lunes, 18 de junio de 2007

Parasha Jukat

APRENDIENDO DE NUESTROS PADRES
Por: Rab Amram Anidjar


Durante los 40 años que Am Israel deambuló por el desierto, se alimentaba con Maná, bebía agua del pozo de Miriam, quien iba tras ellos a lo largo de la travesía. En esta Parashá ocurrieron tres cosas con el pozo. La primera fue que Miriam falleció y el pozo dejó de dar sus aguas. La segunda fue que Moshé le pidió a Dios que las aguas volvieran y Dios le dijo que hablara a la roca y en vez de hablarle le pegó y, por último, una vez que volvieron las aguas, Am Israel cantó.

Cada una de estos tres acontecimientos, tiene una pregunta. Estas preguntas se responden con la misma respuesta.

1) ¿Por qué del pozo dejó de manar agua, cuando Miriam falleció si el agua es una necesidad humana y más aún encontrándose en el desierto?

2) ¿Por qué Moshé, cuando fue a sacar agua del pozo, se enfadó con Bené Israel y los llamó Morim (en hebreo significa maestros, refiriéndose a que el pueblo quería ser maestro de Moshé ó puede ser traducido, de otro idioma que no es el hebreo, como tontos); es decir, por qué utilizó una palabra extranjera para dirigirse a ellos?

3) ¿Por qué en la Torá no se escribió toda la canción entonada por los Bené Israel, sino solamente dos versículos de ella? Si es porque era muy larga, como dicen nuestros comentaristas, de igual forma debió haber sido escrita.

La respuesta para todas estas preguntas es una sola, pero antes de entender la respuesta hay que hacer una pequeña introducción.

Siempre vemos que los jóvenes se sienten más capacitados y con más conocimientos que los adultos y si hablamos de los ancianos, los consideran primitivos, obsoletos, que desconocen las cosas de la vida.

Si analizamos este enfoque de los jóvenes, hay en él algo que es verdad, pero tambien hay un grave error. Debemos saber que hay dos tipos de sabidurías en el mundo, una es la sabiduría de la Torá y otra es la sabiduría de la ciencia y la tecnología.

Si tomamos la sabiduría de la Torá, a medida que nos alejamos más de los días en que fue entregada la Torá, nos daremos cuenta de que cada generación que pasa, baja más en Torá y en santidad. Tanto es así, que ni siquiera nos podemos imaginar a un rabino de hace mil años, cómo era. ¿Quién era el Arizal, hace 450 años? ¿Quién era Maimónides? ¿Quién era Rabí Akivá? ¿Quiénes fueron los Tanaitas, y los profetas? ¿Quién era el rey David? Generalmente nos lo imaginamos como un joven con sandalias de cuero amarradas hasta las rodillas, vistiendo una mini falda y con una onda en la mano, pero no es así. Todos ellos eran personajes elevados, celestiales; sus conocimientos en Torá y en misticismo eran muy avanzados y profundos. Basta con que leamos tan solo uno de los párrafos escritos por ellos, para corroborar la sabiduría que poseían. Si tomamos un capítulo de sus libros, no entendemos nada. Por ejemplo, para entender un tema de la Guemará, nos cuesta muchísimo, lo que para ellos era muy sencillo. Todo esto sin hablar de los libros de cabalá, que son más profundos aún.

A medida que van pasando las generaciones, vamos bajando de nivel espiritual.

Sin embargo, en cuestiones mundanas, como la tecnología, ciencia, medicina, Hi-Tech, vamos avanzando impresionantemente. Cuando aún no hemos terminado de entender cómo funciona un aparato, ya salió otro más sofisticado que el primero. Los médicos de antes son como zapateros al lado de los de ahora que disponen de tantos avances en cirugía, medicinas, técnicas, etc. A medida que van pasando las generaciones, vamos avanzando en ese ámbito. Por eso, a los jóvenes les parece estar más adelantados que sus padres y abuelos, que ni siquiera saben encender una computadora.

Bajo el mismo enfoque de la vida, los Bené Israel, se equivocaron. Ya habían pasado 40 años en el desierto y casi todos los que salieron de Egipto ya habían muerto, quedando unos cuantos ancianos. Miriam era una anciana muy buena, justa, por cuyo mérito bebieron agua los judíos en el desierto. Nuestra Parashá relata el fallecimiento de Miriam: “Vatamot Sham Miriam Vatikaber Sham – Y murió Miriam y en ese mismo sitio fue enterrada” ( ). Cuando murió, se la enterró, pero nadie lloró, nadie sufrió, nadie le dijo unas palabras de despedida. ¿Por qué? Porque los jóvenes pensaron: Se murió otra anciana más, ¿qué sabe ella de la vida?”. Fue por esa razón que Dios inmediatamente interrumpió el agua, para que los jóvenes supieran, que ninguno de ellos tenía el suficiente mérito, como para que Dios les suministrara el agua y para que entendieran que esa anciana valía mucho más que todos ellos juntos.

Pero los jóvenes no lo quisieron entender, fueron a donde Moshé a quejarse por la falta de agua, entonces Dios le dijo a Moshé que le hablara a la roca y éste se enfureció con ellos por no haber honrado a los ancianos y los llamó Morim, que tiene doble significado, uno en hebreo – maestros y otro en una lengua extranjera - tontos, que nos insinúa la sabiduría extranjera, mundana, material, diciéndoles: “A lo mejor ustedes tienen master, pero en Torá ustedes son unos tontos porque desprecian a los ancianos. Piensan que ellos no valen, y en verdad es lo contrario, pues la sabiduría espiritual está mucho más allá que la material”.

Sin los valores judíos de nuestros antepasados, sin los mensajes llenos de moral y ética de nuestros padres, ¿de qué nos sirve tanta tecnología?

Una vez que pasó esto, los jóvenes todavía no entendieron el mensaje y por eso Moshé se enfureció y golpeó a la roca. Cuando empezó a salir agua de ella, los jóvenes empezaron a cantar, pero Dios no les recibió la canción. ¿Por qué? Si analizamos la canción que entonaron, los padres de esos jóvenes, al salir de Egipto, cuando se dividió el Mar Rojo, que dice: “Az Yashir Moshé Ubené Israel – Entonces cantaron Moshé y los hijos de Israel” ( ); es decir, primero Moshé (el anciano) y después lo acompañaron los demás. Pero en la canción que entonaron los jóvenes está escrito: “Az Yashir Bené Israel – Entonces cantó Bené Israel” ( ), en este caso no honraron al anciano, a Moshé, ya que pensaron que no necesitaban a Moshé para cantarle a Dios. Sin embargo, Dios no aceptó ese cántico y por lo tanto no fue registrado en la Torá, por completo, sino tan solo dos versículos, para que sepamos que cantaron muy bonito pero con desprecio a los padres y a los ancianos, y esa no es una canción agradable a Dios.

Tenemos que valorar y apreciar a nuestros padres, abuelos y ancianos, porque de seguro que hay en ellos cualidades que nosotros no tenemos. Buenas cualidades, forma de vida, pacientes, calculadores, son correctos, bondadosos, etc. Por eso debemos aprender de ellos muchas cosas. Este es el concepto de honrar al padre y a la madre que nos exige la Torá. Hónralos para que aprendas de ellos sus caminos, su forma de pensar, su calidad de vida y no los honres, nada más, porque te trajeron al mundo. Baja tu cabeza, pídeles consejos, guía, incluso bendiciones, para que crezcas en la vida. Por eso existe la costumbre de que los padres cubran a sus hijos con sus Talitot (atuendo de cuatro esquinas), en el momento en que los Cohén bendicen al pueblo en las sinagogas.

También todos los Shabat, antes o después del kidush, los hijos y las hijas van a besarle la mano a los padres y reciben bendiciones de ellos: “Yesimej Elokim KeEfraim UkeMenashé” y a las hijas: “Yesimej Elokim KeSará Rivká Rajel VeLeá”.

Por lo menos, una vez al mes, cada padre de familia debe subir a la Torá. La costumbre es que los hijos se pongan de pie, mientras el padre está leyendo la Torá y, al concluir, van a besarle la mano y a recibir su bendición.

Una vez al año, los hijos se sientan con los padres, en Pesaj, para hacerles las preguntas relativas a la pascua, y el padre les da las respuestas.

Todos los días, cada semana, cada mes, cada año, los hijos honran a sus padres y les demuestran cuán importantes son, cuán santos y especiales son.

Para culminar, les contaré una pequeña historia que ocurrió con un rabino que estaba viajando a Israel con su hijo. En el mismo vuelo iba un filósofo, también con su hijo. Al aterrizar en el aeropuerto, el filósofo se acercó al rabino y le dijo: Tengo una pregunta que me está molestando, ¿me la podrás responder? El rabino le respondió que con mucho gusto se la respondería. Entonces el filosofo le dijo: Durante todo el vuelo estuve diciéndole a mi hijo si comió, si bebió, si tenia frío, si necesitaba una almohada, y en su caso fue al revés; su hijo le preguntaba a usted si comió, si bebió, si tenia frío, si necesitaba una almohada, ¿Por qué ocurrió esto?

Aprovechando la oportunidad, el rabino le respondió: Ustedes opinan que venimos del mono y que la evolución nos mejora y por lo tanto, a medida que las generaciones avanzan, son mejores. Tu hijo es mejor que tú, porque es más evolucionado. Tú eres más mono que él, porque tú estas más cercano al mono que él. Sin embargo, para nosotros es al revés, mientras más cercanos a la entrega de la Torá estamos, somos más especiales. Mientras más nos alejamos de esa fecha, más ignorantes nos volvemos. Por eso es que yo soy más importante que mi hijo, porque él está más lejos de la entrega de la Torá, y me honra, porque yo estoy más cerca de ella.

Honremos a nuestros padres y honremos a los que merecen ser honrados. “Que sea la voluntad de Dios darles vida larga a nuestros padres, a nuestros ancianos, que aprovechemos el tiempo para aprender muchas cosas de ellos, consejos, cualidades, comportamientos. Amén.”

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