Resumen Sucot
(selección extraída de "El Ser Judío" por Rabi Hayim Halevy Donin, (c) Dto. de Educ. y cultura religiosa para la diáspora)
Sucot significa "tabernáculos", "cabañas", o "chozas temporarias", y se refiere a los lugares de residencia temporaria que utilizaron los hijos de Israel en el desierto durante el período de cuarenta años que duró su peregrinación después del éxodo de Egipto. "En cabañas hice Yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto" (Levítico 23:42). Esta festividad conmemora ese período de la historia del pueblo de Israel.
Sin embargo, su significación no se agota ni está limitada a la conmemoración histórica. El motivo espiritual subyacente de este recuerdo (y actualización) de habitar en "cabañas temporarias" enfatiza el concepto de la confianza en la protección Divina del Señor, o bitajón. Con las experiencias del desierto (el maná, el agua), que realizan dicho motivo, esta festividad subraya la fe de que de algún modo Dios provee las necesidades humanas y que el hombre, a su vez, debe estarle agradecido. Esto está simbolizado por la sucá, la endeble cabaña con su techo expuesto e inseguro en la que el judío tiene obligación de habitar durante esa semana.
La Torá otorga un énfasis adicional al motivo espiritual, por el hecho de que la fecha de su observancia (que podría haber sido cualquier momento del año, ya que no está ligada a ningún acontecimiento histórico específico), fue determinada de manera que coincida con la última cosecha del año "cuando hayas recogido el producto de tu era y de tu lugar" (Deuteronomio 16:13), cuando el espíritu de reconocimiento y gratitud al Señor por proveer las necesidades humanas surge de la manera más natural.
Para reflejar su significado agrícola, la Torá denomina también la festividad como jag heasif, "la festividad de la recolección (Exodo 23:16; 34:22) que se observa "al final del año cuando hubieres recogido del campo los resultados de tu labor". En el libro de oraciones, la festividad es también denominada "el tiempo de nuestro regocijo", zeman simjatenu, basado en la ordenanza bíblica repetida tres veces en conexión con esta festividad: "te regocijarás en tu festividad" (vesamajta bejagueja).
Con esta festividad se asocian particularmente celebraciones religiosas alegres, animadas con muchos cantos y bailes.
Habitando en la suca
"Y habló el Señor a Moisés diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos (jag hasucot) para el Señor, por siete días. El
primer día habrá santa convocación; ningún trabajo servil en él haréis... El octavo día tendréis santa convocación ... Es fiesta de congregación (atzéret); ningún trabajo servil en él haréis".
(Levítico 23:33-36)
... El primer día será de reposo, (shabatón) y el octavo día será de reposo (shabatón). Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso (hadar) [refiérase a la cidra] ramas de palmeras (temarím) y ramas de árboles frondosos (avot, árboles con hojas profusas, mirtos) y de los sauces de los arroyos (arvei-najal). Y os regocijaréis delante del Señor vuestro Dios por siete días.
Y haréis fiesta al Señor por siete días cada año; será ley perpetua para vuestras generaciones...
En cabañas habitaréis siete días para que sepan vuestros descendientes que en cabañas hice Yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto ...(Levítico 23:39-42)
La característica singular de la festividad de Sucot es la observancia del precepto de habitar en la sucá. La sucá debe ser una cabaña temporaria (ver más adelante las leyes que rigen su erección) en la que una persona habita tanto como le sea posible durante esa semana, en lugar de su hogar permanente. En climas fríos, por lo menos todas las comidas deben ser consumidas en la sucá.
La bendición que se recita cuando se cumple este precepto es:
Baruj Atá Adonai, Eloheinu mélej haolam, asher kidshanu hemitzvotav vetzivanu leshev basucá.
Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del Mundo, que nos has santificado con Tus preceptos y nos has ordenado morar en la Sucá.
Esta bendición se pronuncia inmediatamente después de la bendición del pan, cada vez que una persona se sienta a comer en la Sucá. Cuando se pronuncia como parte del Kidush, en los días festivos, no es necesario repetirla nuevamente después de la bendición del pan.
Si una persona olvida recitar la bendición arriba mencionada en el momento adecuado, puede recitarla en cualquier momento durante la comida, siempre que no esté a punto de abandonar la sucá.
No es obligatorio comer en la sucá lo que puede calificarse como una comida ligera o un bocadillo (ajilát arai) y no constituye una comida regular (ajilát keva). El comer pan califica siempre a una comida como regular.
En caso de lluvia o de frío extremo, una persona está eximida de sentarse en la sucá. También está eximida de sentarse en ella si está enferma o si está preocupada o ansiosa (mitztaer) ante la posibilidad de helarse, o si está afligido por el mal clima o por otras circunstancias. Esta última franquicia no se aplica en la primera noche de Sucot, o en las primeras dos noches de la festividad en la diáspora, en la que tiene predominancia la obligación de comer en la Sucá.
Un viajero, durante su ruta, está exento de comer en la sucá si no existe ninguna disponible.
Las mujeres están exentas de la obligación de comer en la sucá. Aunque no se les exige la observancia, pueden recitar la bendición apropiada cuando quieran comer en ella.
Construcción de la Sucá
Una sucá debe tener por lo menos tres paredes. El cuarto lado puede ser dejado abierto.
Las paredes de la sucá pueden ser de cualquier material (metal, madera, lona, ladrillo, piedra). Deben estar fijadas firmemente de tal manera que el viento no pueda derribarlas o sacudirlas fácilmente.
Una sucá construida adyacente a una casa permanente puede aprovechar una o más de las paredes de la casa como sus paredes propias.
Una sucá puede ser pequeña, adecuada para que solamente una persona entre y se siente en ella, o puede ser lo suficientemente amplia como para acomodar cientos de personas.
La cualidad de "temporaria" de una sucá está determinada por su techo o cobertura. El material que puede ser utilizado para construir el techo de la sucá se denomina secaj. Todo lo que crezca de la tierra y que haya sido cortado del suelo está permitido, mientras no esté sujeto a alguna impureza ritual, por la que se excluyen los frutos. Fuera de eso, ramas cortadas de árboles o de arbustos, tallos de maíz, cañas de bambú, tablas y palos, se consideran como secaj casher (apto). Cuando se colocan sobre la sucá, deben estar sueltos y no atados en haces.
Varas, estacas, ramas, etc., no solo son apropiadas como secaj sino que también sirven como soportes adecuados sobre los que se colocan otros tipos de secaj, más pequeños y decorativos, tales como ramas de árboles o ramos de hojas siempre verdes.
Sobre el techo debe colocarse suficiente secaj de manera que haya más sombra que luz del sol.
Es deseable que el secaj permita suficiente espacio abierto como para que las estrellas sean visibles en una noche clara, aunque la sucá sigue siendo casher y no se la descalifica si el secaj es muy espeso. Sin embargo, debe tenerse cuidado de que ninguna abertura en el secaj tenga un espacio vacío mayor a 25 centímetros (tres tefajim).
Por otra parte, el secaj no debe ser tan espeso que en caso de lluvia sirva como cobertura protectora e impida, que la lluvia penetre por él. Esto inhabditaría a la sucá.
El secaj debe colocarse siempre después de haberse completado las paredes y nunca antes, de manera que la sucá se complete con la colocación del secaj.
Una sucá construida debajo de un árbol o bajo un techo permanente, como por ejemplo un balcón no es válida y será inhabilitada.
Un alero permanente que se extienda sobre la sucá más de un metro y medio la inhabilita totalmente. Sin embargo, la sucá no se descalifica por completo si el alero es menor de un metro y medio (arba amót). Aún así, el área debajo del alero no es considerado parte de la sucá y una persona no debe sentarse allí.
Es adecuado, e inclusive es meritorio, decorar una sucá para hacerla más acogedora, hermosa y agradable. Se acostumbra suspender del secaj diversos frutos, y adornos, colgar cuadros y adornar las paredes con tapices decorativos.
La participación de toda la familia en la construcción y decoración de la sucá puede convertirse en una de las ocasiones más excitantes y ansiosamente esperadas del año judío.
Las cuatro especies
Otra observancia particular relacionada con Sucot es el precepto de juntar las cuatro especies -una cidra (etrog), una rama de palmera (lulav), una rama de mirto (hadás) y una rama de sauce (aravá)- y con ellas regocijarse frente al Señor.
En tanto que el lulav, el hadás y la aravá se atan juntos como una unidad, el etrog está separado. Cada persona debe adquirir un conjunto de las cuatro especies para sí mismo, en cumplimiento del precepto bíblico.
El lulav (al que están unidas también las ramas del mirto y del sauce) se sostiene en la mano derecha, y el etrog en la mano izquierda, con el tallo (con el cual ha sido cortado del árbol), hacia arriba. Sosteniendo los dos juntos, se pronuncia durante todos los días de Sucot la siguiente bendición:
Barúj atá, Adonai, Eloheinu, mélej haolam, asher kidshanu bemitzvotav vetzivanu al netilat lulav.
Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del Mundo, que nos has santificado con Tus preceptos y nos has ordenado lo que concierne a tomar el lulav.
(Debido a que el Lulav es la más grande de las cuatro especies, el conjunto en su totalidad se denomina con ese nombre.)
El primer día de Sucot se agrega la bendición de Sheheieyanu.
Una vez recitada la bendición, se da vuelta el etrog de manera que el tallo quede hacia abajo y el pitóm (pezón) hacia arriba. Sosteniendo el etrog al lado del lulav, este último se agita en las cuatro direcciones este, sur, oeste, norte; y después hacia arriba y hacia abajo.
(Muchas interpretaciones simbólicas fueron asignadas a las cuatro especies y al significado de ser agitadas en todas las direcciones. La más simple es que "al regocijarse frente al Señor" con las cuatro especies, éstas se agitan en todas las direcciones para indicar la presencia de Dios por doquier.)
El lulav y el etrog se sostienen también durante la recitación del Halel, los salmos en alabanza a Dios, que se recitan durante todos los días de la festividad en los servicios matinales y se agitan de la misma manera en varias ocasiones durante el recitado de los versículos "Dad gracias al Señor, porque El es bueno; por que Su misericordia es eterna" y "Te suplicamos, oh Señor, sálvanos".
Durante la parte especial del servicio de la festividad, conocida como Hoshánot, todas las personas en la sinagoga participan en una procesión alrededor de la bimá con un lulav y un etrog. Cada día de
Sucot se lleva a cabo una procesión semejante, en tanto que en el séptimo día (conocido también como Hoshaná Rabá), la procesión se lleva a cabo siete veces. Estas procesiones alrededor de la bimá conmemoran las procesiones similares alrededor del altar en el antiguo Templo de Jerusalén durante la festividad de Sucot.
El lulav y el etrog no se toman ni se bendicen el día de Sucot que coincide con Shabat, ya sea en el primero o en cualquier otro día de la festividad.
martes, 25 de septiembre de 2007
viernes, 21 de septiembre de 2007
La Justicia de Dios (según alguien que lo escribió)
Un poco de historia (con humor)
Por Leonardo Nisemblatt
“Este pequeño relato no pretende ser una crítica teológica, sino solo un reflejo simpático de realidades bíblicas hasta contemporáneas”, sostiene su autor Leonardo Nisemblatt
La Justicia de Dios (según alguien que lo escribió)
Uno se pone a pensar y le empiezan a surgir ciertas dudas. ¿Dios es justo? ¿Las decisiones que tomó fueron las acertadas? Un análisis de los hechos acrecienta esas dudas y es por eso que quiero profundizar en los detalles. Y empecemos por el principio.
A Adán y Eva los echó del Paraíso por haberse comido una manzana. ¿No les parece una exageración? Si cada vez que nuestros hijos nos desobedecen los echáramos de nuestra casa, no existirían las familias. Si Adán y Eva se hubieran comido un menú chino número 4, con egg rolls, wontong soup, cerdo en salsa agridulce, pollo con almendras y una banana soufflé, se podría haber agregado a la carta de acusación el pecado de la gula..., pero, ¿por una simple manzanita, por más deliciosa que sea?
Luego le permitió a Caín romperle la cabeza a Abel por una simple discusión de índole agropecuaria.
Al pobre Noé le mandó un diluvio de la gran siete que lo obligó a construir el Queen Mary One para salvar a su familia y a una pareja de todos los animales existentes, incluyendo una pareja de cerdos, lo que no se explica para qué, si al final nos prohibió los sándwiches de jamón.
A la mujer de LOT la convirtió en una estatua de sal por echar una miradita para atrás, dejándolo al pobre LOT, inconsolable. Si hubiera tenido un poco de consideración la hubiera convertido en estatua de azúcar y LOT podría, de vez en cuando, darle una lamida. Pero, ¿de sal, con la alta presión que LOT tenía?
Después los muchachos quisieron construir, en su honor, una torre en Babel, y tampoco le gustó la idea y decidió tirar la torre abajo. Primero pensó en estrellar un avión contra la torre, pero se dió cuenta que aún no se habían inventado los aviones, y entonces buscó una manera muy rebuscada para confundir a la gente. Creó un sinfín de idiomas, nadie se entendía con nadie, uno pedía un ladrillo y el otro le traía una oveja, hasta que al final la torre se vino abajo. y hasta el día de hoy la gente sigue sin entenderse. Los únicos que sacaron tajada del asunto fueron los vendedores de diccionarios.
Luego vino la expulsión de Agar y su hijo Ismael, porque Sara, la mujer de Abraham, le llenó la cabeza a éste: - "Echá a esa loca de acá, sino me voy yo". Y Abraham le hizo caso. Y en vez de ponerle un pisito en las cercanías, como hacen todos, los mandó al desierto. Esa decisión errónea la estamos pagando todos hasta el día de hoy.
Después, para poner a prueba la fe de Abraham, le mandó cortarle la cabeza a su propio hijo, Isaquito. ¿A quién se le puede ocurrir idea semejante? Es como pedirle a un hincha de Boca que salga a la calle con la camiseta de River. Menos mal que cayó un ángel que lo convenció que no lo hiciera y todo llegó a un final feliz, haciendo un asado con un cordero que andaba dando vueltas por ahí.
Unos años mas tarde, Dios fue cómplice de la primera estafa a gran escala en el mundo, al permitir que Jacov se hiciera pasar por su hermano Essau, para quedarse con la herencia de su padre. ¿Cómo Dios permitió un hecho así con la importancia que le da a la legalidad y al cuidado de los derechos humanos? Jacov pagó cara su conducta cuando sus propios hijos vendieron a su hijo preferido, José, a unos árabes, por unos pocos shekalim, que ya en aquella época estaban bastante devaluados, y en consecuencia no les alcanzó ni para comprarse un camello. Luego, no sé bien porqué, nos vendieron a todos y terminamos siendo esclavos en Egipto....
En Egipto, la hija del Faraón encontró una cesta que flotaba en el río con un bebé adentro y se lo llevó a su casa. Una confirmación que los dioses ajenos también cometen errores. Porque el nene, de nombre Moisés, se hizo todo un hombre (muy parecido a Charles Heston) al que no le gustó nada que les dieran latigazos a sus hermanos de religión. Y empezó a hacer propaganda con altavoces, donde se la pasaba gritando: "- ¡¡Dejad ir a mi pueblo!! ¡¡Dejad ir a mi pueblo!!". Como el Faraón era bastante cabeza dura, no le hizo caso, y entonces Moisés inició una guerra con armas no convencionales en las que incluyó langostas, sapos y piojos. De todas maneras podemos decir que por fin Dios estuvo de nuestro lado y nos ayudó con toda una serie de milagros (a Dios lo que es de Dios). Al final nos dejaron ir y para cruzar el Mar Rojo contamos con la ayuda americana, ya que Cecil B. de Mille abrió las aguas del mar para dejarnos pasar y las volvió a cerrar cuando llegaron los egipcios que nos perseguían. Los egipcios nunca fueron grandes nadadores (nunca ganaron una medalla olímpica en natación) y a todos los que les agarró la subida, murieron.
Comandados por Moisés, empezamos a vagar por el desierto en busca de la Tierra Prometida por Dios. Un día Dios lo llamó a Moisés a una montaña y le entregó las Tablas de la Ley. Cuando Moisés volvió con ellas donde estaba su gente, encontró que en vez de haber construído una estatua de él (como se acostumbra entre todos los pueblos de la zona que alaban a sus dirigentes) éstos habían construído la estatua de un becerro. A Moisés le dió mucha bronca, tiró las Tablas al suelo, destruyéndolas, y como consecuencia nadie las aprendió. Y hasta el día de hoy, se roba, se mata, se desea la mujer del vecino y nadie respeta al padre ni a la madre. Para evitar ésto, Dios podía haber hecho las Tablas por duplicado. Y la humanidad sería hoy mucho mejor.
Mientras vagaban por el desierto, se les acabó el agua. Entonces Dios le dijo a Moisés que le hablara a una piedra que había en el camino y que de allí saldría agua. Moisés comenzó a hablarle a la piedra y no pasó nada. Siguió susurrándole..., y nada. Comenzó a gritarle..., y nada. Bastante nervioso, porque alrededor estaba todo el pueblo con los vasos preparados, se cansó y le pegó una fuerte patada a la piedra. Y éso trajo varias consecuencias:
Parece que la patada destapó un caño y el agua empezó a salir a borbotones, con gran alegría para todos;
Moisés se rompió una pierna, hubo que enyesarlo y desde ese día, necesitó un bastón para caminar;
A Dios no le gustó que Moisés no hiciera exactamente lo que Él le había dicho y lo condenó a no entrar en la Tierra Prometida (¿no les parece exagerado el castigo, después de todo lo que Moisés hizo por Él?).
La cuestión es que el Pueblo Elegido anduvo cuarenta años dando vueltas por el desierto. Y este desperdicio se le puede achacar a Moisés, que salió al paseo sin brújula y sin mapa. Si Dios realmente hubiera querido echar una mano, habría aprovechado ese tiempo en llevarnos a algun lugar bastante mejor. Por ejemplo, Suiza, donde nos habría evitado muchos problemas en el presente. Como todos saben, Suiza está dividido en cantones y así hoy existiría un cantón sefaradí, gobernado por el Rav Ovadia Iosef; un cantón ashkenazi, dirigido por Shimón Peres, que hubiera ganado todas las elecciones sin problemas; un cantón ruso, donde el poder estaría repartido entre Sharansky y Liberman; un cantón americano, que habría subido al mapa de la mano de Tal Brodi; y un cantón argentino, que estaría bajo la tutela del general Peronsky tras haber derrocado en una revolución al general Videlman. En lugar de llevarnos a Suiza nos llevó al único lugar en todo Medio Oriente donde no hay una sola gota de petróleo, ni agua, ni oro, ni diamantes. Lo único que había era leche y miel, que servían para hacer buenas tortas, pero que no podían competir para la exportación con las tortas vienesas (en especial con la torta de chocolate de Sacher). De cualquier forma, la gente aceptó el lugar y comenzó a construir un Templo como agradecimiento. Pero parece que a Dios no le gustó mucho el estilo y lo hizo destruir por los persas, que no se hicieron rogar demasiado para tirarlo abajo.
Pero el Pueblo de Israel era testarudo y comenzó la construcción de un Segundo Templo. Y éso hizo enojar mucho a Dios que envió a los romanos para que nos dieran un escarmiento. Los romanos, que habían creado un gran imperio, conquistaron el lugar, destruyeron el Segundo Templo y en su lugar construyeron el Palacio de la Pizza, en pleno centro de Jerusalem. Además nos tomaron prisioneros y llevaron a muchos como esclavos a Roma.
El pueblo se dispersó por todo el mundo y durante 2000 años cada uno vivió donde conseguía una vivienda barata. Muchos se fueron a España y durante varios siglos vivieron felices, comiendo paella y asistiendo a espectáculos de flamenco. Tampoco éso le gustó a Dios y envió al F.L.E. (Frente de Liberación Española), mas conocida como Inquisición, para que nos echaran del país, como así ocurrió. Si nos hubiéramos podido quedar, hoy seríamos, casi todos, socios del Real Madrid, y podríamos deleitarnos con Beckham, Zidanne y Ronaldo en vez de sufrir con Venado, Revivo y Nimni. Pero el daño no lo sufrimos sólo nosotros. Los españoles perdieron más. En aquella época España empezaba la conquista de América, cosa que logró en casi toda Sudamérica y América Central. Y por falta de armas, se perdió la conquista de América del Norte (con la excepción de Miami). Si no nos hubieran echado, les hubiéramos fabricado una gran cantidad de Uzis, y proveídos con ellas, hubiera resultado muy fácil conquistar toda América del Norte. Y hoy en día seríamos los dueños de gran parte de los bancos de Norte América y con seguridad dominaríamos en Hollywood.
Otra gran cantidad de gente de nuestro pueblo, los que sufrían el calor de Andalucía, se fueron a Rusia. Y allí se arreglaron bastante bien, alimentándose con comidas típicas del lugar (borsht, varenikes, kreplaj y tzimes), hasta que otra vez intervino Dios, que evidentemente, y de acuerdo a las pruebas aquí detalladas, eligió a este pueblo..., para sufrir.
Así comenzaron los atentados, conocidos como progroms, en las pequeñas poblaciones donde vivían judíos. Y otra vez nos llevaron a buscar lugares más tranquilos. Lo único bueno que salió de estas circunstancias, fue una excelente versión del Violinista en el Tejado, que ganó varios Oscares.
Y entonces, Dios, cansado de todas las peticiones de ayuda que le enviaban, llamó a licitación para solucionar de una buena vez los problemas del pueblo judío.
A la licitación se presentaron varios candidatos. El primero fue Theodor Hertzel, que presentó en su solicitud un libro titulado "El estado judío", que con el tiempo llegó a ser realidad (Blumfield). Otro que se presentó fue el barón Hirsh, que trajo un plan de comprar tierras en la Argentina para construir allí el nuevo Estado Judío (no sé si la idea era buena, pero si se hubiera materializado por lo menos ya habríamos ganado dos campeonatos del mundo en fútbol). El tercero fue un científico llamado Einstein, que un día, mientras se bañaba, entró en una bañera llena de agua y al ingresar en ella el agua desbordó. Einstein pensó un poco y gritó ¡¡Eureka!! y sacó el tapón de la salida de agua e inmediatamente la bañera se vació. Y entonces dijo: "Todo es relativo". Se apresuró a sentarse y escribió la fórmula que se le había ocurrido: E=MC al cuadrado. Cuando terminó se la mostró a su sirviente, y éste, con los ojos llenos de asombro le dijo: - "¡¡Pero si ésto es una bomba atómica!!".
Otro que quiso aportar para solucionar los problemas fue un hombre que se la pasaba cantando "Si yo fuera Rotschild". Era Rotschild. El último que se presentó a la licitación fue un tal Adolfo Hitler, que intentó convencer a Dios que tenía la solución final para el pueblo judío. Y en una decisión escandalosa, Dios eligió a éste último como ganador de la licitación. Hitler se puso inmediatamente a trabajar y hoy podemos decir con certeza que existen 6.000.000 de razones que condenan a Dios por su enorme error. Y hay muchos que hasta el día de hoy se niegan a perdonarlo.
Menos mal que otra vez los americanos vinieron a exterminar a los malos de la película. Las fuerzas al mando de John Wayne Eisenhower y Kirk Douglas MacArthur llegaron a tiempo para evitar unos cuantos millones "de razones" más en el juicio a Dios.
Al final, cuando los que quedaban vivos buscaban un nuevo sitio para rehacer sus vidas, se juntaron las ideas de Hertzl, el dinero de Rotschild, y la bomba atómica de Einstein, para regresar a nuestro lugar, nuestra tierra.
Y hace 56 años que volvimos, construímos un nuevo templo (la Kneset) y pretendemos vivir lo mas tranquilos posible. Es difícil, porque la zona se la disputan dos dioses. El nuestro nos promete desde hace miles de años que nos va a enviar al Mesías. A pesar del tiempo transcurrido no aparece. Por lo cual muchos han dejado de creer en las promesas de nuestro Dios. El otro, Alá, hace promesas aún más imposibles. Prometió a todo aquel que se haga pedazos en un lugar donde haya muchos judíos el Paraíso con setenta vírgenes esperándolo. Y éso, evidentemente, es una gran mentira, porque, ¿de dónde va a sacar Alá setenta vírgenes, cuando hoy en día es casi imposible encontrar una?
Esa es la causa por la cual millones de personas en todo el mundo dejaron de creer en los viejos dioses. Y fueron apareciendo dioses locales que hacen e hicieron la felicidad de mucha gente. Por ejemplo, en Brasil y Argentina, se creó una nueva religión con sus respectivos dioses, Pelé y Maradona. En EEUU. apareció el dios del baloncesto, Michel Jordan. En Inglaterra llegaron los dioses de la música, Los Beatles. En Francia, un país bastante prostituído, apareció la diosa del sexo, Brigitte Bardot. En Italia, el dios del "bell canto" Cappellety Pavarotti. Y en España, que mucho tiempo pasó hambre, hoy tienen al dios de la comida, Carlos Arguiniano. Y aquí en Israel, nos llegó el dios del Bla Bla, Bibi Netaniahu, un dios muy instruído que le promete a cada uno lo que le gustaría oir. El quiso convertirse en un héroe como Robin Hood, pero se le olvidó el argumento. Y en vez de sacarles a los ricos para darle a los pobres, le saca a los pobres para darle a los ricos. No llevó a cabo ningún milagro, ni siquiera uno que realizó alguien que anduvo por estos sitios hace unos 2000 años, la multiplicación de los panes y los peces. Si como mínimo hubiera realizado el mismo milagro, se podría haber cocinado toneladas de guefilte fish y muchas personas no estarían muriendose de hambre.
Y así llegamos al día de hoy donde la mayoría de los hombres del planeta adoran a un nuevo dios. Un dios que ayuda a sanar a personas enfermas, que da felicidad, facilita la llegada del amor y brinda la oportunidad de llegar a verdaderos paraísos, donde no es delito comer una manzana, y si se quiere, uno puede deleitarse con una langosta con champagne. Es un dios al que se puede ver e incluso tocar. Es pequeño y de color verde, se llama Dólar y se lo venera en templos especiales, llamados bancos. A los sacerdotes que los dirigen se los llama gerentes y producen muchos milagros que llevan el nombre de créditos. Y generalmente, cuando uno sale de esos templos después de haber recibido uno de esos milagros, mientras se aleja rumbo a su hogar, lo hace musitando muy bajito: "Gracias a Dios"...
Fuente: Comunita Jueva Atid de Catalunya
Por Leonardo Nisemblatt
“Este pequeño relato no pretende ser una crítica teológica, sino solo un reflejo simpático de realidades bíblicas hasta contemporáneas”, sostiene su autor Leonardo Nisemblatt
La Justicia de Dios (según alguien que lo escribió)
Uno se pone a pensar y le empiezan a surgir ciertas dudas. ¿Dios es justo? ¿Las decisiones que tomó fueron las acertadas? Un análisis de los hechos acrecienta esas dudas y es por eso que quiero profundizar en los detalles. Y empecemos por el principio.
A Adán y Eva los echó del Paraíso por haberse comido una manzana. ¿No les parece una exageración? Si cada vez que nuestros hijos nos desobedecen los echáramos de nuestra casa, no existirían las familias. Si Adán y Eva se hubieran comido un menú chino número 4, con egg rolls, wontong soup, cerdo en salsa agridulce, pollo con almendras y una banana soufflé, se podría haber agregado a la carta de acusación el pecado de la gula..., pero, ¿por una simple manzanita, por más deliciosa que sea?
Luego le permitió a Caín romperle la cabeza a Abel por una simple discusión de índole agropecuaria.
Al pobre Noé le mandó un diluvio de la gran siete que lo obligó a construir el Queen Mary One para salvar a su familia y a una pareja de todos los animales existentes, incluyendo una pareja de cerdos, lo que no se explica para qué, si al final nos prohibió los sándwiches de jamón.
A la mujer de LOT la convirtió en una estatua de sal por echar una miradita para atrás, dejándolo al pobre LOT, inconsolable. Si hubiera tenido un poco de consideración la hubiera convertido en estatua de azúcar y LOT podría, de vez en cuando, darle una lamida. Pero, ¿de sal, con la alta presión que LOT tenía?
Después los muchachos quisieron construir, en su honor, una torre en Babel, y tampoco le gustó la idea y decidió tirar la torre abajo. Primero pensó en estrellar un avión contra la torre, pero se dió cuenta que aún no se habían inventado los aviones, y entonces buscó una manera muy rebuscada para confundir a la gente. Creó un sinfín de idiomas, nadie se entendía con nadie, uno pedía un ladrillo y el otro le traía una oveja, hasta que al final la torre se vino abajo. y hasta el día de hoy la gente sigue sin entenderse. Los únicos que sacaron tajada del asunto fueron los vendedores de diccionarios.
Luego vino la expulsión de Agar y su hijo Ismael, porque Sara, la mujer de Abraham, le llenó la cabeza a éste: - "Echá a esa loca de acá, sino me voy yo". Y Abraham le hizo caso. Y en vez de ponerle un pisito en las cercanías, como hacen todos, los mandó al desierto. Esa decisión errónea la estamos pagando todos hasta el día de hoy.
Después, para poner a prueba la fe de Abraham, le mandó cortarle la cabeza a su propio hijo, Isaquito. ¿A quién se le puede ocurrir idea semejante? Es como pedirle a un hincha de Boca que salga a la calle con la camiseta de River. Menos mal que cayó un ángel que lo convenció que no lo hiciera y todo llegó a un final feliz, haciendo un asado con un cordero que andaba dando vueltas por ahí.
Unos años mas tarde, Dios fue cómplice de la primera estafa a gran escala en el mundo, al permitir que Jacov se hiciera pasar por su hermano Essau, para quedarse con la herencia de su padre. ¿Cómo Dios permitió un hecho así con la importancia que le da a la legalidad y al cuidado de los derechos humanos? Jacov pagó cara su conducta cuando sus propios hijos vendieron a su hijo preferido, José, a unos árabes, por unos pocos shekalim, que ya en aquella época estaban bastante devaluados, y en consecuencia no les alcanzó ni para comprarse un camello. Luego, no sé bien porqué, nos vendieron a todos y terminamos siendo esclavos en Egipto....
En Egipto, la hija del Faraón encontró una cesta que flotaba en el río con un bebé adentro y se lo llevó a su casa. Una confirmación que los dioses ajenos también cometen errores. Porque el nene, de nombre Moisés, se hizo todo un hombre (muy parecido a Charles Heston) al que no le gustó nada que les dieran latigazos a sus hermanos de religión. Y empezó a hacer propaganda con altavoces, donde se la pasaba gritando: "- ¡¡Dejad ir a mi pueblo!! ¡¡Dejad ir a mi pueblo!!". Como el Faraón era bastante cabeza dura, no le hizo caso, y entonces Moisés inició una guerra con armas no convencionales en las que incluyó langostas, sapos y piojos. De todas maneras podemos decir que por fin Dios estuvo de nuestro lado y nos ayudó con toda una serie de milagros (a Dios lo que es de Dios). Al final nos dejaron ir y para cruzar el Mar Rojo contamos con la ayuda americana, ya que Cecil B. de Mille abrió las aguas del mar para dejarnos pasar y las volvió a cerrar cuando llegaron los egipcios que nos perseguían. Los egipcios nunca fueron grandes nadadores (nunca ganaron una medalla olímpica en natación) y a todos los que les agarró la subida, murieron.
Comandados por Moisés, empezamos a vagar por el desierto en busca de la Tierra Prometida por Dios. Un día Dios lo llamó a Moisés a una montaña y le entregó las Tablas de la Ley. Cuando Moisés volvió con ellas donde estaba su gente, encontró que en vez de haber construído una estatua de él (como se acostumbra entre todos los pueblos de la zona que alaban a sus dirigentes) éstos habían construído la estatua de un becerro. A Moisés le dió mucha bronca, tiró las Tablas al suelo, destruyéndolas, y como consecuencia nadie las aprendió. Y hasta el día de hoy, se roba, se mata, se desea la mujer del vecino y nadie respeta al padre ni a la madre. Para evitar ésto, Dios podía haber hecho las Tablas por duplicado. Y la humanidad sería hoy mucho mejor.
Mientras vagaban por el desierto, se les acabó el agua. Entonces Dios le dijo a Moisés que le hablara a una piedra que había en el camino y que de allí saldría agua. Moisés comenzó a hablarle a la piedra y no pasó nada. Siguió susurrándole..., y nada. Comenzó a gritarle..., y nada. Bastante nervioso, porque alrededor estaba todo el pueblo con los vasos preparados, se cansó y le pegó una fuerte patada a la piedra. Y éso trajo varias consecuencias:
Parece que la patada destapó un caño y el agua empezó a salir a borbotones, con gran alegría para todos;
Moisés se rompió una pierna, hubo que enyesarlo y desde ese día, necesitó un bastón para caminar;
A Dios no le gustó que Moisés no hiciera exactamente lo que Él le había dicho y lo condenó a no entrar en la Tierra Prometida (¿no les parece exagerado el castigo, después de todo lo que Moisés hizo por Él?).
La cuestión es que el Pueblo Elegido anduvo cuarenta años dando vueltas por el desierto. Y este desperdicio se le puede achacar a Moisés, que salió al paseo sin brújula y sin mapa. Si Dios realmente hubiera querido echar una mano, habría aprovechado ese tiempo en llevarnos a algun lugar bastante mejor. Por ejemplo, Suiza, donde nos habría evitado muchos problemas en el presente. Como todos saben, Suiza está dividido en cantones y así hoy existiría un cantón sefaradí, gobernado por el Rav Ovadia Iosef; un cantón ashkenazi, dirigido por Shimón Peres, que hubiera ganado todas las elecciones sin problemas; un cantón ruso, donde el poder estaría repartido entre Sharansky y Liberman; un cantón americano, que habría subido al mapa de la mano de Tal Brodi; y un cantón argentino, que estaría bajo la tutela del general Peronsky tras haber derrocado en una revolución al general Videlman. En lugar de llevarnos a Suiza nos llevó al único lugar en todo Medio Oriente donde no hay una sola gota de petróleo, ni agua, ni oro, ni diamantes. Lo único que había era leche y miel, que servían para hacer buenas tortas, pero que no podían competir para la exportación con las tortas vienesas (en especial con la torta de chocolate de Sacher). De cualquier forma, la gente aceptó el lugar y comenzó a construir un Templo como agradecimiento. Pero parece que a Dios no le gustó mucho el estilo y lo hizo destruir por los persas, que no se hicieron rogar demasiado para tirarlo abajo.
Pero el Pueblo de Israel era testarudo y comenzó la construcción de un Segundo Templo. Y éso hizo enojar mucho a Dios que envió a los romanos para que nos dieran un escarmiento. Los romanos, que habían creado un gran imperio, conquistaron el lugar, destruyeron el Segundo Templo y en su lugar construyeron el Palacio de la Pizza, en pleno centro de Jerusalem. Además nos tomaron prisioneros y llevaron a muchos como esclavos a Roma.
El pueblo se dispersó por todo el mundo y durante 2000 años cada uno vivió donde conseguía una vivienda barata. Muchos se fueron a España y durante varios siglos vivieron felices, comiendo paella y asistiendo a espectáculos de flamenco. Tampoco éso le gustó a Dios y envió al F.L.E. (Frente de Liberación Española), mas conocida como Inquisición, para que nos echaran del país, como así ocurrió. Si nos hubiéramos podido quedar, hoy seríamos, casi todos, socios del Real Madrid, y podríamos deleitarnos con Beckham, Zidanne y Ronaldo en vez de sufrir con Venado, Revivo y Nimni. Pero el daño no lo sufrimos sólo nosotros. Los españoles perdieron más. En aquella época España empezaba la conquista de América, cosa que logró en casi toda Sudamérica y América Central. Y por falta de armas, se perdió la conquista de América del Norte (con la excepción de Miami). Si no nos hubieran echado, les hubiéramos fabricado una gran cantidad de Uzis, y proveídos con ellas, hubiera resultado muy fácil conquistar toda América del Norte. Y hoy en día seríamos los dueños de gran parte de los bancos de Norte América y con seguridad dominaríamos en Hollywood.
Otra gran cantidad de gente de nuestro pueblo, los que sufrían el calor de Andalucía, se fueron a Rusia. Y allí se arreglaron bastante bien, alimentándose con comidas típicas del lugar (borsht, varenikes, kreplaj y tzimes), hasta que otra vez intervino Dios, que evidentemente, y de acuerdo a las pruebas aquí detalladas, eligió a este pueblo..., para sufrir.
Así comenzaron los atentados, conocidos como progroms, en las pequeñas poblaciones donde vivían judíos. Y otra vez nos llevaron a buscar lugares más tranquilos. Lo único bueno que salió de estas circunstancias, fue una excelente versión del Violinista en el Tejado, que ganó varios Oscares.
Y entonces, Dios, cansado de todas las peticiones de ayuda que le enviaban, llamó a licitación para solucionar de una buena vez los problemas del pueblo judío.
A la licitación se presentaron varios candidatos. El primero fue Theodor Hertzel, que presentó en su solicitud un libro titulado "El estado judío", que con el tiempo llegó a ser realidad (Blumfield). Otro que se presentó fue el barón Hirsh, que trajo un plan de comprar tierras en la Argentina para construir allí el nuevo Estado Judío (no sé si la idea era buena, pero si se hubiera materializado por lo menos ya habríamos ganado dos campeonatos del mundo en fútbol). El tercero fue un científico llamado Einstein, que un día, mientras se bañaba, entró en una bañera llena de agua y al ingresar en ella el agua desbordó. Einstein pensó un poco y gritó ¡¡Eureka!! y sacó el tapón de la salida de agua e inmediatamente la bañera se vació. Y entonces dijo: "Todo es relativo". Se apresuró a sentarse y escribió la fórmula que se le había ocurrido: E=MC al cuadrado. Cuando terminó se la mostró a su sirviente, y éste, con los ojos llenos de asombro le dijo: - "¡¡Pero si ésto es una bomba atómica!!".
Otro que quiso aportar para solucionar los problemas fue un hombre que se la pasaba cantando "Si yo fuera Rotschild". Era Rotschild. El último que se presentó a la licitación fue un tal Adolfo Hitler, que intentó convencer a Dios que tenía la solución final para el pueblo judío. Y en una decisión escandalosa, Dios eligió a éste último como ganador de la licitación. Hitler se puso inmediatamente a trabajar y hoy podemos decir con certeza que existen 6.000.000 de razones que condenan a Dios por su enorme error. Y hay muchos que hasta el día de hoy se niegan a perdonarlo.
Menos mal que otra vez los americanos vinieron a exterminar a los malos de la película. Las fuerzas al mando de John Wayne Eisenhower y Kirk Douglas MacArthur llegaron a tiempo para evitar unos cuantos millones "de razones" más en el juicio a Dios.
Al final, cuando los que quedaban vivos buscaban un nuevo sitio para rehacer sus vidas, se juntaron las ideas de Hertzl, el dinero de Rotschild, y la bomba atómica de Einstein, para regresar a nuestro lugar, nuestra tierra.
Y hace 56 años que volvimos, construímos un nuevo templo (la Kneset) y pretendemos vivir lo mas tranquilos posible. Es difícil, porque la zona se la disputan dos dioses. El nuestro nos promete desde hace miles de años que nos va a enviar al Mesías. A pesar del tiempo transcurrido no aparece. Por lo cual muchos han dejado de creer en las promesas de nuestro Dios. El otro, Alá, hace promesas aún más imposibles. Prometió a todo aquel que se haga pedazos en un lugar donde haya muchos judíos el Paraíso con setenta vírgenes esperándolo. Y éso, evidentemente, es una gran mentira, porque, ¿de dónde va a sacar Alá setenta vírgenes, cuando hoy en día es casi imposible encontrar una?
Esa es la causa por la cual millones de personas en todo el mundo dejaron de creer en los viejos dioses. Y fueron apareciendo dioses locales que hacen e hicieron la felicidad de mucha gente. Por ejemplo, en Brasil y Argentina, se creó una nueva religión con sus respectivos dioses, Pelé y Maradona. En EEUU. apareció el dios del baloncesto, Michel Jordan. En Inglaterra llegaron los dioses de la música, Los Beatles. En Francia, un país bastante prostituído, apareció la diosa del sexo, Brigitte Bardot. En Italia, el dios del "bell canto" Cappellety Pavarotti. Y en España, que mucho tiempo pasó hambre, hoy tienen al dios de la comida, Carlos Arguiniano. Y aquí en Israel, nos llegó el dios del Bla Bla, Bibi Netaniahu, un dios muy instruído que le promete a cada uno lo que le gustaría oir. El quiso convertirse en un héroe como Robin Hood, pero se le olvidó el argumento. Y en vez de sacarles a los ricos para darle a los pobres, le saca a los pobres para darle a los ricos. No llevó a cabo ningún milagro, ni siquiera uno que realizó alguien que anduvo por estos sitios hace unos 2000 años, la multiplicación de los panes y los peces. Si como mínimo hubiera realizado el mismo milagro, se podría haber cocinado toneladas de guefilte fish y muchas personas no estarían muriendose de hambre.
Y así llegamos al día de hoy donde la mayoría de los hombres del planeta adoran a un nuevo dios. Un dios que ayuda a sanar a personas enfermas, que da felicidad, facilita la llegada del amor y brinda la oportunidad de llegar a verdaderos paraísos, donde no es delito comer una manzana, y si se quiere, uno puede deleitarse con una langosta con champagne. Es un dios al que se puede ver e incluso tocar. Es pequeño y de color verde, se llama Dólar y se lo venera en templos especiales, llamados bancos. A los sacerdotes que los dirigen se los llama gerentes y producen muchos milagros que llevan el nombre de créditos. Y generalmente, cuando uno sale de esos templos después de haber recibido uno de esos milagros, mientras se aleja rumbo a su hogar, lo hace musitando muy bajito: "Gracias a Dios"...
Fuente: Comunita Jueva Atid de Catalunya
jueves, 20 de septiembre de 2007
Me di cuenta que estaba enojado con D-os
Me di cuenta que estaba enojado con D-os
Un sentimiento extraño
Por Jay Litvin
Eran los días previos a Iom Kipur. Me sentía solo y triste y no podía darme cuenta del motivo. La soledad venía acompañándome desde hacía meses.
En mi casa, todo estaba bien con mi señora y mis hijos. Había hablado por teléfono con mis hermanas, tampoco allí había problemas y la comunicación con mis amigos era muy estrecha.
Estaba extrañando a D-os.
Estaba y había estado sintiéndome lejos de Él. Era un sentimiento extraño para mí. Aún en los últimos años de mi adolescencia, cuando tenía necesidad de encontrarme con D-os, era capaz de conectarme con Él. Él siempre contesta a mis llamados. A veces ni siquiera necesito llamarlo. Simplemente siento Su presencia mientras avanzo por la vida.
Pero estos últimos meses han sido solitarios. Estaba separado de Él, sin siquiera poder llamarlo. Y yo no sabía el motivo.
Justo antes de Iom Kipur, recibí un e-mail de un amigo. No es un judío religioso, lo que no nos impide mantener largas conversaciones acerca de D-os y la Torá. Es escritor y tiene facilidad de palabra. También compartimos la misma enfermedad, y hablamos mucho sobre nuestros síntomas, historias clínicas, miedos, tratamientos y dolores. Hay algo especial que le sucede a quienes comparten la misma enfermedad. Nunca nos preocupa la posibilidad de aburrirnos mutuamente. Todas nuestras preocupaciones y obsesiones sobre los cambios diarios en nuestra salud o en los síntomas, así como los hallazgos más recientes de nuevos medicamentos y tratamientos a través de Internet, podrían llegar a aburrir a los demás, pero ejercen una permanente fascinación sobre nosotros.
Al final de este e-mail mi amigo me escribió: "Jay, no creo que este Iom Kipur debas ir al shul y pedirle a D-os que te perdone. Este Iom Kipur tendrías que quedarte en tu casa y es D-os quien debería acercarse de rodillas para pedirte a ti que lo perdones a Él por lo que Él te ha hecho".
Cuando leí estas líneas me empecé a reír. Mi amigo es un sacrílego agitador. Creía en lo que me estaba diciendo, pero había escrito estas palabras más que nada para escandalizarme. Tomé nota de su mensaje, pero le presté poca atención.
A medida que se acercaba el día de Iom Kipur, seguía tratando de saber qué era lo que estaba pasando entre nosotros, entre D-os y yo. Me preocupaba que en este día de oración y ayuno careciera del vínculo que Iom Kipur generalmente trae consigo.
Y fue entonces que, en un instante, me di cuenta que estaba enojado con D-os. Estaba enojado por mi enfermedad y porque todavía no estaba curado. Estaba enojado por mi sufrimiento. Y estaba enojado por la alteración en mi vida, el miedo y la ansiedad que le estaban causando a mi familia y a quienes me querían y apreciaban. Estaba enojado por todo lo relacionado con mi enfermedad y Él, que es quien rige todo lo que sucede en el mundo, era responsable y era a quien podía culpar.
Y fue en este espíritu que llegué al día de Iom Kipur, enojado con D-os.
Me puse mi kitel y talit y me dirigí al shul. Los doctores y el Rabino me habían autorizado a ayunar de modo que, golpeándome el pecho, enumeré mis pecados. Pedí perdón. Y aún así, sin que tuviera importancia la longitud de la lista de pecados, sin que importara con qué intensidad yo buscara el perdón, no podía encontrar ningún acto tan atroz que mereciera el castigo que yo sentía que me estaba siendo impuesto.
Recé por el perdón de D-os y, en mi libro de oraciones, leí las palabras que prometían Su perdón. Él me iba a perdonar, leía, porque así era Su naturaleza. Él perdona. Él me quiere. Quiere que esté cerca de Él. No me perdona por cualquier motivo, ni porque me lo merezca, simplemente porque Él es así. Él es misericordioso y "hace borrón y cuenta nueva" para que ambos -Él y yo- podamos estar nuevamente cerca en el año que se inicia.
Y yo leía estas palabras, preciosas expresiones, pero aun así mi enojo se mantenía.
Entonces volví a recordar el e-mail. En su cinismo mi amigo había dado en el blanco: yo necesitaba perdonar a D-os. Era yo quien tenía que liberarme de mi enojo y de culparlo por la enfermedad que Él me había dado. Necesitaba "hacer borrón y cuenta nueva" para que Él pudiera estar nuevamente conmigo.
Pero ¿cómo hacerlo? ¿En base a qué iba a poder perdonarlo? Si Él fuera humano, podría perdonarlo por Su imperfección, Su falibilidad, Su mezquindad, Su formación, Su fragilidad y vulnerabilidad. Podría tratar de ponerme en Su lugar y entender Su punto de vista. Pero, ¡Él es D-os, perfecto y completo! Que actúa con sabiduría e intencionalidad. ¿Voy a ser yo quien lo va perdonar a Él?
Y, a medida que iba siguiendo las oraciones a lo largo del día, con mi enojo e incapacidad para perdonar permanentemente en mis pensamientos, las palabras de súplica por el perdón de mi libro de oraciones comenzaron a transformarse en enseñanzas para perdonar. ¿En este día de Iom Kipur D-os me estaba enseñando cómo perdonarlo? ¿Eran estas palabras lecciones de perdón que venían del Maestro del Perdón?
Las instrucciones parecían ser claras: perdona por el bien de perdonar. No perdones porque hay un motivo que tú comprendas (porque puede que nunca entiendas Mis caminos) ni porque lo merezca (ya que las maneras en que Yo las manifiesto son a menudo terribles y temibles). Perdóname solamente por amor, para que podamos estar cerca nuevamente. Perdóname porque tú, creado a Mi imagen y semejanza, también eres indulgente. Te he creado con esa capacidad para que, no importa lo que suceda a lo largo de tu vida, tú y Yo podamos estar cerca y que, por encima de lo que pueda suceder entre tú y a quien tú quieras, siempre se puedan volver a encontrar y recomenzar, limpios y puros, prontos para un nuevo comienzo.
El mensaje y las instrucciones estaban allí y, a través de las oraciones, empecé a oír que D-os me estaba hablando, que me tendía la mano en un gesto de reconciliación, esperando mi perdón, dándome los mensajes para perdonarlo a Él.
Volví a recordar el provocativo e-mail de mi amigo. No, D-os no se acercaba de rodillas. ¿Pero, estaba pidiendo perdón? ¿Estaba suplicando que lo perdonara y me reconciliara con Él? ¿Nuestra armonía era más importante para Él que cualquier pecado que hubiera cometido contra Él o cualquier dolor que me hubiera producido a mí?
Aún así, no podía hacerlo. Incluso percibiendo hasta qué punto Él me estaba tendiendo la mano, yo no era capaz de perdonarlo. Aunque en este día de la verdad quería perdonar, me daba cuenta que no me era posible. Lo que Él me había hecho seguía siendo demasiado terrible, demasiado deliberado como para perdonar.
A medida que se acercaba la oración de finalización, Neilá, yo estaba desesperado. Todo parecía imposible. Cuando presenté mi caso ante los invisibles jueces internos que llevo conmigo, recibí la sentencia justa. Es culpable. Se merece que me mantenga distante y que lo rechace, y que yo siga terca y justificadamente en esta posición.
Pero, cuando empezó a atardecer, me sentí absolutamente solo. La soledad era insoportable.
Este sentimiento me recordaba las discusiones con mi mujer. Cuando nos peleamos por algún daño o injusticia que haya tenido lugar, le presento el caso a mis jueces interiores y ellos me dan la razón. Me retiro a mi posición de justicia y la castigo con el rechazo y la distancia. A veces dura unas pocas horas, otras, varios días. Pero, al final, hace su ingreso la soledad. La distancia se vuelve insoportable. El retiro exige finalización. Mi deseo de reconciliación y reunificación supera cualquier necesidad de estar en lo cierto o aplicar un castigo. Y así, sin necesidad siquiera de hablar sobre el motivo de la pelea, eventualmente nos perdonamos para poder estar de nuevo juntos, queriéndonos nuevamente, siguiendo con nuestras vidas, vínculos y familia, con buena voluntad para empezar una vez más. No perdonamos por una razón en especial, ni porque nos aceptamos con nuestra mezquindad, fragilidad o imperfección humana. Simplemente nos perdonamos por el deseo de amar y reunificarnos. Sólo para estar nuevamente juntos. Para que las cosas estén como deben estar.
Y, fue en los últimos momentos de Iom Kipur, a través de mi insoportable soledad y separación de D-os, que encontré mi capacidad para perdonar. Perdoné simplemente para que -D-os y yo- pudiéramos estar cerca nuevamente. Para que pudiéramos retornar a la armonía que debemos sentir entre nosotros. Fue por mi amor hacia Él, mi necesidad de Él, mi incapacidad de continuar sin Él que, dentro de mí, encontré esa capacidad. En actitud de perdón extendí mi mano hacia Él y en ese momento el dolor y la culpa empezaron a desaparecer.
Para mí Iom Kipur no ha terminado. Este tema del perdón no es tan sencillo como para que lo pueda aprender e internalizar en un día. Mi enojo y resentimiento, frustración e intolerancia siguen ardiendo, continúan causando daño. En mis días malos me resulta difícil aceptar todo lo que está sucediendo, cambiando, desafiando a mi vida. Pero el proceso tiene una nueva dinámica. Una suavización. Una aceptación. Un dejar que la vida siga su curso. Un... perdón.
Porque, en realidad, en la fragilidad de estos momentos de mi vida jamás querría estar separado de D-os, de quienes amo, del sol que se levanta o de un cielo tachonado de estrellas.
No quiero que el enojo y la culpa arruinen ningún momento de mi vida ni me separen de la armonía con la que D-os ha creado el mundo y que solamente yo tengo el poder de destruir.
Con gratitud expreso que D-os me ha dado la capacidad de perdonar, y ahora, en estos días que pasaron desde Iom Kipur, me da la oportunidad de revelar ese perdón. Él sabe que ambos, Él y yo, y todos a quienes Él y yo amamos podrán llegar a cometer acciones imperdonables unos contra otros. Y, a pesar del dolor que nos causemos mutuamente, necesitaremos perdonarnos los unos a los otros.
No perdonar sería una insoportable perturbación de la armonía de la creación.
Un sentimiento extraño
Por Jay Litvin
Eran los días previos a Iom Kipur. Me sentía solo y triste y no podía darme cuenta del motivo. La soledad venía acompañándome desde hacía meses.
En mi casa, todo estaba bien con mi señora y mis hijos. Había hablado por teléfono con mis hermanas, tampoco allí había problemas y la comunicación con mis amigos era muy estrecha.
Estaba extrañando a D-os.
Estaba y había estado sintiéndome lejos de Él. Era un sentimiento extraño para mí. Aún en los últimos años de mi adolescencia, cuando tenía necesidad de encontrarme con D-os, era capaz de conectarme con Él. Él siempre contesta a mis llamados. A veces ni siquiera necesito llamarlo. Simplemente siento Su presencia mientras avanzo por la vida.
Pero estos últimos meses han sido solitarios. Estaba separado de Él, sin siquiera poder llamarlo. Y yo no sabía el motivo.
Justo antes de Iom Kipur, recibí un e-mail de un amigo. No es un judío religioso, lo que no nos impide mantener largas conversaciones acerca de D-os y la Torá. Es escritor y tiene facilidad de palabra. También compartimos la misma enfermedad, y hablamos mucho sobre nuestros síntomas, historias clínicas, miedos, tratamientos y dolores. Hay algo especial que le sucede a quienes comparten la misma enfermedad. Nunca nos preocupa la posibilidad de aburrirnos mutuamente. Todas nuestras preocupaciones y obsesiones sobre los cambios diarios en nuestra salud o en los síntomas, así como los hallazgos más recientes de nuevos medicamentos y tratamientos a través de Internet, podrían llegar a aburrir a los demás, pero ejercen una permanente fascinación sobre nosotros.
Al final de este e-mail mi amigo me escribió: "Jay, no creo que este Iom Kipur debas ir al shul y pedirle a D-os que te perdone. Este Iom Kipur tendrías que quedarte en tu casa y es D-os quien debería acercarse de rodillas para pedirte a ti que lo perdones a Él por lo que Él te ha hecho".
Cuando leí estas líneas me empecé a reír. Mi amigo es un sacrílego agitador. Creía en lo que me estaba diciendo, pero había escrito estas palabras más que nada para escandalizarme. Tomé nota de su mensaje, pero le presté poca atención.
A medida que se acercaba el día de Iom Kipur, seguía tratando de saber qué era lo que estaba pasando entre nosotros, entre D-os y yo. Me preocupaba que en este día de oración y ayuno careciera del vínculo que Iom Kipur generalmente trae consigo.
Y fue entonces que, en un instante, me di cuenta que estaba enojado con D-os. Estaba enojado por mi enfermedad y porque todavía no estaba curado. Estaba enojado por mi sufrimiento. Y estaba enojado por la alteración en mi vida, el miedo y la ansiedad que le estaban causando a mi familia y a quienes me querían y apreciaban. Estaba enojado por todo lo relacionado con mi enfermedad y Él, que es quien rige todo lo que sucede en el mundo, era responsable y era a quien podía culpar.
Y fue en este espíritu que llegué al día de Iom Kipur, enojado con D-os.
Me puse mi kitel y talit y me dirigí al shul. Los doctores y el Rabino me habían autorizado a ayunar de modo que, golpeándome el pecho, enumeré mis pecados. Pedí perdón. Y aún así, sin que tuviera importancia la longitud de la lista de pecados, sin que importara con qué intensidad yo buscara el perdón, no podía encontrar ningún acto tan atroz que mereciera el castigo que yo sentía que me estaba siendo impuesto.
Recé por el perdón de D-os y, en mi libro de oraciones, leí las palabras que prometían Su perdón. Él me iba a perdonar, leía, porque así era Su naturaleza. Él perdona. Él me quiere. Quiere que esté cerca de Él. No me perdona por cualquier motivo, ni porque me lo merezca, simplemente porque Él es así. Él es misericordioso y "hace borrón y cuenta nueva" para que ambos -Él y yo- podamos estar nuevamente cerca en el año que se inicia.
Y yo leía estas palabras, preciosas expresiones, pero aun así mi enojo se mantenía.
Entonces volví a recordar el e-mail. En su cinismo mi amigo había dado en el blanco: yo necesitaba perdonar a D-os. Era yo quien tenía que liberarme de mi enojo y de culparlo por la enfermedad que Él me había dado. Necesitaba "hacer borrón y cuenta nueva" para que Él pudiera estar nuevamente conmigo.
Pero ¿cómo hacerlo? ¿En base a qué iba a poder perdonarlo? Si Él fuera humano, podría perdonarlo por Su imperfección, Su falibilidad, Su mezquindad, Su formación, Su fragilidad y vulnerabilidad. Podría tratar de ponerme en Su lugar y entender Su punto de vista. Pero, ¡Él es D-os, perfecto y completo! Que actúa con sabiduría e intencionalidad. ¿Voy a ser yo quien lo va perdonar a Él?
Y, a medida que iba siguiendo las oraciones a lo largo del día, con mi enojo e incapacidad para perdonar permanentemente en mis pensamientos, las palabras de súplica por el perdón de mi libro de oraciones comenzaron a transformarse en enseñanzas para perdonar. ¿En este día de Iom Kipur D-os me estaba enseñando cómo perdonarlo? ¿Eran estas palabras lecciones de perdón que venían del Maestro del Perdón?
Las instrucciones parecían ser claras: perdona por el bien de perdonar. No perdones porque hay un motivo que tú comprendas (porque puede que nunca entiendas Mis caminos) ni porque lo merezca (ya que las maneras en que Yo las manifiesto son a menudo terribles y temibles). Perdóname solamente por amor, para que podamos estar cerca nuevamente. Perdóname porque tú, creado a Mi imagen y semejanza, también eres indulgente. Te he creado con esa capacidad para que, no importa lo que suceda a lo largo de tu vida, tú y Yo podamos estar cerca y que, por encima de lo que pueda suceder entre tú y a quien tú quieras, siempre se puedan volver a encontrar y recomenzar, limpios y puros, prontos para un nuevo comienzo.
El mensaje y las instrucciones estaban allí y, a través de las oraciones, empecé a oír que D-os me estaba hablando, que me tendía la mano en un gesto de reconciliación, esperando mi perdón, dándome los mensajes para perdonarlo a Él.
Volví a recordar el provocativo e-mail de mi amigo. No, D-os no se acercaba de rodillas. ¿Pero, estaba pidiendo perdón? ¿Estaba suplicando que lo perdonara y me reconciliara con Él? ¿Nuestra armonía era más importante para Él que cualquier pecado que hubiera cometido contra Él o cualquier dolor que me hubiera producido a mí?
Aún así, no podía hacerlo. Incluso percibiendo hasta qué punto Él me estaba tendiendo la mano, yo no era capaz de perdonarlo. Aunque en este día de la verdad quería perdonar, me daba cuenta que no me era posible. Lo que Él me había hecho seguía siendo demasiado terrible, demasiado deliberado como para perdonar.
A medida que se acercaba la oración de finalización, Neilá, yo estaba desesperado. Todo parecía imposible. Cuando presenté mi caso ante los invisibles jueces internos que llevo conmigo, recibí la sentencia justa. Es culpable. Se merece que me mantenga distante y que lo rechace, y que yo siga terca y justificadamente en esta posición.
Pero, cuando empezó a atardecer, me sentí absolutamente solo. La soledad era insoportable.
Este sentimiento me recordaba las discusiones con mi mujer. Cuando nos peleamos por algún daño o injusticia que haya tenido lugar, le presento el caso a mis jueces interiores y ellos me dan la razón. Me retiro a mi posición de justicia y la castigo con el rechazo y la distancia. A veces dura unas pocas horas, otras, varios días. Pero, al final, hace su ingreso la soledad. La distancia se vuelve insoportable. El retiro exige finalización. Mi deseo de reconciliación y reunificación supera cualquier necesidad de estar en lo cierto o aplicar un castigo. Y así, sin necesidad siquiera de hablar sobre el motivo de la pelea, eventualmente nos perdonamos para poder estar de nuevo juntos, queriéndonos nuevamente, siguiendo con nuestras vidas, vínculos y familia, con buena voluntad para empezar una vez más. No perdonamos por una razón en especial, ni porque nos aceptamos con nuestra mezquindad, fragilidad o imperfección humana. Simplemente nos perdonamos por el deseo de amar y reunificarnos. Sólo para estar nuevamente juntos. Para que las cosas estén como deben estar.
Y, fue en los últimos momentos de Iom Kipur, a través de mi insoportable soledad y separación de D-os, que encontré mi capacidad para perdonar. Perdoné simplemente para que -D-os y yo- pudiéramos estar cerca nuevamente. Para que pudiéramos retornar a la armonía que debemos sentir entre nosotros. Fue por mi amor hacia Él, mi necesidad de Él, mi incapacidad de continuar sin Él que, dentro de mí, encontré esa capacidad. En actitud de perdón extendí mi mano hacia Él y en ese momento el dolor y la culpa empezaron a desaparecer.
Para mí Iom Kipur no ha terminado. Este tema del perdón no es tan sencillo como para que lo pueda aprender e internalizar en un día. Mi enojo y resentimiento, frustración e intolerancia siguen ardiendo, continúan causando daño. En mis días malos me resulta difícil aceptar todo lo que está sucediendo, cambiando, desafiando a mi vida. Pero el proceso tiene una nueva dinámica. Una suavización. Una aceptación. Un dejar que la vida siga su curso. Un... perdón.
Porque, en realidad, en la fragilidad de estos momentos de mi vida jamás querría estar separado de D-os, de quienes amo, del sol que se levanta o de un cielo tachonado de estrellas.
No quiero que el enojo y la culpa arruinen ningún momento de mi vida ni me separen de la armonía con la que D-os ha creado el mundo y que solamente yo tengo el poder de destruir.
Con gratitud expreso que D-os me ha dado la capacidad de perdonar, y ahora, en estos días que pasaron desde Iom Kipur, me da la oportunidad de revelar ese perdón. Él sabe que ambos, Él y yo, y todos a quienes Él y yo amamos podrán llegar a cometer acciones imperdonables unos contra otros. Y, a pesar del dolor que nos causemos mutuamente, necesitaremos perdonarnos los unos a los otros.
No perdonar sería una insoportable perturbación de la armonía de la creación.
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