemos consultar a los libros para saber qué decidir.
Si estos sabios llegasen a determinar algo que nosotros no comprendamos, si nos dicen que la derecha es izquierda o que lo blanco es negro, debemos obedecerles, ya que la Torá nos lo ordenó. Además de que ellos, si son sabios, seguramente que saben por qué dicen las cosas.
Una vez que el cerebro sepa estos tres conceptos, perfectamente, entonces podrá ser un buen juez en nuestra ciudad, el cuerpo.
Pero, ¿Por qué he de anular mis ideas por las decisiones de los sabios, a lo mejor yo estoy en lo correcto y ellos no?
Para responder esto debemos conocer un concepto llamado “vértigo espiritual”. Los pilotos muchas veces sufren de vértigo, en medio del vuelo pierden su rumbo, tanto es así que ni siquiera saben dónde es arriba y dónde es abajo. Son capaces de estrellarse contra el piso, pensando que están subiendo más y más alto, Dios nos libre.
El piloto que recibe un ataque de vértigo debe inmediatamente comunicarse con la torre de control más cercana para que desde allá le ayuden a dirigir el avión. El piloto tiene que estar dispuesto a seguir las instrucciones, aunque le digan que baje y a él le parece que está subiendo, debe de escuchar a los expertos porque él es quien está mareado y no ellos.
Así ocurre en la vida diaria, hay muchas personas que sufren de vértigo espiritual, piensan que están haciendo lo correcto, que así es como uno se debe comportar, que así es como está cumpliendo la voluntad de Dios, pero ellos se equivocan y no solo se equivocan, sino que se estrellan.
Por ejemplo, un joven que sale con una goyá, y esta le dice que se convertirá, cumplirá y hará. Él piensa que está haciendo un gran paso, y no solo eso, sino que piensa que es una Mitzvá grande lo que está haciendo, ya que dice estoy alumbrando a los goyim, los estoy convirtiendo al judaísmo, pero él no siente que se está estrellando poco a poco, se está arruinando la vida y la de su descendencia. Hay casos de mujeres que verdaderamente se convirtieron y cumplieron toda la Torá a cabalidad, pero esto ocurre con una en un millón de mujeres, y este joven ingenuo cree que su novia es esa una tan especial.
¿Qué debe hacer este joven, cuyo cerebro está dormido, sobornado, de huelga? Debe subir a Jerusalem, debe preguntar a los verdaderos rabinos, el consejo de la Torá, y no pagarle a algunos seudo rabinos para que conviertan a su novia, ya que lo que ellos quieren es el dinero y nada más. Debe escuchar a la torre de control para que logre aterrizar sano y salvo.
Cuando hay problemas en el cerebro, la persona queda vegetal, Dios no lo quiera. Cuando la persona tiene problemas espirituales en su cerebro, entonces está vegetal espiritualmente. Sus policías no saben qué hacer, los enemigos entran con facilidad y la conquistan y es entonces cuando se necesita guerrear muy fuerte para sacarlos afuera.
Por eso, debemos ser inteligentes y cuidar nuestro cerebro. Par esto debemos de llenarlo de información, de conocimientos de las leyes de la Torá. Posteriormente debemos nombrar a unos buenos policías que vigiles bien los portones de nuestra ciudad. Hay que estar alerta para que ningún extraño nos penetre. Cuando no sepamos qué hacer debemos de consultar con los representantes de la Torá y si nos dicen algo ilógico, debemos de saber que nosotros somos los equivocados y no ellos, nosotros tenemos vértigo y ellos son la torre de control.
Solamente así lograremos conservar una ciudad bonita y limpia, con un líder sabio y buenos policías. Amén.
jueves, 16 de agosto de 2007
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